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3x10 THOSE WALK ON THIN ICE

10, 9, 8, 7, …

“No mires atrás, no pares de correr”, repetía para sí aquella joven. Sabía perfectamente lo que había iniciado. Algo grande, algo terrible. Algo que ni las mismas Rosas esperaban. Había comenzado una guerra.

La joven sostenía con fuerza entre sus brazos el objeto de la discordia, una preciada reliquia por la que matar y morir. No podía teleportarse, y el inframundo era últimamente un lugar donde reinaba la anarquía a pesar de los fútiles esfuerzos de la fémina Fuente, así que buscar refugio era una tarea harto difícil. Y estaba completamente agotada, sin aliento. Tanto que no calculó bien sus fuerzas y tropezó con una roca que había a sus pies. Ella se levantó algo desorientada, como si no recordara cómo había llegado a aquella sala circular, y al centrar su mirada en su reflejo en un pequeño charco del suelo se sorprendió al divisar el rostro que le devolvía la mirada. Era el rostro de Phoebe Halliwell.

Phoebe no acababa de comprender aquella situación, no tenía ningún sentido. Estaba fuera de su hogar, lejos de su familia, perseguida sin saber por qué y agarrando con fuerza un saco que no sabía qué contenía. Media docena de Rosas se disponían a rodearla con bolas de energía entre sus manos, cuando una silueta femenina de largo cabello rubio se acercó lentamente hasta detenerse a unos pocos metros de ella. Su cara reflejaba cierta ira, pero sobre todo destilaba vulnerabilidad y decepción.

NAHIA: ¿Por… qué? Creía que teníamos un acuerdo…

Phoebe sintió un escalofrío al percibir el dolor de Nahia, ya que aquello era algo inconcebible. Nahia extendió sus brazos, como implorando que le devolviese aquello que sostenía entre sus brazos. Y sin embargo, no era una cosa, sino una niña que se agarraba con fuerza al torso de la bruja Halliwell. Phoebe no daba crédito, estaba completamente segura de que segundos atrás aquello que sostenía entre sus brazos no era un cuerpo vivo, menos aún una niña pequeña. Pero ahora, en cambio, podía ver con total claridad los enormes ojos oscuros de aquella pequeña de apenas unos cinco años. Unos ojos que conocía perfectamente como los suyos propios, porque de hecho eran sus ojos. Ella era la niña. Y ya no había Rosas a su alrededor, sino una multitud de niños que se le acercaban con los brazos extendidos y la mirada perdida. El cuerpo de Phoebe se cargó de una intensa electricidad estática que le erizó el vello, y al mirar hacia arriba divisó un grotesco ojo en el interior de una descomunal esfera oscura que le devolvía la mirada.


Phoebe abrió los ojos de golpe, desconcertada. No sabía cómo, pero entre sueños había acabado de pie sobre la barandilla de la escalera del primer piso, y al despertarse tan bruscamente perdió el equilibrio y se precipitó contra el suelo. Por suerte, consiguió esquivar el impacto a falta de escasos centímetros gracias a su poder de levitación, pero eso no le consolaba. Se sentía rara, abrumada, y a menudo algo mareada y con la memoria borrosa. Y lo peor de todo es que era incapaz de recordar ni cuándo, ni cómo, ni por qué se sentía así.

Entró en el baño y se miró al espejo. Su rostro lucía con un tono muy apagado, su pelo se veía reseco y las intensas ojeras que tenía no podían ser normales. Y a pesar de haber dormido sus ocho horas de rigor, se sentía agotada. Lentamente se dispuso a quitarse el pijama, y entró en la ducha. Abrió el grifo y cerró los ojos, dejando que el calor del agua se llevara poco a poco sus angustias y olvidándose de todo y de todos.

ALICE: (aporreando la puerta) ¡Phoebe! ¿Te falta mucho? ¡Llevas ya más de veinte minutos!

Phoebe volvió de repente en sí. No comprendía cómo había pasado ya tanto tiempo, sentía que apenas llevaba un par de minutos en el baño. Igualmente, cerró el grifo, cogió una toalla y se la anudó al cuerpo. Se atusó con rapidez el cabello húmedo con un cepillo y abrió la puerta.

ALICE: ¡Uy, qué cara! Se te ve hecha una mierda…

PHOEBE: Gracias… (respondió entornando los ojos)

Alice la observó alejarse, desconcertada, y entonces entró en el baño. Cogió su cepillo de dientes y empezó a cepillárselos mientras movía enérgicamente su cabeza, como si bailase sin música, hasta que un objeto captó su atención en la papelera.

ALICE: ¿Un test de embarazo? (dijo sorprendida mientras lo recogía) Positivo…




Una intensa luz azulada inundaba el ambiente, tan intensa que apenas nada podía verse. Poco a poco se desvanecía, liberando al mismo tiempo el cuerpo de Benjamin de la hilera de microagujas que se clavaron en su espalda. Había sido utilizado como otra cobaya más en el experimento del Proyecto Náyade. Sin embargo, el estado de Benjamin no parecía normal, o al menos nada parecido al de los anteriores diecisiete participantes (tanto voluntarios como involuntarios). Su mirada estaba perdida, como ida; balbuceaba ininteligiblemente y babeaba sin control.

MARC: Señora Andrews, sigo pensando que esto no ha sido una buena idea…

KAREN: (llena de ira) Esa zorra comealmejas de Mitchell nos retrasó demasiado al destruir la otra cámara de experimentación… No puedo perder más tiempo.

MARC: Pero señora Andrews… El estado del vicepresidente Baxter aún era inestable. El dispositivo de control de conducta de su corteza cerebral aún tiene comportamientos algo aleatorios, le advertí que debíamos hacer más ensayos antes de ponerlo en funcionami…

Karen se acercó a su espalda, y con un ágil movimiento le agarró del pelo y tiró hacia atrás con fuerza, arrancando unos cuantos cabellos. Introdujo su otra mano dentro de la camisa de Marc y comenzó a juguetear con su pecho.

KAREN: (susurrándole al oído) Tú no eres nadie para decirme lo que puedo y lo que no puedo hacer. Yo construí mi propio láser de helio-neón cuando tú no eras más que una idea lasciva en la mente calenturienta de tus pre-púberes progenitores. Soy Karen Abigail Andrews, nieta de Wilbur Andrews y heredera de un imperio que en mis manos ha pasado de disputar por un patético puesto 41º dentro de la industria farmacológica a estar a la vanguardia del sector en tan sólo 25 años. (extendió su dedo índice y gracias a su llama oscura hizo una fina quemadura en el pecho de Marc) Sería una lástima que tuviese… no sé, que hacer ajustes en este departamento similares a los que tuve que hacer con el de la Dra. Zhang. Así que ahora… ¿qué vamos a hacer?

MARC: (tragó saliva) Yo… yo voy a… Voy a comprobar el estado del vicepresidente Baxter.

KAREN: ¿Y después? (preguntó con un tono aterrador)

MARC: (nervioso) Lo que usted diga. Sin contemplaciones.

KAREN: (pellizcándole la mejilla) ¡Chico listo! ¡Así me gusta!

Marc se levantó con premura, acariciando la aún ardiente cicatriz de su pecho, y abrió la puerta de la cámara de experimentación. Se acercó a la camilla en la que reposaba Benjamin aún bastante atontado, pero a cada paso que daba sentía como si un peso invisible tirara de él cada vez más y más fuerte contra el suelo. A escasos centímetros de la camilla no pudo aguantar más y cayó redondo al suelo, apenas incapaz de moverse.

MARC: ¡Aagh! ¡No me puedo mover!

KAREN: (desde el interfono) En cuanto termines de perder mi tiempo quiero que comiences las pruebas con el equipo alfa.


Patricia permanecía dubitativa frente a su portátil, moviendo aleatoriamente el ratón. No podía decidirse entre una foto suya cándida y alegre y otra más sugerente y sexy, y no ayudaba la inmensa vergüenza que sentía al tener que ponerse en la tesitura de elegir entre ambas. De repente, Alice abrió la puerta sin llamar, como de costumbre en ella, y Patricia dio un pequeño respingo. Intentó cerrar con rapidez el ordenador, pero Alice fue más rápida y le agarró la muñeca con fuerza.

ALICE: ¡Uhhh! Mira la vanidosa…

PATRICIA: ¡Calla! Esto, yo… ¡no es lo que piensas!

ALICE: Sí, claro. Lo que tú dig… (se paró al divisar una pestaña abierta de una página de contactos) ¡¿Estás buscando ligue por internet?! ¡Qué patético!

PATRICIA: ¡Shhhh, calla! Es que estoy desesperada, ya llevo casi cinco meses de sequía.

ALICE: ¿Y no se supone que deberías estar haciendo cosas más importantes como… no sé yo… cumplir con tu deber mágico? (repuso irónica) ¡Los mandamases cupidos cuentan conque ayudes a Mel y Jared!

PATRICIA: (en tono infantil) ¡Estoy harta de buscarle el amor a la gente! Quiero que me lo busquen a mí…

ALICE: Y yo querría aprender a hacer calceta, pero me ha tocado vigilar a nuestra hermanita. Y hablando de Phoebe…

PATRICIA: (preocupada) ¿Phoebs? ¡¿Qué le pasa?!

ALICE: (susurrando) Después de que saliese de nuestro baño, he visto un test de embarazo en la papelera… ¡y era positivo!

Patricia la miró seriamente, hasta que no pudo resistir una carcajada.

PATRICIA: ¿Phoebs preñada? ¿Es que se te ha ido la mano con la medicación?

Alice le dedicó su más terrible gesto asesino.

ALICE: ¡Todo encaja! Lleva medio ida y demacrada desde que regresó hace casi dos semanas. Pensé que se debía al vudú raruno ese de los ancianos, pero a lo mejor es que tiene una rata en las tripas…

PATRICIA: Qué sutil eres con el tema de la maternidad… La idea de ti reproduciéndote es un concepto que me horroriza.

ALICE: (yendo hacia la puerta) ¡Ja, ja! ¡Qué chistosa la mosquita muerta! Y por cierto, la foto del vestido escotado… es mía.

Patricia, desolada, estampó la cara contra el teclado del portátil.


Henry estaba en su habitación, mirándose al espejo con cara de decepción. Desde que su madre había cogido la manía de hacer punto, cada año le regalaba por navidades un jersey nuevo. Pero la pobre Paige era una pésima tricotadora, algo que ni sus hijos ni su marido se habían atrevido nunca a reconocerle. Este año, el jersey caqui de Henry era de unas cuatro o cinco tallas mayor de lo debido, a diferencia de las mangas, que eran excesivamente cortas y tan estrechas que casi cortaban la circulación. Y no ayudaba al conjunto el intento de Paige de darle un toque moderno con un gran parche de una chica motorista en bikini bordado en el pecho. “¿Por qué me haces esto, Mamá?”, reflexionó en voz alta mientras pensaba en que tendría que llevarlo puesto cada vez que la visitase durante el año siguiente.

Henry se lo quitó de inmediato, sin sorprenderse de que ya estuviera empezando a deshilacharse del cuello, lo dobló de forma descuidada y lo metió en el cajón de su cómoda con los otros horribles jerséis. Sólo por recordar los “grandes tiempos” vividos con ellos, sacó el rojo de mangas desiguales que había desteñido a rosa y sonrió. Luego cogió el azul celeste, el que parecía más “profesional” de todos. “¿Por qué odiaba también ese jersey? ¡Ah, por la riñonera!”, pensó cuando se fijó en aquel intento fallido de bolsillo central. Se dispuso a guardarlo de nuevo, pero entonces se cayó una foto polaroid de él. Estaba sonriente junto a su prima Alice, que le estaba poniendo cuernos detrás de la cabeza. Estaba a punto de cumplir diecinueve años, acababa de volver de su primer año en la universidad y estaba especialmente orgulloso de que Alice le viera por primera vez tras adelgazar alrededor de cincuenta kilos durante el curso. Henry entornó los ojos al verla, aun furioso por todo lo que había sufrido por su culpa.

CHRIS: (entrando de pronto) ¡Ey tío! ¿Estás listo?

Henry se aguantó las ganas de gritar y estrujó la foto entre sus manos.

HENRY: (sonriendo falsamente) Eh… sí. Lo siento, tío. Siento haberos hecho esperar. ¡Día de tíos!

CHRIS: Será mejor que bajemos antes de que Wyatt se ponga quisquilloso con qué hora es. Ya sabes lo neurótico que se pone cuando las cosas no siguen el orden preestablecido, ¡je, je!

HENRY: Ya. Pero supongo que merece la pena. Llevo desde los dieciséis años deseando poder unirme a los hermanos en su épica Nochevieja Halliwell…

CHRIS: (entre risas) ¡Caray! No pensaba que nuestras juergas fuesen tan famosas…

Henry sonrió y le dio una palmada en el hombro mientras se dirigía hacia la puerta.


En la cocina, Prue bebía su típico café hipercargado al tiempo que revisaba una serie de fotos de Phyllis en distintos periodos de su vida mientras Melinda sacaba del horno una hornada de croissants para el desayuno. La televisión con sus noticias matinales rompían con el silencio.

LOCUTOR: … Y la policía aún continúa la búsqueda de Zhang Xiumin, que desapareció hace diez días dejando muestras de violencia en su domicilio. La desaparición de Xiumin, zoóloga de Red Swan, fue notificada por compañeros de trabajo. El principal sospechoso de su desaparición, su exmarido François Moreau condenado por malos tratos, continúa en búsqueda y captura…

MELINDA: (sujetándose los riñones) ¡Aagh! Estoy molida. Hoy me he levantado agotada…

PRUE: Conozco la sensación… (se quedó pensativa) O eso creo.

MELINDA: Tú… ¿qué? ¿A qué te refieres? (dijo como a la defensiva)

PRUE: Oh… nada.

PATRICIA: (entrando animada) Bonjour tout le monde!

PRUE: Bonjour Patrice! Comment ça va? Voulez-vous un croissant?

PATRICIA: (algo cortada) Vale tía, que no tengo ni idea de francés…

PRUE: Oh! Pardonne moi, c’est ma faute…

MELINDA: Aaaaagrua de pu de pa!

PATRICIA: Cierto, Mel. (repuso entre risas mientras Prue se llevaba las manos a la cabeza) Y ya que sacas el tema, ¿qué tal va todo con Jared?

PRUE: (le da un codazo) ¡Qué sutil!

MELINDA: ¡Groaw, groaw!

PRUE: En el idioma de los de su especie significa que aún está cabreada tras el numerito que montó el otro día con Dag.

PATRICIA: (pensando en voz alta) Dos hombres peleando por mi amor… ¡qué romántico!

MELINDA: ¡Groaw, groaw, groaw! (ladró aún más cabreada)

PRUE: Yo que tú no seguiría por ahí, Patty…

PATRICIA: Oído cocina. Aunque me pregunto qué habrá sido de Dag desde que Mel le echó de aquí…

PRUE: Lo último que recuerdo haber oído es que estaba de acoplado en la casa de Bobbie.

PATRICIA: Oh, pobrecito…

MELINDA: (furiosa) ¿Pobrecito?

PATRICIA: ¡Oops! Quiero decir… pobre Bobbie, la va a volver loca…

WYATT: (a lo lejos, bajando las escaleras) ¡Vamos, tortugas! ¡Tenemos muchas cosas que hacer de aquí a la medianoche!

CHRIS: (desde el piso de arriba) ¡Ya vamos, pesado!

PRUE: Vaya… pensé que querrías pasar la nochevieja con Nellie, ya que sois… ¿qué sois?

WYATT: Ah, ¿Nellie? Es algo complejo. No paraba de repetir algo sobre que era una chica moderna e independiente y que no quería ataduras, así que prefería que mantuviésemos una “relación abierta” hasta que pongamos en orden nuestros sentimientos.

MELINDA: Follamigos, vamos…

WYATT: Supongo. Por otro lado, la nochevieja Halliwell es ya un clásico. (miró hacia arriba, enfadado) ¡Chicooooooos!

HENRY: (corriendo hasta entrar en la cocina) ¡Ya estamos, ya estamos!

Wyatt alzó su brazo y gracias a su telekinesis orbitacional les metió en la boca a la fuerza sendos croissants a Henry y Chris.

WYATT: Daos por desayunados. Ahora quiero que trabajéis un poco vuestras neuronas y me traigáis lo más raro que encontréis. Tenéis hasta las doce del mediodía, os espero en la Tetería Duchess.

HENRY: (aguantando la risa) ¿Una tetería? ¿Vamos a jugar a las princesitas?

Chris se unió a las risas de inmediato, mientras Patricia y Prue se miraban extrañadas y Melinda sonreía malévolamente anticipando lo que iba a venir: Wyatt alzó los brazos y orbitó a Chris y a Henry fuera de la casa, a distintos puntos de la ciudad.

WYATT: Comienza el juego… (dijo sonriente mientras orbitaba)

PATRICIA: ¿Me lo parece a mí, o no es un poco sexista que los chicos se vayan de puterío por su cuenta? (cayó repentinamente en la cuenta)

PRUE: Bah, déjalos que hinchen su ego de machitos… Supongo que es el equivalente animal a marcar su territorio.

PATRICIA: ¡Puaaaag!

MELINDA: ¡Asco de hombres! El mundo sería un lugar mejor sin tanto cromosoma Y…

PATRICIA: Si, ya… Es que no creo que esté lista para volverme lesbiana. Aunque seguro que eso a las Rosas Negras les resulta una idea fascinante…

PRUE: A mí, mientras que siga teniendo para dos pilas R6… (apuntó entre risas)

PHOEBE: (entrando a la carrera) ¡Que no llego, que no llego!

Phoebe agarró una taza, se sirvió un poco de café y se lo bebió de un trago, casi sin respirar.

PHOEBE: ¡Puag, qué cargado! Seguro que me va a sentar mal…

PATRICIA: ¡Cuidado chica, que te vas a atragantar!

MELINDA: Sí, ¿a qué vienen esas prisas?

PHOEBE: Es que había quedado a las diez de la mañana para preparar todo lo del brunch de los alumnos con alto rendimiento académico, ¡y ya son las diez y cuarto!

PRUE: Tú tranquila, seguro que lo entenderán…

PHOEBE: No sé, no sé… Por cierto, me han liado para que asista a la fiesta de fin de año de las hermandades, así que esta tarde no voy a poder acompañaros a la mini sesión spa.

PATRICIA: (decepcionada) ¡Oh, Phoebs!

PRUE: Ya que lo dices, a mí tampoco me apetece mucho llenarme de barro y eso…

PATRICIA: ¡Oh! ¿Tú también, Prue?

MELINDA: ¡Pues te quedas con la fábrica de cacas!

PRUE: (emocionada) ¡Qué bien! Nunca había tenido a mi sobrinita para mí sola.

MELINDA: Je, je. No estarás tan contenta después de soportar dos horas de berrinches.

PHOEBE: Oh… ¡Pero si los bebés son una monada! No veo el día de tener uno propio, y verle crecer y…

Phoebe sintió de repente una descarga eléctrica recorriendo por todo su cuerpo que la dejó omnubilada.

MELINDA: (enfadada) ¡Que llegas tarde!

PHOEBE: ¡Oh, mierda!

Phoebe cogió el último croissant de la bandeja y salió corriendo, topándose por el camino con su hermana Alice.

ALICE: ¡Perdona! (repuso ofendida al ver que no se disculpaba) ¿Se puede saber qué le pasa?

PRUE: Llegaba tarde, dijo que tenía que preparar el brunch de los alumnos.

ALICE: Espera, ¿se va por ahí estando… ya sabes?

PATRICIA: Sí, bueno… Iba a estar todo el día fuera.

ALICE: Joder… ¡Me voy con ella!

PATRICIA: ¡Espera Alice! ¿Y la sesión de spa?

ALICE: ¡Que le den al spa! (respondió mientras corría hacia la puerta principal)

PATRICIA: ¿Que qué?

MELINDA: Pues nada, la reserva para cinco se queda en una triste fiesta para dos. Me da que tu iniciativa para hacer la contraparte de la nochevieja Halliwell de los chicos ha sido un fiasco, Patty.


Bobbie estaba inspeccionando cuidadosamente el maquillaje de su rostro en su espejo del baño. Habitualmente no era muy dada a maquillarse, simplemente no encajaba con su forma de ser, pero esta era una ocasión especial. Quería estar guapa para sus seres queridos. Y quería estar guapa para Rachel.

Cuando estuvo conforme con sus esfuerzos, se dirigió a la cocina, y por poco no le da un ataque. Dag había hecho de las suyas, y estaba hecha una pocilga, algo que a su gato Spock le debía parecer maravilloso pues lamía con ansia los pegotes de masa de tortitas del suelo.

BOBBIE: Creo que me gustaba más la decoración anterior…

DAG: (mirando sorprendido a su alrededor) No he decorado, está sucio.

BOBBIE: Oh, bueno… Ya lo sé, sólo quería… no sé.

DAG: Los seres humanos os regís por ciertos convencionalismos sociales. No acabo de entender el sentido de dichos convencionalismos, sólo sé que a veces están ahí. Aunque no los conozco todos.

BOBBIE: Yo tampoco es que sea… ya sabes… Bueno, quiero decir… buena en el contacto social.

DAG: Eso es fascinante. (respondió con una seriedad que destilaba interés)

BOBBIE: Em… ¿gracias?

DAG: Hay ciertos convencionalismos sociales. Cuando llegas a una casa que no es tuya eres una visita. Tus visitas son tus invitados. Los invitados son gentiles con sus anfitriones.

BOBBIE: Supongo… ¿Por eso tienes la cocina…? Bueno, me refiero a que has hecho… En fin.

DAG: He hecho tortitas. He intentado ser un invitado gentil con mi anfitriona, pero lo he ensuciado todo.

BOBBIE: Oh, bueno… No te preocupes.

DAG: ¿Quieres tortitas?

BOBBIE: Em… ¡claro! ¿Por qué no?

DAG: Están todas quemadas. Lo lamento, pero no tengo la habilidad de Melinda en el conjunto de artificios físico-químicos que vosotros conocéis como “cocinar”.

BOBBIE: Oh… No pasa nada. Al menos al viejo Spock le gustan…

DAG: Disfruta con las cosas dulces. Pero siente predilección por el jamón curado. Le sabe como las crías de rata.

BOBBIE: ¿Qué?

DAG: Hablo gato.

BOBBIE: Ah… Tomo nota.

Bobbie cogió la botella de zumo y se sirvió un vaso. Empezó a beber, pero se sentía algo nerviosa por la mirada sospechosa que le echaba Dag.

DAG: He decidido que estoy listo para practicar relaciones sexuales.

BOBBIE: (escupiendo el zumo de golpe) ¡¿Qué?! Oh, vaya… Pues felicidades. ¿Por qué me dices esto?

DAG: Eres una hembra sexualmente activa de tu especie, y además has sido muy amable conmigo hospedándome. He decidido que mereces el honor de convertirte en la primera con la que mantenga relaciones sexuales.

Dag, completamente decidido, se quitó con rapidez la camiseta y se bajó los pantalones, quedándose únicamente en bóxer. Bobbie se sonrojó y acto seguido se tapó los ojos.

BOBBIE: ¡Alto! La cosa no funciona así.

DAG: (sorprendido) No entiendo. Yo tengo un pene, tú tienes una vagina. Ambos están biológicamente diseñados para acoplarse en una relación sexual…

BOBBIE: ¡No! (gritó al ver que se iba a bajar el bóxer) Dag, me siento… halagada, pero para empezar… soy lesbiana.

DAG: (pensativo) Eso es biológicamente irrelevante. Mi pene es acoplable a tu vagina.

BOBBIE: (horrorizada) ¡Aaarg, deja ya de hablar de penes y vaginas!

DAG: No entiendo. Son nombres políticamente correctos. ¿Prefieres pilila y setita? ¿Colita y conejito?

BOBBIE: ¡Aaarg, no!

DAG: (extrañado) … ¿Prefieres comenzar con la relación sexual?

BOBBIE: ¡Nooooo! Dag, el sexo es la expresión del amor que se profesan dos personas.

DAG: ¿Y?

BOBBIE: ¿No estabas enamorado de Melinda?

DAG: ¿Insinúas que debo ir a buscar a Melinda para practicar una relación sexual?

BOBBIE: Sí… ¡O sea, no! El sexo debe ser entre dos personas que se quieren, ¡EL UNO AL OTRO!

DAG: (confuso) ¿Melinda me quiere?

BOBBIE: Lo siento Dag, pero creo que el amor de Melinda es para Jared…

DAG: No entiendo. Si Melinda quiere a Jared, ¿por qué ya no viven juntos?

BOBBIE: No lo sé, Dag. Hay problemas que deben arreglar.

DAG: ¿Y tú me quieres?

BOBBIE: (dándole la camiseta) No de la forma en la que la cosita de un hombre se acopla a la de la mujer…

DAG: (decepcionado) Vaya… Entonces yo quiero practicar una relación sexual, pero no hay nadie que quiera practicarla conmigo…

BOBBIE: (poniendo la mano en su hombro) Bienvenido a los primeros veintitres años de mi vida…

Dag se encogió de hombros en un gesto muy positivo, algo que descolocó a Bobbie. De repente, el timbre sonó, y Bobbie se acercó a abrir la puerta.

RACHEL: (impresionada) ¡Guau! Estás que rompes.

BOBBIE: (avergonzada) Bueno… era lo que pretendía.

Rachel sonrió mientras Bobbie miraba divertida al suelo al tiempo que señalaba hacia arriba. Rachel dirigió su mirada en dicha dirección, y entonces pudo ver cómo mágicamente crecía una ramita de muérdago en el dintel de la puerta. Sin dudarlo un segundo se lanzó a sus brazos y besó sus labios tiernamente.

BOBBIE: Creo que debería ponerme elegante más a menudo… (sonrió)

RACHEL: (besándole el cuello) Pero entonces tendría que apartar a todos tus admiradores…

DAG: (mirándolas con curiosidad) ¿Vais a practicar una relación sexual?

Bobbie se quedó completamente blanca, mientras Rachel miraba a Dag extrañada.

BOBBIE: Dag, déjalo ya. Por favor…

RACHEL: ¿Es que ya ha llegado a la “S” en la enciclopedia?

BOBBIE: (entre susurros, preocupada) ¡Parece un adolescente pervertido!

RACHEL: Pobrecito. Está en pleno descubrimiento de sí mismo…

DAG: Rachel, ¿tú me quieres?

RACHEL: Eh…

BOBBIE: (interrumpiéndola) ¡Nos vamos! Spock, ¡cuida de Dag!

Bobbie cerró de un portazo, mientras Dag miraba con ojos suplicantes al gato.

RACHEL: Hoy es un día especial. ¿Nerviosa?

BOBBIE: Siempre. Son muchos años sin volver a casa…


En las míticas Dunas Negras, el desierto umbrío del Inframundo, dos mujeres vestidas con velo negro sorteaban las intensas tormentas de arena oscura. Aquellas no eran mujeres corrientes, eran mujeres destinadas a la grandeza: la Fuente de todo mal, Nahia; y su nueva y poderosa aliada del mundo exterior, Karen. Nahia caminaba emocionada delante, con una mano iluminada al frente para despejar el camino y otra atrás, sujetando la mano de una confusa Karen.

NAHIA: Adelante, ya casi hemos llegado.

KAREN: ¿A dónde me llevas?

NAHIA: Debes verlo por ti misma. Ha costado muchísimo esfuerzo, hemos dedicado tantos años… Pero por fin todo el esfuerzo ha dado sus frutos.

KAREN: ¿Lo has… lo has encontrado? ¿Al fin?

NAHIA: Te prometí aquel día en la laguna que haríamos cosas grandes. Y hoy daremos el primer paso…

Nahia y Karen llegaron ante un grupo de Rosas Negras que custodiaban el paso. Al verlas llegar, hicieron una pequeña reverencia. Una de ellas se adelantó y retiró su velo más tupido, dejando entrever el rostro de Phyllis tras el fino segundo velo.

PHYLLIS: Mi Reina, Karen. Me alegro que por fin hayan podido llegar.

NAHIA: Gracias, mi querida Phyllis. Las Dunas Negras son un lugar totalmente inhóspito, pero era sólo cuestión de tiempo que nosotras encontráramos el secreto para orientarnos entre sus afiladas y laberínticas tormentas de arena.

PHYLLIS: Adelante.

Phyllis hizo una señal, y entonces el resto de Rosas guardianas se hicieron a un lado. Nahia y Karen ascendieron con cuidado por aquella enorme duna, y al llegar a la cima Karen casi no pudo ni contener el aliento. Frente a ellas se encontraba un luminoso orbe rojo sangre rodeado por una inmensa cantidad de rocas negras que orbitaban aleatoriamente a su alrededor como si de meteoritos alrededor de una estrella se tratasen. Karen miró boquiabierta a Nahia, mientras ésta le devolvía una sonrisa radiante de felicidad. Una figura se acercaba lentamente, saltando de roca a roca.

NAHIA: Dijeron de él durante milenios que era un mito, pero nosotras al fin lo hemos encontrado. ¡Lo tenemos! Es el Dharxiur, el Grimoire original.

KAREN: ¿Un libro anterior al Grimoire?

NAHIA: El libro original de la magia negra, datado en los tiempos de la guerra primordial. Sus páginas guardan el poder de la magia negra más pura e ilimitada.

KAREN: Es un descubrimiento memorable.

NAHIA: ¡Es más que eso, Karen! Gracias a él venceremos a la magia blanca. ¡Gracias a él la Hermandad de la Rosa Negra será indestructible!

La figura finalmente saltó de la última roca al arenoso suelo, y se aproximó a ambas. Se quitó su velo más tupido, y se arrodillo alzando entre sus brazos aquel grueso libro negro.

REBECCA: Mi reina, he cumplido con vuestros designios, y triunfé donde tantas otras han fracasado. Aquí tenéis el libro que tanto ansiabais.

NAHIA: Este libro… Sé que mi madre Elizabeth al fin estaría orgullosa.

Nahia cogió el libro y lo abrió con cuidado, lo que liberó una suave brisa acompañada de grotescos susurros.

KAREN: (mirando por encima del hombro) La grafía no coincide con ninguna de las lenguas existentes.

NAHIA: El tiempo desvaneció los rastros de la lengua de la religión olvidada hasta convertirla en un profundo secreto. (miró convencida a Karen) Pero pronto me será desvelado, es mi sino…


Frente a la Tetería Duchess, Chris esperaba impaciente, frotándose las manos para entrar en calor. Finalmente, y tras mucho esperar, Henry llegó sonriente con una bolsa de papel.

CHRIS: Ya era hora, ¿no? ¿Qué has traído tú?

HENRY: Un sujetador cónico, a lo Madonna. ¿Y tú?

CHRIS: Una réplica de los pechos de Scarlett Johanson. ¿Le ponemos sujetador? (preguntó entre risas)

Chris se quitó la chaqueta y se ató los pechos de pega sobre el jersey mientras Henry desde su espalda le abrochaba el sujetador, seguidos por las miradas de desconcierto de la muchedumbre. Wyatt, que acababa de salir de la tetería, les miró asombrado.

WYATT: Guau… ¡brutal!

HENRY: Pero no entiendo por qué los hombres, siempre que se tercia la situación de disfrazarnos, elegimos disfrazarnos de putilla…

WYATT: ¡No todos, Mitchell! (repuso mientras le tiraba una bolsa) ¡Esta noche saluda a Eeeeeespartaco!

HENRY: ¡¿Qué?! ¡Tío, que hace un frío de muerte!

WYATT: El alcohol lo soluciona todo, mon ami! Vete al baño de la tetería, en dos minutos te quiero ver salir como un gladiador traciano.

Los tres entraron en la tetería, con Henry llevando la delantera hacia los servicios bastante apesadumbrado. Wyatt se acercó a la barra, y la joven camarera les miró con curiosidad.

CAMARERA: ¡Hola! Bienvenidos a la Tetería Duchess, hogar del sabor tradicional inglés. ¿En qué puedo servirles?

WYATT: “El pollito pía en el arcoíris”. Tres tazas de té de hierbas con whiskey. Bien cargaditas.

CAMARERA: Oh, ¡qué salvajes! Marchando tres Reina Isabel. (se acerca un poco, entre susurros) ¿Queréis unas galletitas artesanales para acompañar? Dan un buen subidón, no sé si me entiendes…

WYATT: Cielo, no vemos el momento de probar tus galletitas.

CAMARERA: Enseguida vuelvo, guapo. (le dio un toquecito en la nariz)

La camarera se dirigió hacia la cocina, mirando de reojo seductoramente a Wyatt. Chris sin embargo estaba boquiabierto.

CHRIS: Tío, córtate un poco con el flirteo. Pensaba que la que quería una relación abierta era Nellie, no tú…

WYATT: Es un ligoteo sin importancia. Tampoco es que quiera enrollarme con ella…

CHRIS: (mirándole acusadoramente) Cualquiera lo diría. Y esas galletitas… llevan cannabis, ¿a que sí?

WYATT: Tú cómetelas y calla. Es la Nochevieja Halliwell.

Henry salió de los servicios y se puso en pose de victoria alzando una espada de plástico. Wyatt y Chris no pudieron evitar estallar en carcajadas al verle.


Phoebe corría por las escaleras del rectorado de la universidad, seguida de cerca por Alice, que no paraba de quejarse de los escalones. Ya llegaba muy tarde y sabía que eso no podía resultar nada bueno para sus planes. Y no estaba equivocada: al llegar a la sala del claustro se encontró con una decoración totalmente diferente a la que habían propuesto el consejo de delegados. En mitad de la sala, su en teoría “amiga” Sharon Gilligan (aunque némesis encubierta) se encontraba con una carpeta dando órdenes como una sargento.

ALICE: Uy, ¡qué bonito lo habéis dejado todo!

PHOEBE: (furiosa) ¡Tú! ¡Sharon! Decidimos por mayoría que emplearíamos colores tostados para la decoración, ¡no tonos oceánicos!

SHARON: ¡Oh Phoebe, mon chérie! Llegas muy tarde, ¿te ha pasado algo? (preguntó fingiendo interés) Verás, como tardabas en venir he tenido que sustituirte como coordinadora del brunch. Espero que no te moleste…

PHOEBE: ¡¿Qué no me moleste?! Esta decoración… ¡esto no es algo que se improvise en una hora! ¡Tú me estás saboteando!

ALICE: Phoebe, tranquila…

SHARON: Phoebe, estás exagerando. Estoy demasiado ocupada preparando los detalles de mi fabulosa y megacara boda con mi maravilloso novio multimillonario como para maquinar absurdas conspiraciones. Una boda estresa mucho, ¿sabes? ¡Ah no, que tú no lo sabes porque tú tuviste una boda de chiste con Owen en Las Vegas!

PHOEBE: ¿Las Vegas? No, yo no…

ALICE: (interrumpiéndola) ¡¿Pero serás zorra?! ¡Ven a la calle y me dices eso a la cara, pedazo de urraca!

PHOEBE: (con la mirada gacha) Alice, déjalo. No merece la pena…

SHARON: Oh Phoebe… ¿te encuentras bien? Se te ve demacrada… En fin, espero que te haya gustado el pashmina que te regalé para el amigo invisible. ¡Oh, se me ha escapado! ¡Chaíto!

Sharon se alejó para inspeccionar las bandejas de catering, mientras que Phoebe se sujetaba el estómago con fuerza.

ALICE: Phoebe, ¿estás bien?

PHOEBE: Creo que no. El café tan cargado que ha hecho Prue me ha sentado muy mal. ¡Voy a vomitar! (repuso mientras corría hacia los servicios)


Bobbie tenía los ojos fuertemente cerrados, estrechando entre sus brazos a Rachel. Un sonido de cristales rotos a sus pies acompañó a una intensa vibración de todas las células de su cuerpo, y cuando abrió los ojos pudo divisar los edificios de Toronto, su ciudad natal. Estaba al fin en casa.

RACHEL: ¿Te encuentras bien?

BOBBIE: No, pero no importa. Quiero que conozcas a mi familia.

RACHEL: Podemos venir en cualquier otro momento, si es muy duro para ti.

BOBBIE: Es muy dulce que quieras protegerme, Rachel. Pero no puedes hacerlo todo el tiempo…

RACHEL: Yo… sólo quiero que no te hagan daño. No quiero que nadie sufra si puedo evitarlo.

BOBBIE: (acariciándole el rostro) Pero voy a sentir dolor, tarde o temprano. Y lo acepto, eso me ayuda a valorar mejor los momentos de felicidad de mi vida. Sólo necesito… que estés a mi lado cuando las cosas vayan mal, para que puedas devolverme la sonrisa.

RACHEL: Siempre. Siempre estaré contigo, pase lo que pase…

Rachel se inclinó y besó suavemente los labios de Bobbie, con ternura. Ésta entrelazó sus dedos con los de Rachel y sonrió.

BOBBIE: Vamos. (dijo mientras hacía un gesto con la cabeza)

Bobbie abrió la verja, y tras caminar unos cuantos minutos por el césped del cementerio llegaron a dos lápidas gemelas. “Jason Frederick Weisz. Amado esposo, devoto padre. 25-6-1973, 31-12-2015”, “Christine Skylar Weisz. Amada esposa, devota madre. 17-3-1977, 31-12-2015”, rezaba en cada una de ellas.

BOBBIE: Hola Mamá, hola Papá. Siento no haber venido a visitaros más a menudo, es sólo que… es muy duro para mí estar aquí.

Bobbie comenzó a llorar, y entonces Rachel se acercó y la estrechó entre sus brazos.

BOBBIE: Quiero presentaros a alguien. Se llama Rachel, y es estadounidense.

RACHEL: Es un honor conocerles, señores Weisz. Su hija me ha hablado mucho de ustedes…

Ya bien pasado el mediodía, Dag se encontraba impaciente frente al microondas, asombrado de ver cómo las palomitas estallaban. Sabía que el dichoso gato no estaría conforme con lo que iba a hacer, así que se había asegurado de dejarlo K.O. con una ración extra de delicias de buey inteligentemente aderezada con un par de píldoras somníferas que Bobbie guardaba en el botiquín del baño. Alguien llamó a la puerta, y Dag fue corriendo a abrirla, emocionado. Frente a él, una despampanante mujer con aspecto de modelo le esperaba con una sonrisa.


YEKATERINA: Hola, soy Yekaterina. Hablamos por teléfono. (dijo en un fuerte acento ruso)

DAG: ¡He hecho palomitas!

YEKATERINA: Perfecto. Antes de nada, yo cobrar por adelantado. Quinientos dólares.

DAG: Tengo esto. No acabo de tener del todo claro vuestro concepto humano de dinero, pero… ¿es suficiente?

Dag cogió un gran tarro que ponía “Tarro de las palabrotas. ¡Si la dices, la pagas! :P” lleno de monedas y billetes de un dólar y se lo enseñó.

YEKATERINA: (confusa) Bueno… Supongo que nosotros poder hacer un acuerdo.


En el spa, Melinda estaba recostada sobre una tumbona con una mascarilla en la cara y rodajas de pepino en los ojos mientras bebía un zumo de papaya natural. Patricia, que acababa de recibir un masaje shiatsu, se acercó con una sonrisa de oreja a oreja y se sentó en la tumbona contigua, dejando en la mesita que las separaba su copa de margarita.

PATRICIA: ¡Oh Dios mío! Qué masaje… ¡Las manos de Paolo deberían estar prohibidas!

MELINDA: Qué bien… (dijo con desgana)

PATRICIA: ¡Oh, vamos! Anímate, es la sesión de belleza Halliwell de Nochevieja.

MELINDA: (evasiva) Sí, sí, sí…

PATRICIA: ¡Mel! ¡Me estás cortando el rollo! Parece que vienes como obligada, sin ganas… ¡y mírate! ¡Bebiendo un zumo como una abuela! Deberíamos celebrar el día con margaritas y hablar de chicos…

MELINDA: Ya… prefiero el zumo.

PATRICIA: ¡Pues hablemos de chicos!

MELINDA: (resignada) Está bien. ¿Cómo van tus ligues?

PATRICIA: Nulos. ¿Y tú?

MELINDA: Genial. Ya hemos hablado de chicos, ¿vale?

PATRICIA: Oh, ¡vamos Mel! ¡Colabora un poco!

MELINDA: (quitándose las rodajas de pepino) Espera un momento… ¿me estás sometiendo a un tercer grado?

PATRICIA: Eh… puede. ¿Funcionaría si digo que sí?

MELINDA: (enfadada) ¿Y a ti te dolería si te diese una patada en el culo?

PATRICIA: ¡Mel! ¿Qué pasa? Tú y yo nunca hemos tenido problemas para contarnos las cosas…

MELINDA: Ay qué pesada…

PATRICIA: ¿Qué pasa con Jared?

MELINDA: No sé… ¡Lo digo en serio!

PATRICIA: ¿Es por Dag? ¿Es que… te gusta?

MELINDA: Dag. Gustarme. No sé… es como el hijo de treinta años que nunca tuve.

PATRICIA: (con rintintín) Pero no es tu hijooooo…

MELINDA: ¡Ay, no sé…! Nunca le había visto de esa manera…

PATRICIA: Entonces… ¿cuál es el problema? ¿Qué pasa con Jared? Y no digas que no lo sabes, ¡porque lo sabes!

MELINDA: Es que… últimamente estoy teniendo dudas. Creo que cometí un error con Jared.

PATRICIA: ¿Un error? ¿Por casarte con él?

MELINDA: No. Por decirle que se fuera sin sentarnos a hablar más a fondo…

PATRICIA: Entonces… ¿quieres volver con él?

MELINDA: No sé. Puede…

PATRICIA: … ¡¿Y por qué no se lo has dicho todavía?!

MELINDA: Como si no lo supieras… ¡Porque soy idiota!


Ya bien entrada la tarde, la Nochevieja Halliwell estaba en su máximo apogeo. Wyatt llevaba la delantera haciendo eses, mientras que Chris arrastraba a un Henry algo contentillo. Los tres habían comenzado la ruta de los pubs, y ahora tocaba la visita a uno estilo años ochenta.

HENRY: A mí tanto alcohol no me sienta bien, ¡hic! Como sigamos a este ritmo me voy a poner malo, malo…

CHRIS: Es que has comido demasiadas galletas…

HENRY: Sí, ¿por? ¡Estaban muy ricas!

CHRIS: (entre risas) ¡No, por nada! Mira, el truco es beberte una copa por cada tres que se beba Wyatt. ¡La guinda de la Nochevieja Halliwell es ver el espectáculo que Wyatt monta estando borracho como una cuba!

HENRY: ¿Pero cómo lo hago? Cada vez que él bebe una, nos da otra a nosotros…

CHRIS: ¿Y tú tienes telekinesis? ¡Hay que colar discretamente la bebida en el vaso de Wyatt!

HENRY: Oh Chris… eres muy sabio. ¡Te quiero, hermano! (dijo mientras le besaba la mejilla)

CHRIS: Vale, mejor que tú bebas una de cada cinco…

WYATT: ¡Ey, cotorras! ¡hic! ¡Dejad de ir como una tortuga! ¡hic!


En la casa de Bobbie, Dag se encontraba en el sofá, comiendo palomitas muy concentrado, mientras veía Casablanca. Yekaterina estaba cruzada de brazos, aburrida, así que decidió entrar en acción y acariciarle el muslo. Dag la miró confuso.

DAG: ¿Qué haces?

YEKATERINA: Empezar por lo que tú pagar. ¿Haber problema?

DAG: Mi amiga Bobbie me dijo que el sexo es algo especial para expresar el amor entre dos personas. Es una chica muy lista, y es lesbiana.

YEKATERINA: ¡Ah! Tu amiga cuidar de ti, ¿verdad?

DAG: ¡Sí! Y a veces me cuida su gato Spock.

YEKATERINA: (extrañada) ¡Muy bien, tú ser un niño muy bueno!

DAG: ¡Gracias! Acabo de descubrir que estoy listo para tener una relación sexual, y no quiero decepcionar a mi amiga Bobbie, así que quiero que sea especial. No entiendo muy bien cómo se hace eso, pero en internet he descubierto que parte del convencionalismo social del cortejo incluye una cena, una película y una conversación agradable, aunque no suelen ponerse de acuerdo en el orden de los mismos. Acabo de descubrir que mis habilidades como fabricante de comidas suculentas son deficientes, así que creo que lo mejor es que obviemos dicho punto del plan y sigamos con la película. ¿Te parece bien?

YEKATERINA: No problema. Tú pagar.

Dag sonrió inocentemente y rodeó los hombros de Yekaterina con un brazo, tal y como había visto en algunas películas románticas.


Rachel guiaba por unas escaleras a Bobbie, pues llevaba los ojos vendados. La visita a sus padres había resultado mucho más dolorosa de lo que esperaba, así que esperaba poder hacerla sonreír en lo poco que quedaba de año.

BOBBIE: ¿Falta mucho? Me estoy poniendo un poco nerviosa…

RACHEL: Tranquila, ya casi hemos llegado.

Rachel abrió la puerta que había al final de la escalera, y ayudó a Bobbie a entrar por ella. Era la azotea de un edificio.

RACHEL: Bien, ya hemos llegado. (dijo mientras le quitaba la venda)

BOBBIE: ¿Qué hacemos aquí arriba? Espera un momento… (se paró a inspeccionar en todas direcciones) ¿Es… es…?

RACHEL: Phoebe me ayudó un poquito. Le hablé de las cosas que recordabas de cuando eras niña, y así pudimos encontrar el edificio que reunía las características arquitectónicas que describiste.

BOBBIE: (emocionada) Aquí vivía con mis padres… Subíamos a esta azotea en los días de buen tiempo para ver las estrellas con el telescopio de Papá, y jugábamos con los charcos de lluvia cuando había escampado… Cada Nochevieja nos tumbábamos aquí sobre una manta para ver los fuegos artificiales de fin de año mientras tomábamos un picnic nocturno. Era nuestra tradición familiar, el mejor momento del año. Aquella Nochevieja mi padre deseaba tanto llegar a casa de Tía Debby para recogerme que no se percató de que el asfalto estaba helado…

Bobbie, al recordar el trágico accidente de coche de sus padres, empezó a llorar de nuevo.

RACHEL: ¡Oh, Bobbie! No quería… Yo no quería que te entristecieras más.

BOBBIE: (negando con la cabeza) No estaba triste. Estoy feliz. Estar aquí contigo es el mejor regalo que nadie podía darme.

RACHEL: ¿Mejor que una comida vegana? (dijo señalando una manta a lo lejos con tupper de comida alrededor)

BOBBIE: (asombrada) Pero… ¿cómo lo supiste?

RACHEL: Me arriesgué.

BOBBIE: Y has tenido mucha suerte.

RACHEL: Nunca he sido más afortunada…

Rachel rodeó a Bobbie con sus brazos y se deshicieron en un profundo beso.


Karen observaba el horizonte desde la ventana de su despacho, sosteniendo con gesto adusto una copa de brandy entre sus dedos. Pauley se acercó lentamente, acariciando con temor el muñón mutilado que antes era su dedo.

KAREN: Míralos. Míralos a todos ellos. Celebran otra vuelta más de la Tierra alrededor del Sol como si fuese algo poético. Si tan siquiera ellos supieran, si sólo fuesen conscientes durante un segundo de la mentira en la que viven, del verdadero mundo que he visto ante mis ojos…

PAULEY: Son unos inconscientes, señora Andrews.

KAREN: ¿Vas a limitarte a repetir todo lo que yo digo como un maldito loro, o vas a desarrollar finalmente una personalidad propia?

PAULEY: Yo, esto…

KAREN: Tranquila, no es culpa tuya. Eres tan ignorante como todos los de ahí abajo, pero al menos te esfuerzas en intentar ver más allá. Dudo que tus limitadas habilidades jamás te lo permitan, aunque admiro tu entusiasmo. Es lo único de ti que me ha impedido tirarte por esta ventana.

PAULEY: Gracias, señora Andrews.

KAREN: Y deja de ser tan lameculos, resulta asfixiante. Si tengo que oír otra de tus adulaciones de mema insustancial, te juro que yo misma te arrancaré otro dedo y haré que te atragantes con él.

PAULEY: Discúlpeme, señora Andrews. No volverá a pasar.

KAREN: No, querida Pauley. Seguro que volverá a pasar. Y yo no podré evitar el deseo de arrancarte esa cara de mosquita muerta con mis propias manos. Pero ahora estoy feliz. ¿No me preguntas por qué, pequeña Pauley?

PAULEY: No, señora Andrews. No quiero agobiarla con mis adulaciones.

KAREN: Tu estupidez me resulta insultante, Pauley. Debes aprender la diferencia entre amabilidad y adulación antes de que me canse de ti de una vez y para siempre.

PAULEY: ¿Y por qué está feliz, señora Andrews?

KAREN: ¿No lo hueles? Siento que todo está a punto de cambiar. Cuando llegue el momento deberás estar preparada, mi limitada Pauley.

PAULEY: Será un honor, señora Andrews.

KAREN: Mi paciencia tiene un límite, querida.


Era la fiesta de fin de año en la hermandad Kappa Tau Chi, aunque Phoebe se encontraba sentada en un rincón, algo marginada. No se sentía con ganas de fiesta en absoluto, aunque Alice parecía estar en su salsa. Debido a su medicación Alice no podía beber alcohol, pero sí que había dado buena cuenta de la cerveza sin alcohol. Y dado que nunca había ido a la universidad, esta era su primera juerga universitaria, así que estaba dándolo todo entre bailes y ligoteos con chicos. Al ver a su hermana tan apartada, Alice se acercó y se sentó a su lado.

ALICE: ¡Qué pedazo de fiesta! He descubierto lo que quiero ser de mayor: ¡universitaria!

PHOEBE: (desganada) Qué bien… ¿Y en qué te vas a licenciar?

ALICE: ¡Ah no! Yo no quiero licenciarme, ¡sólo ir de parranda!

PHOEBE: Muy responsable por tu parte…

ALICE: ¿Pero por qué te pones así? Anda, ¡tómate algo! Ya verás cómo te animas.

PHOEBE: No me apetece…

ALICE: ¡Venga ya! Un traguito…

PHOEBE: ¡Es que no puedo!

ALICE: ¡Ajáaaaa! ¡Lo sabía!

PHOEBE: ¿Saber el qué?

ALICE: No sé. Quiero decir… ¿qué te pasa?

Phoebe resopló desganada y abrió su bolso. Sacó de él un bote de pastillas y se lo dio a Alice.

ALICE: ¿Pero esto qué es? ¿Pastillas para las migrañas? Espera… ¡estas son realmente fuertes! ¿Qué sucede, Phoebs?

PHOEBE: (con ojos llorosos) No lo sé. Siento como si se me fuera la cabeza y no fuera yo misma. Y este dolor… Tengo lagunas y unos sueños muy raros, me despierto en lugares extraños… Por Dios, ¡estoy casada con Owen y no puedo recordar nada de eso! ¡No puedo ni recordar la cara de mi propio marido! Siento como si tuviera una premonición atascada que no quiere venir a mí. De hecho, ya no puedo recordar cuando fue la última vez que tuve una premonición.

ALICE: Oh, Phoebe… Yo… ¿Entonces no estás embarazada?

PHOEBE: ¿Embara…? ¿Por qué piensas eso?

ALICE: Vi un test de embarazo en el baño, y dado que Melinda tiene baño propio y no es ni de Rachel, Patty o mío. Y dudo que Prue haya usado algo más que ese escandaloso vibrador suyo…

PHOEBE: (dubitativa) Pero… no entiendo. No puedo recordar cuando tuve el periodo la última vez. ¿Es… mío? No soy… ¡no soy capaz de recordarlo! ¿Qué me pasa, Alice? No sé si me estoy volviendo loca o si me han hechizado…

ALICE: Como loca diagnosticada te puedo asegurar que no creo que tú lo estés…

PHOEBE: (asustada) ¿Entonces qué me pasa?

ALICE: (abrazándola) No lo sé. ¿Quieres que nos vayamos a casa?

PHOEBE: (limpiándose las lágrimas) ¿No te estabas divirtiendo?

ALICE: ¡Que le den a la fiesta! Quiero estar con mi hermana.

PHOEBE: Está bien. ¿Pero podemos ir mejor a la cafetería? Me apetece un trozo de pastel…

ALICE: Pues claro. Haremos lo que tú quieras. (le sonrió)

PHOEBE: Vale. Voy al baño, ahora vuelvo…


LOUIS: Tal vez le conviniera salir de Casablanca una temporada. Hay tropas de la Francia libre en Brazzaville. Podría facilitarle un pasaje.

RICK: ¿Con salvoconducto? Me vendría bien un viaje y gastar el dinero de la apuesta. Aun me debe diez mil francos.

LOUIS: Ese dinero podrá pagar nuestros gastos.

RICK: ¿Nuestros?

LOUIS: Ajá.

RICK: Louis, presiento que este es el comienzo de una hermosa amistad.

Tras ver alejarse a Louis y Rick llegaba el final de Casablanca, aunque Dag miraba la pantalla confuso, como si esperase que la película continuara. Yekaterina, por su parte, se había dormido en el hombro de Dag al aburrirse por tener problemas para entender lo que decían.

DAG: ¿Y por qué deja que Ilsa se marche? No lo entiendo, se supone que la ama…

YEKATERINA: (desperezándose) YA spal…

DAG: Te dormiste hace un rato. A mí tampoco me ha gustado, no es romántico que se separen si se aman.

YEKATERINA: (sonriendo) A mí no importar película. Tú eres hombre atractivo.

DAG: Bueno, en realidad Melinda diseñó mi apariencia física en base a un profesor de su niñez que le gustaba. Pero gracias, supongo.

YEKATERINA: Yo no entender lo que dices pero no importa. Yo querer ayudarte…

Yekaterina se lanzó sobre el cuello de Dag, cuyos ojos casi salían de sus órbitas. Había estudiado concienzudamente el proceso de reproducción humana, pero no imaginaba que el tacto de las caricias y los besos pudiese ser tan intenso. Dag cerró los ojos mientras ella le acariciaba el pecho, pero entonces sonó una alarma en el teléfono móvil de ella.

YEKATERINA: Lo siento cariño, pero tiempo acabado. Si no tienes más dinero, yo irme…

DAG: Pues no sé. Déjame que pruebe… (cogió el tarro de palabrotas ya vacío y lo agitó) ¡Idiota! ¡Mandril! ¡Asqueroso! Qué raro, no pasa nada…

YEKATERINA: Eres un cielo. Yo deber irme, tener trabajos mañana temprano.

DAG: (apenado) Pero… pero… ¿tú no me quieres?

Yekaterina se inclinó y le besó en la mejilla.

YEKATERINA: Yo esperar volver a verte, gustarme mucho. Llámame de nuevo cuando llenes tarro.


En la sala de las reliquias del inframundo, Nahia inspeccionaba con ilusión su más reciente hallazgo. Hace tan sólo unas horas el Dharxiur no era más que un mito, como la esencia primordial o el santo grial, y sin embargo ahora era una realidad en sus manos. Ella pasaba con cuidado sus delicadas páginas, mientras Phyllis se aproximaba a su espalda.

NAHIA: ¿Curiosidad, Phyllis? Es comprensible, no todos los días una puede ser testigo de cómo se hace historia. Resulta poético que un nuevo año traiga consigo semejante regalo, ¿no crees?

PHYLLIS: Mi Reina, entiendo vuestra emoción. Pero espero que no se ofenda si le digo que habiendo crecido entre cuatro paredes acolchadas, para mí no es más que otro libro viejo más…

NAHIA: Y sin embargo estás aquí, ¿verdad? Aun tienes mucho que aprender para convertirte en una verdadera Rosa Negra, pero seguro que en lo más profundo de tu ser puedes sentir que este libro encierra mucho poder. Sólo hay que desvelar su secreto.

PHYLLIS: Creía que ya éramos poderosas…

NAHIA: Cierto. Pero la magia blanca esconde poderes imprevisibles que podrían aniquilarnos si no somos lo suficientemente cautelosas. Y gracias a la indecisión que despiertas entre los Halliwell junto al increíble poder del Dharxiur, podremos tener una ventaja para ganar esta guerra para siempre, para la Rosa Negra.

Nahia se dirigió a la salida de la sala, pero Phyllis no estaba del todo conforme.

PHYLLIS: ¿Entonces sólo me quiere por eso? ¿Por mi madre?

NAHIA: (desconcertada) Por… ¡por supuesto que no! Oímos tu dolor, y vinimos a ayudarte. Nosotras te acogimos en nuestro hogar para ser nuestra nueva hermana. ¿Por qué si no?

PHYLLIS: Oh… ¡claro! Discúlpame, han sido tantos años… que me he vuelto una desconfiada.

NAHIA: No tienes por qué disculparte. Ahora este es tu hogar también.

Nahia le ofreció su mano, y Phyllis se acercó para cogerla. Nahia se inclinó y le besó la mejilla como muestra fraternal de afecto, y entonces desapareció entre llamas. Phyllis en cambio se quedó ahí inmóvil.

PHYLLIS: Mentira… (balbuceó asqueada mientras se limpiaba la mejilla)

Phyllis se acercó a la barrera mágica que protegía la sala de las reliquias y borró uno de los invisibles símbolos izertianos grabados en el suelo, provocando que ésta se desmoronase. En su mano sostenía con fuerza un cristal telepático, un mineral capaz de transmitir pensamientos y emociones a larga distancia, deseando con todas sus ganas que esta vez sí pudieran oírla.


La Nochevieja Halliwell había hecho su alto en el camino en un parque cercano a la zona de marcha de la ciudad a poco más de una hora del próximo año. Chris y Henry estaban sentados en un banco viendo los fuegos artificiales mientras a lo lejos Wyatt, completamente ebrio, se intentaba besuquear con un travestido que les había seguido desde un local de ambiente.

CHRIS: (aguantando la risa) ¡Mira a Wyatt! Está tan borracho que no se da cuenta de que ese es un hombre…

HENRY: ¡Ja, ja, ja! Va a flipar en cuanto se dé cuenta…

CHRIS: Pobre Wyatt… Siempre intenta aparentar que es fuerte, pero es más frágil de lo que todos pensáis. No sé lo que haría yo si él…

HENRY: (preocupado) ¿Si él qué? ¿Es que le pasa algo a Wyatt?

CHRIS: Eh… No, da igual.

HENRY: No, en serio Chris. ¿Qué pasa? ¿Es que no confías en mí? (preguntó decepcionado)

CHRIS: Claro, no es eso…

HENRY: ¿Entonces?

CHRIS: Es que… A veces me aterra. Es mi hermano y le quiero, pero no puedo evitarlo.

HENRY: ¿Wyatt te aterra? ¿Por qué?

CHRIS: Lo que te voy a contar no lo sabe nadie, salvo mis padres, tu madre y tía Phoebe. Nadie debe saberlo, ni siquiera Wyatt. Especialmente Wyatt. Prométemelo.

HENRY: Lo prometo.

CHRIS: Existió otro yo. Otro Chris venido de un futuro diferente, un futuro donde Wyatt era malvado y aterrorizó el mundo con su poder.

HENRY: (incrédulo) ¿Que qué?

CHRIS: Mi otro yo sacrificó su vida por salvarle a él y a toda nuestra familia. Ahora Wyatt es un brujo bueno, pero podría haber sido diferente. Cuando asesinaron a Alison, Wyatt se volvió más sombrío, y estuvo rozando una peligrosa línea por intentar recuperarla. Desde entonces resurgió este temor latente, esa sensación como si Wyatt fuese una bomba de relojería a punto de estallar. Y que llegado el momento deberé entregar mi vida a cambio de nuevo…

HENRY: Tío, ¿por qué has pasado por esto tú solo? ¿Por qué no hablaste con tus padres, mi madre o la tía Phoebe?

CHRIS: No sé. Supongo que sentía vergüenza…

HENRY: ¿Vergüenza? ¿De qué?

CHRIS: No sé. De ser tan débil, supongo…

HENRY: (apoyando el brazo en su hombro) Puedes hablar conmigo siempre que lo necesites, no tienes por qué llevar tú solo esa carga. Déjame ser tu luz blanca…

CHRIS: Vale, eso me aterra aún más que un hermano malvado…

HENRY: (ofendido) ¡Oye!

WYATT: ¡Ay no, quita! ¡A mí eso no me gusta! (gritó ofendido señalando la entrepierna del travesti)

Chris y Henry se miraron por un segundo, y entonces estallaron en carcajadas.


Al borde de la azotea de aquel edificio donde vivió Bobbie con sus padres, Rachel y ella veían las luces de la ciudad. Apenas quedaban unos minutos para el nuevo año.

BOBBIE: Es precioso. No recordaba la ciudad tan hermosa…

RACHEL: (señalando a lo lejos) ¡Mira! ¡Fuegos artificiales!

Multitud de fuegos artificiales surcaban el cielo nocturno, inundándolo de hermosos colores festivos. Bobbie soltó su mano y comenzó a dar vueltas lentamente con los brazos extendidos, llena de felicidad.

BOBBIE: Puedo volar…

Rachel sonrió al verla, no podía evitarlo. Lo único en lo que podía pensar era en que aquel era el mejor día de su vida.


6, 5, 4, …

“No mires atrás, no pares de correr”, repetía para sí aquella joven. Sabía perfectamente lo que había iniciado. Algo grande, algo terrible. Algo que ni las mismas Rosas esperaban. Había comenzado una guerra.

La joven sostenía con fuerza entre sus brazos el objeto de la discordia, una preciada reliquia por la que matar y morir. No podía teleportarse, y el inframundo era últimamente un lugar donde reinaba la anarquía a pesar de los fútiles esfuerzos de la fémina Fuente, así que buscar refugio era una tarea harto difícil. Y estaba completamente agotada, sin aliento. Tanto que no calculó bien sus fuerzas y tropezó con una roca que había a sus pies. Ella se levantó algo desorientada, como si no recordara cómo había llegado a aquella sala circular, y al centrar su mirada en su reflejo en un pequeño charco del suelo se sorprendió al divisar el rostro que le devolvía la mirada. Era el rostro de Phoebe Halliwell.

Media docena de Rosas se disponían a rodearla con bolas de energía entre sus manos, cuando una silueta femenina de largo cabello rubio se acercó lentamente hasta detenerse a unos pocos metros de ella. Su cara reflejaba cierta ira, pero sobre todo destilaba sorpresa y desconcierto.

NAHIA: ¡Anda! Mira qué rata tenemos aquí husmeando… ¡Si es la infanticida Halliwell! No sé cómo habéis descubierto lo del libro, pero me lo vas a devolver ahora mismo si no quieres que me haga una bufanda con tu lengua…

PHOEBE: ¡Pierdete, rubia de bote!

NAHIA: (ofendida) ¡¿Rubia de…?! ¡Pero cómo se atreve!

Nahia, llena de furia, lanzó una bola de fuego contra la joven Halliwell, pero ella estuvo más rápida y la desvió con su pirokinesis. Sin embargo, había sido una bola demasiado potente para su poder, lo que hizo que saliera despedida contra la pared de roca.

NAHIA: (confusa) ¡Un momento! No tiene sentido, ese no es su poder…

La chica se levantó del suelo, pero no era Phoebe Halliwell. Era Pauley Scorsone, la secretaria de Karen Andrews. Pauley agarró con firmeza el saco que guardaba el Dharxiur, mientras el rostro de Nahia se llenaba de vulnerabilidad y decepción.

NAHIA: Karen… ¿Por… qué? Creía que teníamos un acuerdo…

PAULEY: Esta no es la era de la Rosa Negra, es el tiempo del Cisne Rojo…

NAHIA: ¡Jamás! ¡No dejaré que salgas de aquí con vida!

PAULEY: Lástima. Podrías haber sido una excelente vasalla de la auténtica reina de todo y de todos. (tocó el intercomunicador de su oído) ¡Equipo Alfa, en posición!

Nahia, furiosa por la chulería de la sirviente de la que fuese su gran aliada y amiga, se dispuso a lanzarle una nueva bola de fuego, pero entonces fluctuaron a su alrededor cerca de una docena de efectivos de Warsend, la división militar de Red Swan, que parecían sin duda haber sido sometidos al Proyecto Náyade.

En cuestión de segundos se formó una desigual batalla campal entre las seguidoras de Nahia y los hombres de Karen, mientras Nahia intentaba acercarse a la astuta y temerosa Pauley. Nahia estaba a punto de echarle el guante, pero entonces recibió un brutal impacto de una enorme roca por parte del jefe del equipo alfa. La Fuente de Todo Mal, ahora atrapada, sólo podía observar con impotencia cómo Pauley lanzaba una poción transportadora contra el suelo y desaparecía con el preciado libro que tantos años le había costado encontrar, no sin antes dedicarle un obstinado saludo.

NAHIA: ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAGH! (gritó llena de furia y dolor)

3, 2, 1… Feliz 2036.


Patricia acababa de llegar a la mansión Halliwell, sonriente por la sensación de relax que traía. Sin embargo, se sorprendió al ver la casa más vacía de lo habitual, lo que significaba que ninguno había vuelto de sus aventuras de fin de año. Y eso estaba bien, o al menos eso creía. Patricia se acercó al salón a oscuras, donde Prue veía un video en la televisión de una niña pequeña jugando en un parque.

PATRICIA: ¡Feliz 2036, Prue!

Pero Prue no contestó. Patricia dio la vuelta al sofá y se sentó, y entonces pudo ver que estaba llorando.

PRUE: ¿No ha venido Melinda?

PATRICIA: Decidimos ir por caminos distintos. ¿Pero qué te pasa a ti, Prue? ¿Por qué estás así?

PRUE: (señalando la televisión) La señora Fletcher lo grabó cuando Phyllis tenía unos cuatro años, poco antes de que tuviera que internarla…

PATRICIA: Prue…

PRUE: Bianca está durmiendo en su cuna. Hemos estado jugando todo el día y nos lo hemos pasado muy bien, pero cuanto más crece ella más me doy cuenta de lo que me perdí con mi propia hija…

Prue comenzó a llorar con más fuerza aun, y Patricia entonces se acercó y la estrechó entre sus brazos.

PRUE: (desolada) ¿Por qué, Patty? ¡¿Por qué me hizo esto la abuela?!


NATHAN: Toma hijo. (dijo lanzándole una cerveza)

Nathan estaba a punto de sentarse junto a su hijo para ver un maratón de Star Wars, tradición Bradford de año nuevo que pretendían instaurar, pero de repente alguien llamó al timbre.

JARED: Debe ser la pizza…

NATHAN: Ya voy yo.

Nathan se levantó y fue corriendo hacia la puerta, pero no era ningún repartidor.

NATHAN: Oh, Melinda… Será mejor que me vaya… lejos.

Nathan se marchó a otra habitación, pero Melinda seguía ahí parada en la puerta.

JARED: ¿No quieres pasar?

MELINDA: Sí. No. No sé…

JARED: ¿Algún problema? ¡¿Le ha pasado algo a nuestra hija?!

MELINDA: No. No es eso…

JARED: Entonces… ¿qué pasa?

MELINDA: Quería saber si sigues pensando en nosotros…

JARED: Ah… ¿no sentías algo por Dag?

MELINDA: (humillada) ¡Estúpido hijo de perra! Me largo de aquí…

Melinda salió corriendo, furiosa, pero Jared la persiguió arrepentido. Finalmente, cuando llegó a la calle, pudo alcanzarla.

MELINDA: (enfadada) ¡¿Qué?!

JARED: ¡Eso quiero saber yo! ¡¿Por qué has venido aquí entonces?!

MELINDA: ¡Pues porque al parecer soy estúpida!

JARED: Mel, tú eres de todo menos estúpida…

Melinda se quedó pensativa durante unos segundos, pero entonces empezó a negar con la cabeza.

MELINDA: He cometido un error. No debería haber venido, lo siento…

JARED: ¡No, espera! Mel, tenemos muchas cosas de las que hablar. Pasa, por favor, y podremos…

MELINDA: (interrumpiéndole) Estoy embarazada.

JARED: … ¡Oh! ¿Cómo? ¿Cuándo? (de repente cayó en la cuenta) Claro… la noche de Halloween.

MELINDA: La noche en la que te maté…

JARED: Mel, no… ¡Estoy bien! No te preocupes por eso…

MELINDA: No quiero mentirte, Jared. Si te cuento esto ahora es porque si volvemos a estar juntos, quiero que sea por las razones correctas…


Karen observaba desde la ventana de su despacho los fuegos artificiales, gozosa por su éxito. Había traicionado por el camino a la única amiga y aliada que jamás había tenido, pero no importaba. De hecho, le hacía sentir más plena aun si cabe. Ella nunca se había considerado una mujer dispuesta a recibir órdenes.

PAULEY: Señora Andrews, el programa de criptografía está funcionando a plena marcha para traducir los escritos.

KAREN: Gracias Pauley, esta vez has hecho bien tu trabajo. Puede que hasta te regale un dedo nuevo… Y ahora, si no te importa quiero que me dejes sola. Estoy segura de que pronto voy a tener asuntos que atender.

PAULEY: (emocionada) ¡Muchísimas gracias, señora Andrews!

Pauley, llena de entusiasmo, corrió con sus típicos andares de pizpireta hasta la puerta. Karen entonces sonrió, y cerró los ojos.

KAREN: No hace falta que te escondas, querida. Puedo oler tu indecisión…

PHYLLIS: (saliendo de detrás de una columna) Eres una mujer ciertamente extraña…

KAREN: ¿Entonces has decidido ya si vas a matarme o no?

PHYLLIS: No lo sé. Me inquieta lo que pretendes hacer con ese libro…

KAREN: Nahia cree que es un simple libro de magia negra. Muy antiguo, sí, y poderoso, pero simple. Y no podría estar más equivocada, puedo notarlo…

PHYLLIS: ¿Y qué te hace diferente a Nahia? Ella lucha por una causa, ¿cuál es la tuya?

KAREN: (entre risas) ¿Por una causa? ¿Eso es lo que te ha dicho? Te habrás dado cuenta de que ella utiliza a sus esbirros como simples peones de su juego. Ha construido un castillo de naipes sobre una moral feminista muy laxa. Pero supongo que de eso ya te habías dado cuenta, de no ser así no habrías utilizado el cristal telepático que te entregué.

PHYLLIS: Tenías razón, ella sólo me quiere por mi conexión con mi madre. Pero no has respondido a mi pregunta.

KAREN: Cierto. Este mundo estaba lleno de pureza, pero gente como Nahia o como tu familia lo han corrompido hasta volverlo irreconocible. Soy consciente de ello desde mi más tierna infancia, y desde entonces supe que como ciudadana de este mundo libre era mi deber limpiar la podredumbre y la oscuridad conque lo asolaban aquellos que se consideran a sí mismos como maestros de la… magia. (recalcó asqueada la última palabra) He nacido con la misión de guiar al resto de gente como yo hacia un nuevo mundo…

De repente, apareció frente a ellas Nahia, la Fuente de Todo Mal, acompañada por un par de fieles guardianas y de sus principales lugartenientes: Sasha, Clarissa y Rebecca. Phyllis se sobresaltó un poco, pero Karen no. Las esperaba con una amplia sonrisa.

KAREN: Te estaba esperando, Nahia. Supongo que no podremos cumplir el sueño que compartiste conmigo aquel día en la laguna…

NAHIA: ¡Cállate zorra! ¡Me has engañado! ¡ME HAS UTILIZADO!

KAREN: (asqueada) Tú sólo eres un maldito demonio…

NAHIA: ¡HIJA DE PUTAAAAAAA!

Nahia preparó una potente bola de fuego entre sus manos, y la lanzó directamente contra Karen.

PHYLLIS: ¡No!

Phyllis usó su telekinesis y desvió la bola de fuego hasta que chocó contra una de las guardianas de Nahia, haciéndola explotar.

NAHIA: (sorprendida) ¡Tú! ¡Maldita escoria Halliwell! ¡Te di un hogar, ¿y así es como me lo pagas?!

Nahia le lanzó una bola de fuego a Phyllis en represalia, pero Karen la desvió con su llamarada oscura.

KAREN: Ella sólo ha visto la verdad que se esconde bajo tus mentiras, y ha actuado en consecuencia. De la misma forma que es mi hora de actuar.

Karen abrió el Dharxiur, dejando escapar unos grotescos susurros, y extendió la pantalla holográfica con la traducción de la página.

KAREN: ¡Ans opti kirare nasum mae! ¡Niad yari oln betskara! ¡Ovili masrte flenisen grone! ¡LIADUP ARBE TUNLEEN HIRSTOLEM!

Un intenso viento inundó el despacho de Karen, mientras ésta flotaba en el aire. De la nada aparecieron una serie de rayos luminosos que impactaron contra su cuerpo, y finalmente todo se llenó de una luz cegadora. Cuando Nahia volvió a abrir los ojos, Karen se encontraba frente a ella con la cabeza gacha y resoplando. Sin dudarlo un segundo, Nahia hizo materializarse una espada con su poder y le atravesó el pecho con ella.

PHYLLIS: (asustada) ¡Dios santo!

REBECCA: ¡Buen trabajo, mi Reina!

NAHIA: Es hora de morir, zorra.

Pero Karen alzó sonriente su cabeza y le atizó un manotazo a Nahia que la hizo volar por los aires. Sus seguidoras se dispusieron a socorrerla, pero Karen se quitó con rapidez la espada y se la clavó en el estómago a Rebecca, y con su llamarada oscura destruyó a la otra guardiana de Nahia. Sasha y Clarissa sostuvieron de los brazos a la malherida Rebecca y fluctuaron fuera del despacho, abandonando a Nahia, su Reina.

KAREN: (furiosa) ¡YO NO ACEPTO ÓRDENES! ¡YO… SOY… KAREN ANDREWS!

Karen lanzó nuevamente su llamarada oscura contra Nahia, pero ésta consiguió esquivarla aunque le abrasó el brazo y la pierna izquierda. Antes de que pudiera rematarla, Nahia desapareció entre llamas, con lágrimas de furia y dolor en los ojos.

PHYLLIS: ¿Te… te encuentras bien?

KAREN: El destino me ha forzado a tener que manipular esta indeseable magia para poder devolverle la pureza a este mundo. Pero soy fuerte, y no cejaré en mi empeño.

PHYLLIS: Ahora la Rosa Negra irá a por ti…

KAREN: Nunca he temido los desafíos, aunque la Rosa Negra acaba de quedar seriamente debilitada después de esta derrota. Tú en cambio… has demostrado un tremendo valor enfrentándote contra la Fuente de Todo Mal.

PHYLLIS: Es que… siento que eres la primera persona que realmente ha querido ayudarme, al menos sin buscar algo a cambio. Sé que podrías haber robado perfectamente el Dharxiur sin mi ayuda, pero confiaste en mí y te lo agradezco.

Karen se acercó a Phyllis y puso las manos sobre sus hombros.

KAREN: Sé lo que has vivido, lo que temes… Una vida sin amor, olvidada, perdida. Y sé que no necesitas unos parientes ausentes que te digan quien debes ser, o una falsa salvadora que te manipule. No, lo que tú necesitas es… una madre. Y yo puedo dártelo.

Karen la estrechó entre sus brazos, y Phyllis apoyó la cabeza sobre su hombro. Al fin se sentía segura, había encontrado un hogar.



Escrito por Marlop88

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