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4. EL MILAGRO DE LA VIDA


















LENAI: ¿Hola? ¿Puede oírme alguien? (gritó aterrada en mitad de la oscuridad)
Lenai estaba recostada en un suelo húmedo y frío. La oscuridad era aterradora, así que preparó una bola de energía para alumbrarse en aquella pequeña estancia. Con lentitud se dirigió a una puerta que parecía aparentemente atrancada, y con un buen golpe logró atravesarla, pero lo que se encontró a su alrededor era completamente desolador. La enorme sala en ruinas en la que acababa de entrar estaba llena de cadáveres humanos. Aun siendo un demonio, para Lenai aquel panorama era descorazonador. En una de las paredes, pudo divisar un extraño grabado luminoso del que saltaban chispas: P3.
Lenai se movió con cuidado entre los escombros y los cadáveres y se dirigió a la salida del club. Frente a ella se divisaba una ciudad de desconocida arquitectura, con edificios desafiando a las nubes, aunque la desolación también estaba presente aquí. Por las calles de dicha ciudad, Lenai sólo pudo encontrar ruinas y muerte, acompañada únicamente por la soledad de una oscura noche en la que la Luna brillaba con un fulgor rojo sangre. Lenai se preguntaba cómo había llegado hasta allí, y qué es lo que le había sucedido a aquella población. Pero por más que llamaba a alguien, quien fuese, la única respuesta que encontraba era el susurro del viento. Pero entonces, algo cruzó a toda velocidad a sus espaldas provocando bastante ruido.
LENAI: ¿Hay alguien? (insistió confusa tras darse la vuelta)
No obtuvo respuesta, aunque el ruido volvió a aparecer, esta vez frente a ella. La sombra de una persona cruzó rauda como el rayo por la calle hasta internarse por un callejón, y Lenai, sin saber por qué, salió decidida en su búsqueda mientras le rogaba que esperase. Lenai persiguió a esa sombra a lo largo de varios callejones hasta que finalmente la perdió, pero al regresar nuevamente a la calle principal, se encontró frente a ella a un hombre de espaldas de cabello oscuro. Algo en el corazón de Lenai le decía que aquel hombre era parte de ella, mientras el colgante de su cuello le confirmaba sus sospechas con un leve parpadeo.
LENAI: ¿O... Omicron? (susurró insegura) ¡¡¡Omicron!!!
Lenai, emocionada, corrió con todas sus ganas hasta alcanzar la posición de aquel hombre, parándose a escasos metros. Pero entonces aquel hombre se giró, revelando un rostro desconocido por ella hasta entonces, y señalando con la mano hacia la posición en la que un segundo antes estaba observando.
ARAZOT: El fin se acerca... (anunció emocionado con una sonrisa en el rostro)
Lenai, aterrorizada, alzó la vista hacia donde señalaba, donde pudo encontrar la figura de un hombre suspendido en el aire y concentrando su poder en una bola de energía inmensa...

CARCELERO: ¡Despierta, traidora! (le espetó mientras la rociaba con agua helada)
Lenai despertó sobresaltada de su sueño, aunque no estaba del todo segura de si se alegraba de ello o no. Se llevó las manos al vientre; estaba mucho más grande. Apenas llevaba unos días encerrada en aquella jaula, pero el fruto de su vientre crecía con fuerza y rapidez en su interior. Cualquiera diría que llevaba cinco o seis lunas de gestación. Aquello, unido a los malos presagios que llevaba sintiendo por aquellos extraños sueños, hacía que Lenai estuviese muy confusa y asustada. Pero al fin y al cabo, era también la semilla de Omicron, el único recuerdo vivo de su difunto amado. Protegerlo cueste lo que cueste era su misión como madre, a pesar de dolor que sentía por la pérdida de su amor.
Lenai apretaba con fuerza la rutilante gargantilla de su cuello, intentando recordar su último momento de felicidad, mientras las lágrimas recorrían imparables por su tiznado rostro. Sabía que iba a morir. Salvar aquella vida de su interior era su prioridad; lo que le sucediese a ella por el camino ya no importaba.
En el templo plateado, Alfa observaba con preocupación el cielo nocturno. A pesar de haber triunfado en su colaboración con el bando demoníaco, algo seguía perturbando al líder de los avatares. Beta se acercó con lentitud hacia su posición y alzó la vista hacia el horizonte, observando el mismo paisaje.
BETA: A pesar del éxito de nuestros planes, presiento que algo va mal (susurró rasgando el sepulcral silencio)
ALFA: Pegaso está más brillante de lo habitual, y Cefeo tiene un parpadeo muy inusual. Además, Sagitario ha tomado una tonalidad rojiza muy sospechosa... (se lamentó con seriedad)
BETA: Los astros no mienten. Algo aterrador se aproxima. Una fuerza maléfica jamás conocida hasta ahora...
ALFA: ... que desestabilizará por completo el equilibrio de poder y que traerá consigo el caos y la total desolación. (le interrumpió solemne) Sí, las señales siguen en el cielo. A pesar de nuestros esfuerzos, son más claras que nunca.
BETA: Pero no tiene sentido. Ejecutamos al traidor, ya no hay manera de que una su poder al de la demonio para amenazar al mundo mágico... (dijo confusa)
ALFA: Avatares y demonios conforman las especies mágicas más poderosas del mundo. Alguien capaz de aunar ambas fuerzas tendría un poder inimaginable... (aclaró con tristeza)
BETA: ... Sagitario ha tomado una tonalidad rojiza muy sospechosa... (repitió aterrada) Un mestizo...
ALFA: Un vástago maligno, fruto de un amor prohibido. Mitad avatar, y mitad demonio.
BETA: “Y en la primera guerra cayó, y consternado por la traición orquestó en su plan que su heredero caminaría por los dos mundos con pisadas de sangre. Nacerá como el fruto prohibido de dos razas en guerra y se proclamará soberano de la muerte” (recitó con temor)
ALFA: La criatura vaticinada por la primera profecía, semilla de Ares. Un ser de terror cuya sed de sangre esclavizará a los demonios, someterá a las brujas, enloquecerá a los hombres y erradicará la raza avatar...
BETA: Si la semilla maléfica brota, será el fin.
ALFA: Es posible, pero lucharemos hasta el final si es preciso. Protegeremos al colectivo. Protegeremos el equilibrio de la magia. (replicó decidido)

LENAI: Cuando era pequeña, miraba las estrellas. Sabía que mi destino se escondía detrás de su hermoso brillo. Disfrutaba intentando descifrar aquel enmarañado tejido que guardaba mi camino. Estaba segura de que había algo más, algo grande que me esperaba... Qué ilusa, ¿no? (reconoció con tristeza, sin dejar de llorar)
DEVLIN: Mi querida Lenai... Me duele verte en esta situación. Si por mí fuera, abriría ahora mismo esta jaula y miraría hacia otro lado. Sin embargo, cada uno debemos asumir nuestros actos. Es nuestro destino.
LENAI: ¿Destino? (reprochó incrédula) El destino no existe, no para mí. He vivido la mayor felicidad que jamás pensé que podría sentir para luego serme arrebatada en completa injusticia. Y aunque así fuese, aunque existiese algo llamado “destino” o como narices le quieras nombrar, vaya destino irónico, ¿no?
DEVLIN: A veces nos encontramos en situaciones que escapan a nuestro control. (susurró intentando calmarla) Somos incapaces de entender la imagen completa, únicamente porque queremos descubrir su significado desde dentro. Desde fuera, la panorámica es distinta, y lo que no tenía sentido adquiere un nuevo matiz. El destino nos aguarda cosas que jamás pensaríamos que nos podrían suceder, y de la misma forma somos incapaces de entender las razones de por qué suceden las cosas. Porque nuestra panorámica es distinta.
LENAI: (comenzando a llorar con tristeza) ¡Pero eso ya carece de importancia! ¡El ha muerto, y con mi muerte mi hijo también perecerá! ¡Es lo único que me queda de él, no puedo permitir que lo maten!
Devlin, compungido por las palabras de Lenai, introdujo su mano por la estrecha reja y estrechó la suya en señal de afecto. Lenai miró a los ojos a Devlin, y asintió en señal de calma. Entonces Devlin se levantó y se dirigió a la salida, pero antes de llegar a la puerta se paró de espaldas a Lenai.
DEVLIN: Lo... recuerdo (soltó repentinamente)
LENAI: ¿Qué? (dijó confusa)
DEVLIN: Mirabas las estrellas como si nada hubiera más importante en el mundo (respondió mientras se daba la vuelta) Para un joven demonio de apenas doscientos años como yo era todo un honor que La Fuente te otorgase un voto de confianza tan grande como el de ser el escolta de su hija. Corrías como loca de un lado para otro, con un dominio inusualmente magistral de la magia. Fueron unos buenos años...
LENAI: Eras muy estricto conmigo, pero siempre conseguía sacarte una sonrisa (replicó mirando para otro lado)
DEVLIN: Cierto... Incluso entonces desprendías ese candor y ese brillo tan especial en la mirada. Recuerdo que te creías completamente invencible, y para impresionar a La Fuente quisiste aniquilar tú sola una facción rebelde de demonios Horz.
LENAI: Sí, bueno...
DEVLIN: Casi no llego para evitar la desgracia. Recuerdo que entonces me miraste con los ojos llenos de lágrimas, te aferraste con fuerza a mi cuello y entre sollozos me hiciste una pregunta. Ahora, no sabría que pensar...
Devlin observó como Lenai se encogía aovillada en el suelo de su jaula, aun con tristeza, así que decidió fluctuar fuera de la prisión demoníaca. Zankou salió en ese momento de su escondite, y sonriendo malévolamente también fluctuó fuera de la prisión.

Las horas pasaban casi sin darse cuenta. El tiempo de Lenai, ahora que tenía fecha de caducidad, parecía más efímero si cabe. Desorientada, de repente su jaula se encontraba situada en el centro de una enorme mesa circular, ocupada por decenas de demonios. Lenai pudo reconocerlos sin dificultad: estaban los cooperantes más serviciales de La Fuente así como jefes de los más importantes clanes y facciones demoníacos. Sin embargo, aquello más que un juicio parecía una vulgar bacanal diabólica con licores, sangre y esclavos humanos que les sirviesen. Que su vida, pero sobre todo la de su hijo no nato, fuese tratada con semejante frivolidad le resultaba humillante y aterrador a partes iguales. La muerte se aproximaba, podía olerlo. Su hedor era inconfundible.
Entre aquella reunión maléfica, Lenai era capaz de divisar las fugaces miradas de burla y desprecio de los que meses atrás se habrían arrodillado con su solo recuerdo. Su nombre, antes inspirador de pánico y de terror en el inframundo, ahora era sinónimo de la vergüenza. Sin embargo, la aparición repentina de La Fuente entre fulgurantes llamas rompió la monotonía de aquella decadente celebración. Todos observaron con temor a represalias, puesto que aun siendo una traidora a su raza, Lenai no dejaba de ser hija del rey de los submundos.
DEVLIN: ¡Silencio, buitres! (interrumpió con asco) Nuestro señor del mal presidirá el juicio contra la princesa Lenai...
Antes de que pudiese continuar, el clima de tensión entre los presentes se rompió por completo ante la mención del título de la traidora, abucheando de indignación porque aun mantuviese dicho estatus después de las evidentes pruebas de su herejía. El Oráculo, que como siempre ocupaba el reposabrazos del trono de La Fuente, sonreía de satisfacción como si les diese pie a aquella pandilla de carroñeros a despedazar verbalmente a la acusada, mientras la enorme pitón que surcaba su cuello abría sus fauces y enseñaba sus colmillos mientras bufaba, relamiéndose ante la que podría ser su próxima víctima. Devlin, abrumado por semejante jaleo, intentó poner orden a toda costa, pero la poca paciencia de La Fuente desembocó en una poderosa bola de fuego que hizo estallar al desconcertado líder de una facción Grimlock.
LA FUENTE: ¿He obtenido vuestra atención? Vaya, me alegro... (inquirió mordazmente) Lamento interrumpir vuestra divertida reunión, ¡pero creía recordar que esto era un juicio demoníaco!
El grito de La Fuente hizo retumbar con fuerza la caverna, lo que ayudó a que el resto de líderes retomaran su temblorosa posición de vasallaje. Devlin carraspeó unos instantes y se dispuso a repetir su discurso.
DEVLIN: Nuestro señor del mal presidirá el juicio contra la princesa Lenai, acusada de traición, confabulación con el enemigo y conspiración para con su pueblo. El juicio demoníaco es un rito sagrado, y requiere pagar el precio de la palabra con sangre. La tradición requiere de un miembro de esta mesa que esté dispuesto a pagar ese precio para asumir el peso de la acusación.
Tras finalizar sus palabras, prácticamente todos los integrantes de la mesa se ofrecieron gustosos, cada uno intentando elevar más la voz que sus compañeros más próximos. La Fuente observaba extasiado el servilismo de sus subordinados, que parecían dispuestos a batirse en duelo con tal de poder despedazar a aquella ramera. El Oráculo, sin que nadie lo esperase, alzó su voz por encima de las demás y se ofreció como representante de la acusación, algo que agradó sobremanera a La Fuente, que accedió sin dudar a cederle ese puesto, puesto que podía confiar más en ella que en cualquiera de esa conjunción de chupasangres. El Oráculo se levantó del reposabrazos con lentitud y se dirigió hasta un pedestal de roca que sostenía un recipiente de oro, y sin duda alguna, tomo uno de los alfileres de su peinado y practicó un corte en la palma de su mano, dejando caer unas gotas de sangre sobre el mismo. Una fuerte corriente de aire confirmó el pago de la deuda de sangre.
DEVLIN: La tradición también requiere de un miembro de esta mesa que esté dispuesto a pagar la deuda de sangre para asumir el peso de la defensa. ¿Hay alguien que esté interesado en ofrecerse voluntario?
Tras estas palabras, un silencio sepulcral invadió la caverna. Todos observaban con recelo, casi sin pestañear, para poder descubrir a aquel iluso que estuviese dispuesto a asumir semejante despropósito. Devlin los observó uno a uno avergonzado y entristecido, incapaz de asumir que nadie quisiese apoyar a la pobre Lenai.
DEVLIN: ¿No hay nadie dispuesto a asumir ese cargo? (repitió con dureza, esta vez imprimiendo un toque de ira en su voz)
Sin embargo, a pesar de las exigencias, nadie respondió al llamamiento. El absoluto silencio fue repentinamente roto por decenas de voces cuchicheantes, algunas afirmando la locura que suponía defender a aquella bastarda, otras simplemente mofándose de ella. La paciencia de La Fuente llegó a su límite, que con un sonoro aullido consiguió hacer temblar violentamente aquella caverna.
DEVLIN: ... Yo lo haré, pues. (se ofreció con decisión, dejando boquiabiertos a casi todos los presentes)
LENAI: ¡¡¡No!!! (interrumpió preocupada) Gracias Devlin, pero me defenderé sola. En realidad, es lo que esta panda de víboras quiere...
El Oráculo, sonriente, se acercó nuevamente al recipiente dorado y lo aproximó hasta la jaula, mientras los líderes demoníacos abucheaban nuevamente a Lenai por sus improperios. Lenai se levantó con cuidado, sujetando dolorida su enorme barriga, y extendió su mano fuera de la jaula hasta situarla encima del recipiente. El Oráculo agarró firmemente su filoso alfiler y practicó sin cuidado un profundo corte en la palma de Lenai, provocando que un fuerte chorro de sangre se derramara sobre el recipiente. Otra intensa corriente de aire confirmó el pago de la deuda de sangre, tras lo que todos los presentes se acomodaron en sus posiciones. El Oráculo empezó a pasearse lentamente, pensativa.
EL ORÁCULO: (rompiendo el silencio) Desde mi nacimiento he podido ver cosas que nadie podría imaginar. Las barbaries del pasado, las acciones del presente, las amenazas del futuro... todas ellas han pasado por delante de mis ojos antes siquiera de que nadie hubiera podido oír hablar de ellas. Sabiendo de mi valía, nuestro señor La Fuente me otorgó su confianza, y fue recompensado con mi absoluta lealtad. Lealtad incluso cuando sabía que mi vida podría peligrar si le hacía saber la horrible traición que se aproximaba, pero a pesar de todo, mi lealtad fue rígida como una roca, y la confianza de nuestro señor, magnánima. Sin embargo, a pesar de mis consejos, nuestro señor se mantuvo razonablemente en duda, pues a pesar de todo ella es sangre de su sangre. Mis visiones vaticinaron algo que su esencia jamás podría concebir: su vástago, la princesa Lenai, confraternizando con el enemigo y gestando en su interior a su destructor. Sin embargo, al descubrir que la princesa dejó morir sin contemplaciones a sus hermanos para abandonarlo todo y escaparse con esos sucios avatares, las dudas de La Fuente fueron finalmente confirmadas. Hoy tenemos la oportunidad... ¿¡qué digo oportunidad!? Tenemos el deber de erradicar la miserable vida de esta traidora así como la del vástago que gesta en su vientre, esa mezcla de especies contranatura.
Todos escucharon horrorizados el espeluznante alegato de El Oráculo, guardando el más absoluto silencio. Cuando por fin terminó, unánimemente comenzaron a abuchear a Lenai y a pedir su cabeza, mientras le lanzaban piedras y otros objetos cortantes. Devlin, iracundo, se posición con rapidez frente a la muchedumbre y comenzó a gritar con fiereza.
DEVLIN: ¡¡¡El juicio aun no ha acabado!!! ¡La acusada tiene derecho a exponer sus razones!
El Oráculo disfrutaba con aquella patética escena digna del más vergonzoso de los populachos, pero La Fuente hizo una breve apoyando las palabras de su mano derecha. Una vez que la multitud se calmó, Lenai, que se encontraba aovillada en el suelo, se levantó con cuidado y, con lagrimas en los ojos, miró con decisión a su “público”.
LENAI: Yo soy la hija de La Fuente de todo mal. No puedo negar que por ello tuve ciertos privilegios con los que otros siquiera pudieran llegar a soñar, pero eso nunca ha supuesto que no tuviese que esforzarme tanto o más que el resto por llevar a cabo la misión del Inframundo. Siendo princesa, se me exigió desde muy joven a estar a la altura de cualquier situación, y cuando me encontré en aquella batalla en el bosque junto a mis hermanos, supongo que no reaccioné como se esperaba de mí...
EL ORÁCULO: ... y los abandonaste cruelmente. (añadió, interrumpiéndola)
LENAI: (llorando más fuerte) Nos rodearon en cuestión de segundos. Había más de los que esperábamos. Gethar y Lateru fueron sorprendidos con una enorme esfera de luz que los apresó y los hizo explotar. Supongo que debería haber buscado la forma de liberarlos, ¡pero tuve miedo!
Los líderes demoníacos se exaltaron ante aquellas palabras, pero Devlin carraspeó con fuerza, indicando que guardasen silencio.
DEVLIN: Continúa, Lenai.
LENAI: Supongo que no pude huir lo suficientemente lejos de la onda expansiva y caí  inconsciente. Cuando desperté, me encontraba amordazada en una prisión avatar. Intentaron mediante diversos tipos de tortura que les dijese los planes de nuestro señor. (volvió a llorar con fuerza) ¡Estuve varios meses resistiendo todo lo que pude! No quería traicionar a mi pueblo bajo ningún concepto.
EL ORÁCULO: ¡Miente! ¡Miente como una vulgar bellaca! (interrumpió enfadada)
LENAI: ¿Qué? ¡¡¡No!!! (insistió incrédula)
EL ORÁCULO: ¿Entonces debemos creer que esa basura avatar te raptó?
LENAI: Sí...
EL ORÁCULO: ¿Qué te sometieron a intensa tortura durante meses?
LENAI: Ssssí...
EL ORÁCULO: ¿Y debemos creer también que – contra tu voluntad – esos... despreciables seres profanaron tu semilla?
LENAI: No... ¡no! Eso no...
El Oráculo se dio la vuelta y comenzó a agitar la cabeza incrédula, mientras el resto de los presentes reían con fuerza y señalaban a Lenai gritando cosas del estilo de “puta” o “ramera”.
LENAI: ¡Él me salvó! (elevó la voz entre el gentío) Uno de ellos incumplió las órdenes de sus superiores y me sacó de la guarida de los avatares. Fue... muy valiente. Estuvo protegiéndome durante el tiempo que nos escondimos, y sin que ninguno de los dos lo pretendiésemos, el amor nos embargó.
EL ORÁCULO: El amor, sí... (respondió con ironía) Os voy a contar una pequeña historia de amor. Había una vez una pequeña princesa que amaba algo por encima de todas las cosas: un trono. Pero ese trono estaba ocupado por su querido padre. Sin embargo, la ambición de la princesita crecía y crecía cada vez más, hasta que un día vio la oportunidad ante sus ojos y se presentó ante los enemigos de su padre por la puerta principal. Ella les agasajó con una serie de burdas mentiras hasta que consiguió su objetivo: quedar encinta de aquella raza. Su bebé multirracial pronto crecería y la ayudaría a ocupar el lugar en el mundo mágico que bajo su perturbada mente creía que merecía. Todos los aquí presentes habríamos sido entonces aniquilados o doblegados bajo su voluntad.
LENAI: ¡Eso no es cierto! (chilló roja de ira, con grandes lágrimas recorriendo su rostro)
EL ORÁCULO: ¡No insultes a mis poderes, niñata estúpida! He descubierto tu sucio juego, y ahora tú y tu horrible creación pagareis por ello.
Lenai observó confusa el rostro impertérrito de El Oráculo. No podía comprender cómo, si ella podía ver el pasado, el presente y el futuro, había malinterpretado por completo los hechos. Entonces, una mueca de satisfacción de El Oráculo la delató, y Lenai descubrió la horrible verdad: el juicio era una pantomima. El Oráculo lo había planeado todo, y había aprovechado la absoluta confianza que su padre le había depositado para manipularle a su antojo. ¿El motivo? Quizá los celos. Era bien sabido que El Oráculo profesaba una intensa pasión por La Fuente no correspondida, y quizá reducir su circulo de confianza podría hacerla por fin visible a los ojos de La Fuente de la forma que ella tanto ansiaba. O quizá no. Pero eso ya no importaba. Las esperanzas de Lenai se desvanecían por completo, su muerte estaba asegurada. Lenai, derrotada, se desplomó lentamente en el suelo de su jaula, mientras un intenso dolor intermitente golpeaba en su vientre y sus piernas y sus ropajes se empapaban por completo. Su bebé ya venía, pero el dolor de su corazón era más intenso al saber que no podría protegerle.
DEVLIN: Hemos escuchado el argumento de ambas partes. La tradición requiere ahora de un voto unánime para poder dictar sentencia. En caso de no haber unanimidad, nuestro señor La Fuente dictará sentencia personalmente.
Acto seguido, el conjunto de líderes demoníacos comenzó a gritar con unanimidad “¡Matadla!”. El Oráculo no ocultó su amplia sonrisa de satisfacción, mientras Lenai, acurrucada en el suelo, oía los gritos como si fuesen lejanos mientras los intensos dolores de parto le hacían retorcerse.
De repente, algo cambió en aquellos gritos. Ya no eran de júbilo, sino de terror. Lenai se incorporó con cuidado, y cuando alzó la vista pudo divisar a cerca de una decena de avatares luchando ferozmente contra unos desconcertados demonios, que caían con facilidad. Lenai pudo divisar histérica cómo El Oráculo corría histérica de un lado para otro, buscando la protección de su señor para guarecerse de los ataques, y una sonrisa de felicidad cruzó su rostro mientras pensaba para sí la frase “¡Jódete, zorra!”. Lenai estaba contenta con la situación. Demonios o avatares, sabía que ambos querrían verla muerta, pero al menos podía disfrutar viendo aquella deliciosa masacre de los que, según ella, eran los verdaderos traidores: aquella banda de garrapatas que habían nublado el juicio de su noble padre.
Un intenso rayo impactó por sorpresa contra su jaula, provocando que Lenai saliera de su ensimismamiento. El hechizo que impedía que la magia entrase se había neutralizado, y la puerta de la jaula había saltado de sus goznes y había caído al suelo. Era su oportunidad de huir, mientras avatares y demonios se batían en un duelo a muerte por descubrir qué bando la ejecutaría antes. Sin embargo, Lenai estaba demasiado agotada y dolorida como para huir con rapidez, y sus débiles gateos apenas la permitían alejarse lo suficiente.
LÍDER CAMBIAFORMAS: ¡Vas a morir, perra traidora! ¡Jajaja! (dijo sonriente mientras preparaba una bola de energía en su mano)
Lenai, exhausta, cerró con fuerza los ojos para afrontar su fatal destino. Pero entonces, un ázame impactó con fuerza en la espalda del demonio, consumiéndose entre llamas en sus últimos suspiros. Lenai abrió  los ojos y, sorprendida, observó frente a sí a Devlin. Éste se acercó corriendo hasta Lenai, esquivando rayos y bolas de energía, y la cogió en brazos. Con disimulo, se escabulló hacia una galería y corrió todo lo que pudo hasta que estuvieron lo suficientemente lejos, pero los intensos dolores de parto le obligaron a recostar durante unos segundos a Lenai sobre una roca. A lo lejos podía seguir oyéndose el débil rumor de la cruenta batalla.
DEVLIN: Descansaremos aquí unos segundos.
LENAI: Nnnno... nno deberías haberlo hecho (susurró preocupada)
DEVLIN: Te lo prometí. Aquel día me lo rogaste. Me preguntaste si siempre te protegería, y yo te respondí “Siempre, con mi vida”. (contestó sonriendo con lágrimas en los ojos)
LENAI: ¡Jajaja! ¡Pero eso fue sólo cuando era niña! (respondió dolorida entre risas)
DEVLIN: Lo sé. Pero cada vez que te miro a los ojos no puedo evitar recordar a aquella pequeña niña que tanto me recordaba a mi difunta hija...
LENAI: Devlin, yo...
DEVLIN: (inclinándose de repente en una reverencia) Perdóneme, princesa Lenai. Me dejé confundir por las tóxicas palabras de esa arpía adivina. Nunca debí haberos traído aquí cuando os encontré. Nunca debí haberla creído...
LENAI: No... hay nada que perdonar (reconoció sonriente mientras le acariciaba el pelo)
ZANKOU: (saliendo de detrás de una roca) ¡Oh, qué escena más conmovedora! Y yo sin mi pañuelo...
DEVLIN: Lárgate Zankou, esto no va contigo. (recriminó con ira)
ZANKOU: Discrepo. Tu “jefe”, ese al que todos veneráis tanto, parecía desesperado por otorgarme un indulto. ¡Hasta estaba dispuesto a otorgarme tu puesto si os llevaba ante su presencia con las manos en la masa!
DEVLIN: Inténtalo. (dijo sonriente mientras formaba una bola de fuego en su mano) Pero no pienso ponértelo fácil.
ZANKOU: (pensativo) Uhm... supongo que le bastará a ese patán si le digo que estáis muertos. Primero la chica...
Zankou dibujó una maléfica sonrisa en su rostro, y acto seguido lanzó una potente bola de fuego contra Lenai. Devlin, sin dudarlo un segundo, se lanzó hacia la bola para interceptarla, abrasando por completo su brazo izquierdo e impactando violentamente contra el suelo.
ZANKOU: Aficionado... (dijo con decepción) Los idealistas sois muy predecibles. Sabía que bajarías la guardia si atacaba a la chica primero. Y ahora... (caminando hacia Lenai) ... por favor, opón resistencia. Hace mucho tiempo que no tengo la oportunidad de derramar sangre real.
DEVLIN: ¡¡Huye Lenai!!
Devlin, incorporándose con dificultad, consiguió lanzarle una bola de energía a Zankou, no muy fuerte pero lo suficiente para lanzarle por los aires. Lenai, culpable por tener que abandonar a Devlin, concentró todas sus energías para orbitar fuera del inframundo.

Cuando Lenai abrió los ojos, se encontraba en una inmensa pradera. Era de noche, y se podían ver la brillante Luna llena y miles de estrellas en el firmamento. Con mucha dificultad, consiguió levantarse del suelo y mirar a su alrededor, hasta que encontró una pequeña cabaña solitaria a lo lejos. Intentó dirigirse con lentitud hacia ella, pero a mitad de camino una intensísima contracción provocó que cayera redonda al suelo, chillando con fuerza de dolor.
...
...
...
LENAI: ... ¿Don... dde?
????: Mira Teófanes, parece que ya recupera el conocimiento... (anunció la voz de una mujer anciana)
TEÓFANES: Pues la cabeza del bebé ya asoma casi toda, Creusa... (le comunicó la voz de un hombre anciano)
Lenai, al oír voces, poco a poco comenzó a recobrar el sentido. Al abrir los ojos, desorientada, se encontró frente a ella a una pareja de ancianos que parecían cuidar de que el bebé naciera bien.
CREUSA: ¿Estás bien, hermosura? Hace mucho frío como para salir de noche. Tienes suerte de que te hayamos oído, alabados sean los dioses.
TEÓFANES: No te preocupes, jovencita. Ahora estás a salvo en nuestra casa. Tu bebé está casi a punto de salir, así que empuja fuerte cuando te diga, ¿vale? Uno, dos, tres... ¡empuja!
Lenai, agotada como estaba, sacó fuerzas de donde no las tenía y empujó todo lo que pudo. Debajo de todo ese dolor, lo único que podía pensar era en que su bebé estuviese sano.
TEÓFANES: ¡Ya sale, es un niño! Dame el cuchillo para que corte el cordón.
Creusa, sin rechistar, le acercó el afilado instrumento. De un buen tajo, Teófanes sesgó el cordón umbilical por encima del nudo que hizo con una fina cuerda nueva. El bebé ya estaba fuera, pero la preocupación de Lenai no cesaba, dado que aun no había podido oír el llanto. Pero entonces, ese maravilloso sonido inundó sus delirantes oídos: el llanto de un bebé sano. Creusa envolvió al bebé en paños de fino algodón y le depositó el bebé entre sus brazos. Lenai, con la visión algo borrosa miró a su bebé y comenzó a llorar. Se sentía feliz de haber conseguido cumplir su labor como madre de alumbrar a su hijo en un ambiente seguro y agradable. Lenai dirigió su mirada hacia su derecha y una amplia sonrisa inundó su rostro. Alumbrado por los destellos del fogón, una figura querida se acercó al lecho y se inclinó sobre Lenai, mientras el brillo de su colgante desaparecía por completo.
LENAI: ¡Mi amor! Pensé que no te volvería a ver... (le dijo sonriente)
ÓMICRON: Mi preciosa Lenai...
LENAI: Mira... nuestro... bebé... (le señaló emocionada)
Ómicron se inclinó ante el bebé y le dio un tierno beso en la cabecita. Entonces, se acercó sonriente al rostro de Lenai y besó con dulzura sus labios.
...
CREUSA: Hija mía... ¡Hija mía, responde! (insistió zarandeándola)
TEÓFANES: (poniendo la mano bajo su nariz) ... No respira. Ha muerto por el esfuerzo del parto.
Teófanes cerró los ojos de Lenai, mientras Creusa recogía con cuidado al bebé.

Fuera de la cabaña, la luna brillaba con un fulgor de color rojo sangre. Aterradores truenos surcaban los cielos, mientras una lluvia de fuego impactaba sobre la tierra. La semilla de Ares había nacido, era el principio del fin.

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