El humo ya intoxicaba sus pulmones, tenía las mejillas encendidas a
causa del calor del fuego, de la rabia contenida y del miedo. Sus
lágrimas no llegaban al suelo ya que se evaporaban antes de llegar. La
pira estaba montada en mitad de la plaza de la ciudad, como cada vez
que decidían quemarlas. La chica de cabellos pelirrojos miraba al
pueblo con odio y a la vez buscando compasión en algunos de ellos. La
gente gritaba insultos y vejaciones hacía ella que permanecía atada al
poste debajo de la pira de fuego, esperando que el fuego purificase
todos sus pecados.
-¡Confiesa tus pecados bruja!-dijo el alcalde del pueblo a una distancia prudente de la pira
-No tengo pecados…- dijo aguantando las lágrimas
-Hija será mejor que lo confieses antes de que las llamas te traguen-le pidió el cura del pueblo que estaba junto al alcalde.
Habían condenado a la joven por brujería. Por aquella época era normal condenar a las mujeres por coquetear con satanás y adorar a las fuerzas del mal. En el juicio celebrado para Clara había salido culpable, la habían encerrado la noche anterior en un calabozo que había bajo la casa del alcalde y habían decidido quemarla en la hoguera en el crepúsculo del día siguiente, para que sus pecados espiasen. No sabía por qué la habían acusado de bruja, ella vivía tranquilamente en su casa con su marido Anthony. Anthony, volvió a mirar entre la gente para ver si lo encontraba allí, miró y miró, pero no lo encontró. Anthony, su marido, su amor de toda la vida no estaba en su ejecución, en realidad no lo había visto desde hace un par de días, acaso… Pero lo vio, de repente apareció entre la multitud, con un sombrero negro típico de la época. Anthony era un hombre alto, con el pelo largo y moreno, con los ojos color gris. Anthony era Marvin.
-¡Anthony!- gritó Clara desde la hoguera
Anthony le hizo un gesto con los dedos para que se callase
El corazón de Clara iba a toda velocidad, las llamas ya empezaban a alcanzarla. Notaba como el calor ponía tirante su piel, como el humo se le metía hasta los pulmones y como su vida se le estaba escapando sin poder hacer nada y de repente, todo se paró. Anthony se movía entre la gente, era el único que podía moverse aparte de Clara. Anthony se subió a la pira de fuego, el fuego no se movía, no consumía la madera ni los palos que los aldeanos habían recopilado. Estaba paralizado.
-¿Qué está pasando?-dijo intentando retener las lágrimas-¿Anthony qué pasa?
-Tranquila- dijo él soltando los nudos que la retenían en el poste-Vamos, vayámonos de aquí-
-Espera- dijo ella agarrándose a su mano y bajando de la pira -¿Dónde vamos?-
-A casa-
-¿Cómo…? ¿Cómo has hecho eso?-preguntó ella
-Oh, no, ese no es mi poder- respondió él- es el tuyo-dijo empezando a correr por mitad de la plaza
-Entonces… ¿Quién ha hecho eso?- preguntó con la respiración entre cortada
-Tú-
Anthony y Clara llegaron a la pequeña casa en la que vivían en un claro del bosque. Clara tenía un pequeño huerto detrás de la casa donde ella y Anthony cultivaban algunas hortalizas. Ambos entraron en la casa corriendo y cerraron la puerta de madera poniendo un gran madero detrás.
-¿Anthony dime que pasa? Por favor…-le pidió su mujer
-¡Confiesa tus pecados bruja!-dijo el alcalde del pueblo a una distancia prudente de la pira
-No tengo pecados…- dijo aguantando las lágrimas
-Hija será mejor que lo confieses antes de que las llamas te traguen-le pidió el cura del pueblo que estaba junto al alcalde.
Habían condenado a la joven por brujería. Por aquella época era normal condenar a las mujeres por coquetear con satanás y adorar a las fuerzas del mal. En el juicio celebrado para Clara había salido culpable, la habían encerrado la noche anterior en un calabozo que había bajo la casa del alcalde y habían decidido quemarla en la hoguera en el crepúsculo del día siguiente, para que sus pecados espiasen. No sabía por qué la habían acusado de bruja, ella vivía tranquilamente en su casa con su marido Anthony. Anthony, volvió a mirar entre la gente para ver si lo encontraba allí, miró y miró, pero no lo encontró. Anthony, su marido, su amor de toda la vida no estaba en su ejecución, en realidad no lo había visto desde hace un par de días, acaso… Pero lo vio, de repente apareció entre la multitud, con un sombrero negro típico de la época. Anthony era un hombre alto, con el pelo largo y moreno, con los ojos color gris. Anthony era Marvin.
-¡Anthony!- gritó Clara desde la hoguera
Anthony le hizo un gesto con los dedos para que se callase
El corazón de Clara iba a toda velocidad, las llamas ya empezaban a alcanzarla. Notaba como el calor ponía tirante su piel, como el humo se le metía hasta los pulmones y como su vida se le estaba escapando sin poder hacer nada y de repente, todo se paró. Anthony se movía entre la gente, era el único que podía moverse aparte de Clara. Anthony se subió a la pira de fuego, el fuego no se movía, no consumía la madera ni los palos que los aldeanos habían recopilado. Estaba paralizado.
-¿Qué está pasando?-dijo intentando retener las lágrimas-¿Anthony qué pasa?
-Tranquila- dijo él soltando los nudos que la retenían en el poste-Vamos, vayámonos de aquí-
-Espera- dijo ella agarrándose a su mano y bajando de la pira -¿Dónde vamos?-
-A casa-
-¿Cómo…? ¿Cómo has hecho eso?-preguntó ella
-Oh, no, ese no es mi poder- respondió él- es el tuyo-dijo empezando a correr por mitad de la plaza
-Entonces… ¿Quién ha hecho eso?- preguntó con la respiración entre cortada
-Tú-
Anthony y Clara llegaron a la pequeña casa en la que vivían en un claro del bosque. Clara tenía un pequeño huerto detrás de la casa donde ella y Anthony cultivaban algunas hortalizas. Ambos entraron en la casa corriendo y cerraron la puerta de madera poniendo un gran madero detrás.
-¿Anthony dime que pasa? Por favor…-le pidió su mujer
-Clara… te han acusado de brujería, tenemos que irnos de este pueblo-
-¿De brujería?... ¡Yo no soy una bruja!-
-¿Cómo explicas lo que acabas de hacer?-dijo él metiendo algunas cosas en un saco
-Anthony…-dijo saltándosele las lágrimas-¿Qué somos…?-
-Somos Brujos, bueno tú bruja y yo brujo-dijo guardando comida en el saco –Pásame ese trozo de queso-señalando a la mesa-
Clara cogió el queso y se lo pasó
-No somos puros… Anthony. Deberían quemarnos en la hoguera y así nos perdonarían los pecados-dijo limpiándose las lágrimas que le caían mejilla abajo
-eh… ven aquí- dijo abrazándola y permitiendo que Clara se desahogase con él. Ella había deseado la muerte de todos los que habían estado en la plaza contemplando su ejecución, y ahora resultaba que no era una equivocación.-Clara… no dejaré que una panda de paletos con la mente cerrada nos separe-
-Pero si morimos estoy segura que estaremos juntos-
-no digas tonterías, recoge lo que quieras, nos vamos. Aunque sean tontas notarán que has desaparecido y vendrán hacía aquí-
Y Anthony tenía razón, todos los aldeanos habían sido testigos de como Clara se había evaporado delante de sus narices e iban hacía la casa con antorchas para que el fuego la purificase.
-¡Están aquí!- gritó Anthony escuchando el revuelo que todos tenían montado
Habían tirado tres o cuatro antorchas alrededor de la casa y estas habían provocado que la casa prendiera.
-Es el fin…-dijo Clara llevándose la mano a la boca
-Ven aquí- dijo Anthony abrazándola. Se había colgado el saco con sus pertenencias a la espalda- ¿Quieres ver mi poder?-le preguntó con una sonrisa
El humo ya entraba dentro de la casa
-Piensa en un lugar feliz- le pidió Anthony
Y Juntos Anthony y Clara se evaporaron de allí fundidos en un inmenso abrazo.
-¿De brujería?... ¡Yo no soy una bruja!-
-¿Cómo explicas lo que acabas de hacer?-dijo él metiendo algunas cosas en un saco
-Anthony…-dijo saltándosele las lágrimas-¿Qué somos…?-
-Somos Brujos, bueno tú bruja y yo brujo-dijo guardando comida en el saco –Pásame ese trozo de queso-señalando a la mesa-
Clara cogió el queso y se lo pasó
-No somos puros… Anthony. Deberían quemarnos en la hoguera y así nos perdonarían los pecados-dijo limpiándose las lágrimas que le caían mejilla abajo
-eh… ven aquí- dijo abrazándola y permitiendo que Clara se desahogase con él. Ella había deseado la muerte de todos los que habían estado en la plaza contemplando su ejecución, y ahora resultaba que no era una equivocación.-Clara… no dejaré que una panda de paletos con la mente cerrada nos separe-
-Pero si morimos estoy segura que estaremos juntos-
-no digas tonterías, recoge lo que quieras, nos vamos. Aunque sean tontas notarán que has desaparecido y vendrán hacía aquí-
Y Anthony tenía razón, todos los aldeanos habían sido testigos de como Clara se había evaporado delante de sus narices e iban hacía la casa con antorchas para que el fuego la purificase.
-¡Están aquí!- gritó Anthony escuchando el revuelo que todos tenían montado
Habían tirado tres o cuatro antorchas alrededor de la casa y estas habían provocado que la casa prendiera.
-Es el fin…-dijo Clara llevándose la mano a la boca
-Ven aquí- dijo Anthony abrazándola. Se había colgado el saco con sus pertenencias a la espalda- ¿Quieres ver mi poder?-le preguntó con una sonrisa
El humo ya entraba dentro de la casa
-Piensa en un lugar feliz- le pidió Anthony
Y Juntos Anthony y Clara se evaporaron de allí fundidos en un inmenso abrazo.
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