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3x17 AL IGUAL QUE LOS DEMÁS

Las noches de Chicago son características por el poco tránsito. Son oscuras, frías impersonales. Algo extraño e ilógico de una ciudad que podría ser insomne.
Los Halliwell lo sabían, y Henry, Rachel y Bobbie lo sabían. Y la protegida que estaban intentando salvar también lo sabía.
Una suerte de equipo de salvación. El vínculo entre Rachel y Henry estaba más cohesionado que nunca, se entendían a la perfección, como si en realidad los hermanos gemelos hubieran sido ellos dos. Su protegida era una joven rubia con aspecto hippy llamada María.
HENRY: Tenemos suerte de que las calles estén libres de miradas indiscretas a esta hora de la noche.
RACHEL: Las personas normales deben estar en la cama. Mañana es día de trabajo.
BOBBIE: Las personas normales...
Las cosas entren Rachel y Bobbie no estaba en el mejor momento, pero se las habían arreglado para que la acompañase a salvar a un inocente.
RACHEL: Me alegro mucho de que hayas decidido venir (a Bobbie)
HENRY: Yo también me alegro.
BOBBIE: Cuando hay un inocente en peligro, ahí está Bobbie para salvarlo...
Rachel y Henry rieron a la vez.
HENRY: Qué graciosa eres.
RACHEL. Oye, hermanito, te recuerdo que es mi novia.
HENRY: Lo sé, no lo he olvidado.
MARÍA: Perdonad.
BOBBIE: ¿Sí?
MARÍA: ¿Dónde se supone que vamos?
BOBBIE: Oye, chicos, ¿dónde vamos?
HENRY: Al parque.
BOBBIE: Al parque.
MARÍA: (sonriendo a Bobbie) Ya... ¿Y para qué exactamente?
BOBBIE: ¿Para qué exactamente?
RACHEL: Hay que matar al demonio Blezzar con agua. Henry pensó en ahogarlo en la fuente del parque.
BOBBIE: Hay que matar al demonio...
María, la inocente en busca de protección sonrió a la novia de Rachel.
BOBBIE: Lo siento...
HENRY: Lo que no entiendo es por qué tenemos que ir andando hasta el parque. Es decir, somos magos, hagamos un poco de magia.
RACHEL: No. El demonio debe seguir nuestra esencia. O en este caso la de María. ¿Era María, verdad?
María asintió.
HENRY: ¿Esencia? ¿Quieres decir nuestro olor corporal?
RACHEL: Algo por el estilo.
BOBBIE: ¿Pero no ponemos en peligro a María permitiendo que este demonio nos persiga? 
RACHEL: Bueno, cariño, somos sus luces blancas por algo. ¡La protegeremos!
BOBBIE: ¿Qué es lo que hacía este demonio?
HENRY: Lanzar lava ardiendo... ¿O era cantar en voz al viento?
RACHEL: No te lo tomes a guasa.
HENRY: Y no me lo tomo, pero no veo por qué no.
RACHEL: Es nuestro trabajo salvar a la chica y evitar que muera de forma dolorosa.
MARÍA: No os preocupéis, he visto mi muerte y no es así como voy a morir.
HENRY: ¿Ves? Ha visto su muerte. Podemos orbitar hasta el parque y esperar al demonio allí. Puedo ir dejando prendas por el camino, como las migas que llevan al pastel.
RACHEL: ¿Es porque ella está aquí, verdad?
HENRY: ¿Qué dices?
RACHEL: Es porque Bobbie está aquí. 
HENRY: ¿Porque Bobbie está aquí, qué?
RACHEL: No te hagas el loco, sabes perfectamente de lo que hablo.
HENRY: No sé de lo que hablas. ¡No me hago el loco!
RACHEL: Es porque estás enamorado de Bobbie. Lo sé.
HENRY: O, vamos, ya hemos hablado sobre eso.
RACHEL: Sé que te gusta, de hecho sé que has vivido lo mismo que yo he vivido con ella. Pero, Henry, no seas retorcido.
HENRY: No soy retorcido...
BOBBIE: Chicos...
RACHEL: Un momento (a Bobbie).
RACHEL: Sé que no has escogido compartir los mismos recuerdos que yo, pero no por ello tienes que regodearte en ellos. Yo también sé las cosas que viviste con Esther pero las he intentado dejar a un lado.
HENRY: Pues deberías hacértelo mirar porque este ataque de novia celosa no sé a qué viene.
RACHEL: Viene a que no paras de hacerte el gracioso, de hacer bromas mientras tenemos un trabajo que hacer. Dios, estamos juntos en esto y no quiero cagarla.
HENRY: Rachel, dos no pelean si uno no quiere. Entiendo que estés nerviosa, tu relación con Bobbie no pasa por el mejor momento.
BOBBIE: Estoy aquí, ¿sabéis? Ya sé que a veces parece que sólo soy la novia de... Pero de hecho puedo oír y puedo hablar.
Bobbie salió corriendo. Cruzó la calle, sin mirar si quiera, teniendo suerte de que a esa hora Chicago era un muerto viviente.
RACHEL: ¡Bobbie!
La Halliwell salió corriendo en pos de su novia enfada, y su hermano Henry la siguió muy de cerca.
RACHEL: ¡Bobbie espera! ¡Espera!
HENRY: No vas a conseguir nada así.
RACHEL: ¿Qué quieres que haga?
A los pocos segundos los hermanos la alcanzaron, gracias a que Rachel levantó una barrera impidiendo que Bobbi pudiera seguir huyendo.

BOBBIE: No ha tenido gracia lo de la barrera.
RACHEL: Lo siento, ¡no parabas de correr!
BOBBIE: Lo sé, es el objetivo de salir huyendo: correr hasta dejar el problema atrás.
HENRY: Muy lógico...
RACHEL: Vale, lo siento. Lo siento Bobbie. Siento tratarte de esa manera.
HENRY: Yo también lo siento.
Bobbie lo miró extraña.
HENRY: Lo siento de verdad, ¿eh? Aunque no te trate de esa manera ya que no eres mi novia y... ¿cómo podemos arreglar esto? No es que no me guste estar enamorado de ti... Y si supiera que pudiera tener alguna posibilidad, incluso, pero eres la novia de mi hermana. Y eres lesbiana, y creo que yo no.
BOBBIE: Esto es una locura, chicos. No puedo hablar con vosotros así.
RACHEL: Bobbie, espera...
De repente un grito apareció en la noche. Las farolas tintinearon y nuestros tres protagonistas se miraron incrédulos. El chico Halliwell comenzó a contar: uno, dos y tres. Eran cuatro. La protegida estaba en peligro.
RACHEL: ¡María!
Desanduvieron el camino andado y llegaron al punto donde Bobbie había decidido salir corriendo. No encontraron a lo joven por ningún lado.
HENRY: ¿La sientes?
RACHEL: Está por aquí, está viva.
BOBBIE: ¡Mirad chicos allí!
El cuerpo de María salió volando por los aires para chocarse contra el bordillo de una acera. Henry orbitó una papelera de plástico que estaba adherida a una farola y la proyectó hacia la cabeza del demonio. El plástico comenzó a derretirse en cuestión de segundos y el demonio ni se inmutó. El malvado ser giró la cabeza y divisó a nuestros héroes a pocos metros de distancia, con un hálito de aire unas pequeñas nubes de fuego salieron de su boca. Estas nubes comenzaron a inflamarse llegando a un tamaño considerable.
HENRY: ¡Corred!
Las nubes tenían 3 objetivos distintos, cada una de ella, diseñada para quemar hasta los huesos a los Haliwell y la novia, mientras el demonio se encargaba de la inocente. Henry comenzó a correr mientras la bola de fuego le pisaba los talones, ojalá estuviera aquí Alice pensó no sin reírse con sorna.
Rachel levantó una barrera para ella y Bobbie, la cuál las bolas de fuego que estaban hechas para calcinarlas intentaban traspasar.
RACHEL: No sé si aguantaré mucho más.
Bobbie la cogió de la mano y comenzó a fluir energía. 
BOBBIE: Puedes hacerlo.
RACHEL: Aunque aguante la barrera, María está desprotegida y el demonio va a matarla.
Bobbie concentro toda su energía en las manos, se separó de Rachel y las llevó al suelo.
RACHEL: ¿Qué estás haciendo?
BOBBIE: Voy a probar una cosa.
A un par de metros de distancia la tierra comenzó a temblar. María se arrastraba con el suelo con graves quemaduras en su piel mientras el demonio Blezzar jugaba con ella. La tierra se abrió bajo los pies del demonio y unas enormes enredaderas comenzaron a surgir a una velocidad vertiginosa. Las enredaderas comenzaron a envolver al demonio en una especie de capullo.
RACHEL: ¿Eso lo estás haciendo tú?
Bobbie no dijo nada pero asintió con la cabeza. Las enredaderas se estaban llevando gran parte de su energía, y necesitaba estar concentrada al máximo. Rachel debía hacer algo con las bolas de fuego si quería salir de esta. 
Al igual, Henry, decidió dejar de correr y conjurar al frío. Juntó los pies, cerró los ojos e inventó un conjuro, jurando a todos los dioses que funcionara.

“Frío polar, frío glaciar.
Préstame tu esencia,
mi mano derecha.
No te hagas de rogar, frío glaciar.”
Henry juntó sus dedos pulgar e índice de la mano derecha y sopló. Un polvo del color del diamante salió disparado hacia la gran bola de fuego que cayó al suelo congelada haciéndose cubitos de hielo.
HENRY: Listos para servir.
La barrera de la Halliwell había menguado considerablemente, las enredaderas no habían servido de nada porque el demonio Blezzar, constituido en un 75% de fuego, las había quemado. Bobbie había perdido gran parte de su energía y las bolas de fuego estaban a punto de hacer la barrera pedazos.
HENRY: ¿Alguien ha pedido un helado?
El hermano de Rachel repitió la jugada anterior y juntando sus dedos suertudos, sendas bolas de fuego cayeron al suelo congeladas y se hicieron mil pedazos.
HENRY: Ya dicen las madres que por la noche refresca...
RACHEL: ¡Henry, la chica!
HENRY: ¡Tengo un plan!
RACHEL: ¿Henry?
Henry comenzó a correr hacia el demonio en un ataque de locura, corría tan rápido como podía y sus piernas le dejaban. Estaba a tan sólo unos centímetros de distancia cuando saltó sobre el demonio y ambos desaparecieron en órbitas.
RACHEL: ¡Henry!

Las olas del mar rompían furiosas contra las grandes rocas. Nunca había estado en aquella playa, pero la vio aquella vez en aquella película con Rachel, la arena llegaba hasta donde podía alcanzar la vista. Estaba amaneciendo y hacía frío. Unas órbitas aparecieron unos centímetros por encima del mar y cayeron al agua. Humo, vapor y más humo empezaron a salir a borbotones del agua; Henry luchaba contra la marea y el demonio. Notaba como el agua inundaba también sus pulmones, como, incluso en mitad del frío mar, el calor que irradiaba el demonio le molestaba. Intento zafarse, liberarse de sus garras, pero el demonio tampoco quería darse por vencido. Por un par de segundos vio su vida peligrar, pero de nuevo aquella locura a la que se vio lanzando tan solo unos minuros antes, volvió a aflorar en sus pensamientos. Simplemente orbitó, orbitó un par de metros en el mar. El demonio se quedó ahogándose y hundiéndose en las frías aguas. Finalmente, con el demonio ahogado, Henry llegó a la orilla de la misteriosa playa y se tumbó sobre la arena. Frío, tenía frío, debía volver.

RACHEL: ¿Te encuentras bien? ¿De verdad?
María asintió débilmente mientras se limpiaba la cara del tizón que el demonio hacía causado.
MARÍA: Gracias.
RACHEL: No me las des a mí, dáselas a Henry... Si vuelve.
Como si hubiera escuchado su nombre, Henry apareció junto a las chicas. Apoyado sobre sus rodillas, empapado en agua de mar y lleno de arena de la playa.
RACHEL: ¡Henry! (Abrazándolo)
Bobbie se unió al abrazo.
BOBBIE: ¡Estás loco!
HENRY: Eso me han contado.
MARÍA: ¿Puedo abrazarte yo también?
HENRY: ¿Ser abrazado por tres chicas? No diré que no.
MARÍA: Gracias por salvarme.
HENRY: Ese es mi trabajo. Nuestro trabajo (sonriendo a su hermana).
RACHEL: Siento haber actuado como una tonta antes.
HENRY: No pasa nada.
MARÍA: Esto es para ti (tendiéndole un pequeño saco de color morado).
HENRY: ¿Qué es?
MARÍA: Es un conjuro.
HENRY: ¿Un conjuro para qué?
MARÍA: Úsalo cuando estés tranquilo y en soledad (sonriendo). Ya verás.
Jared y Melinda habían quedado en la nueva cafetería de moda, estaba abarrotada de clientes pero con suerte, consiguieron una pequeña mesa al lado de una venta, para dos. Melinda había superado su pérdida de aquella manera, no le gustaba pensar de manera frívola, pero es algo que llevaba haciendo toda su vida: no le había dado tiempo a encariñarse de su bebé no nacido. 
Se había hecho a la idea, al igual que todos sus primos y sus hermanos, que el día de mañana llenaría su casa de 3 pequeñas criaturas. Como ellos, y como sus madres anterior a ellos. Pero eso no iba a pasar, el médico lo había dejado muy claro. 
Lo que más odiaba era las miradas de lástima de su familia. La miraban con pena, como se mira a alguien desolado y con el temor de que con una simple palabra, se desmoronara. Algo que no iba a pasar, ella era Melinda Halliwell, podía soportarlo. Podía con eso y con todo lo que se le pusiera por delante, podía...
JARED: Y entonces hizo como la cosa más gracia que le he visto hacer, ¿sabes?
MELINDA: ¿Quién?
JARED: Bianca, ¿quién va a ser?
MELINDA: Ah, claro, perdona... Sigue con tu historia.
JARED: No hay más historia. Era solo eso.
Hacía rato que habían pedido los cafés y aún no llegaba el camarero con ellos. Al parecer, el camarero también era nuevo trabajando allí.
JARED: ¿Estás bien? (estrechándole la mano por encima de la mesa).
Melinda le sonrió y asintió. 
JARED: Sabes que si no lo estás puedes decírmelo.
MELINDA: Estoy bien.
JARED: ¿Seguro?
MELINDA: ¿Quieres meterte dentro de mi cabeza para comprobarlo?
JARED: … Perdona...
MELINDA: Siento ser tan borde, pero es que ya sabes cómo me pongo cuando están muy encima de mí. Me pongo histérica e irascible.
JARED: … Bueno, yo...
MELINDA: Lo siento, ¿qué decías?
JARED: Oye, no tenemos que hacer esto si no quieres... 
MELINDA: Pero es lo que hablamos, la normalización. Tenemos que normalizar nuestra situación, que ya de por sí no es nada normal. Demonios, muertes, magia, más muerte, más demonios y más magia.
JARED: ¿Pero tú quieres normalizar? Melinda, desde que te conocí siempre he puesto tu necesidades por delante de las mías, y de verdad que es algo que no me importa. Quiero dejar claro que no te lo estoy echando en cara, pero que si no estás segura de ésto, será mejor que me lo digas. Porque no quiero perder más mi tiempo.
MELINDA: Sí quiero normalizar, ¿tú no quieres?
JARED: Claro que quiero normalizar.
MELINDA: ¿Entonces?
JARED: Pero si eres... ¿Dag?
MELINDA: ¿Que soy Dag? ¿De qué hablas?
JARED: Dag... es el camarero.
La cafetería a la que Melinda y Jared habían ido a parar era nueva, con nueva estructura totalmente rompedora, nuevos sabores y personal totalmente nuevo. Llevaban varias semanas sin saber de Dag, el antiguo demonio había llevado sus cosas a la casa de Bobbie y parecía haberse asentado con normalidad y comodidad en su nuevo hogar; y de repente, allí estaba. Con aquél delantal blanco, pantalones tostados y camiseta negra. Tomando nota de las comandas de los clientes, atendiendo peticiones y recogiendo los retos de las personas que ya habían acabado su visita al local.

MELINDA: No sabía que trabajara de camarero.
JARED: No sabía que trabajara...
MELINDA: No le digas nada.
JARED: No... Tranquila.
Pero el plan de la peculiar pareja se vio troncado cuando Dag notó la presencio de los dos, y contra todo pronóstico se acercó a saludar.
Fue un momento incómodo, se había secado varias veces las manos en el pantalón cuando hablaba con ellos a causa del sudor. 
Le dio las condolencias a Melinda por la pérdida del bebé y le dijo que podía contar con él para todo lo que necesitara. Como se podía esperar, era puro formalismo. Desde que abandonó la mansión Halliwell había aprendido más formalismos sobre la raza humana, había aprendido que a veces hay que decir palabras que a lo mejor no pensaba, pero que había que decirlas porque era lo correcto.
Saludó a Jared con un apretón de manos mientras que este le aguantaba la mirada, como un duelo de tigres. Dag había aprendido a tener cierta envidia, y a decir verdad, Dag creía que odiaba a Jared. El marido de Melinda; lo-que-fuera-de-Melinda. Lo odiaba y no quería mantener ninguna relación con él.
Pero debía de hacerlo, porque era importante para Melinda y además era cliente en su café.
Se marchó, debía marcharse. Entre una sonrisa forzada y un estúpido gesto de manos, se despidió de sus amigos conocidos y volvió al trabajo.
Mientras atendía a nuevos clientes no podía parar de pensar el porqué había hecho ese estúpido gesto con la mano, ojalá pudiera volver atrás en el tiempo y deshacer ese gesto. Ojalá pudiera, por un momento, vivir una segunda vida. Haberse acercado a ellos de manera diferente, haberle propinado un buen puñetazo a Jared en la cara, justo encima de la nariz, para que cayera al suelo de golpe. Haber levantado a Melinda de la silla, rodeándola con sus brazos y haberle dado un increíble beso en los labios que la dejara sin respiración.
Sí, hubiera hecho eso. 
Ojala vivir vidas paralelas.
CAMARERA: Así que esa es la chica de la que estás enamorado.
DAG: No estoy enamorado de nadie.


La jerarquía demoníaca es algo así como una jerarquía en una colmena: todos obedecen a la reina.
Y en este caso la reina está embaraza de la mayor maldad que se pueda pensar.
La tripa de Nahia había triplicado su tamaño, a veces, cuando estaba sentada en su trono se pasaba una mano por su inmensa barriga y casi podía escuchar al niño. Era una completa locura, pero quién sabe lo que esa clase de maldad podría llegar a aspirar.
A la fuente de todo mal le gustaba pensar que la maldad en su mundo era como un inmenso y apacible lago negro. Quizás denso. En la que todo estaba tranquilo, donde todos sus súbditos se bañaban en ese lago sin problemas.
Pero una piedra estaba a punto de romper aquella armonía en aquél lago de oscuridad.
SASHA: ¡Lo están haciendo mi señora!
NAHIA: ¿Dónde?
SASHA: En la zona Norte, cerca del Monte del Olvido.
NAHIA: ¿Lo han conseguido todo?
SASHA: Todo.
NAHIA: ¿Cráneo de cabrón negro?
SASHA: Ajá.
NAHIA: El corazón del animal más grande del mundo.
SASHA: Ajá.
NAHIA: ¿La sangre de la virgen más antigua?
SASHA: Ajá.
NAHIA: Lo tienen todo.
SASHA: TODO.
NAHIA: Nunca entenderé por qué todo el asunto de las vírgenes.
SASHA: Es el vínculo de sangre más puro que...
NAHIA: No me refiero a eso. Eso ya lo sé. Me refiero a por qué siempre la virgen, una virgen... Por qué siempre es mujer.
SASHA: ¿Debería saberlo?
NAHIA: Yo te lo diré. Porque los hombres, incluso los demonios, tienen miedo a la mujer. Porque seguro que ahí fuera hay hombres vírgenes deseosos de follar por primera vez... Porque...
SASHA: Mi señora...
NAHIA: ¿Qué?
SASHA: Lo han resucitado...

Rachel subió los escalones hacia la mansión Halliwell de dos en dos, atravesó la puerta principal como un rayo y comenzó a llamar a su hermano.
RACHEL: ¿Dónde está?
PRUE: ¿Quién?
Prue había salido corriendo de la cocina con una taza de café hirviendo entre las manos debido al escándalo formando por su sobrina.
RACHEL: ¡Henry! ¿Dónde está Henry?
PRUE: Pues no lo sé (mientras bebía con avidez café). 
Rachel subió corriendo las escaleras hacia la habitación de Henry.
PHOEBE: ¿Es que esta casa no puede tener una mañana normal? (mientras bajaba la escalera).
La pequeña de los Halliwell y la mayor (de todos) volvieron en la cocina donde Melinda y Patricia comentaban los últimos acontecimientos.
PATRICIA: ¿Que está trabajando en un café? (Con media tostada en la boca). ¡No sabía nada!
MELINDA: ¡Ni yo! Imagina la sorpresa...
PHOEBE: ¿Quién está trabajando en un café?
PRUE: Dag.
MELINDA: ¿Lo sabías?
PRUE: Claro.
MELINDA: ¿Por qué no lo dijiste?
PRUE: Pensaba que ya lo sabías. Era parte de “integremos a Dag en la sociedad”.
PATRICIA: ¿Y qué dijo Jared?
MELINDA: Pues no dijo nada... Aunque se le notaba incómodo.
PHOEBE: ¿Por qué iba a estar incómodo? Me estoy perdiendo algo...
MELINDA: Dag me besó.
PHOEBE: ¿Te besó?
MELINDA: Sí, pero... pero fue hace bastante tiempo y de hecho, casi ni lo recuerdo. Pero Jared siempre ha tenido cierto celos de él...
PHOEBE: Pues hija, normal, a quién se lo ocurre tenerlo siempre detrás como un perrito faldero y dejarle a tu bebé recién nacido cada dos por tres.
MELINDA: Gracias, Phoebe, por tu opinión la cuál nadie te ha pedido.
PRUE: Ey, relajad.
Rachel volvió a la cocina algo nerviosa.
PRUE: ¿Qué ocurre?
RACHEL: No encuentro a Henry.
MELINDA: ¿Es la hora de tomarse las medicinas y ha salido corriendo? (sarcástica).
RACHEL: No le encuentro por ninguna parte, no contesta al móvil, no está en su habitación ni tampoco en El Imperio del Tigre...
PATRICIA: Bueno, estará haciendo el loco por ahí, ya sabes cómo es.
RACHEL: No, es que no queréis entenderlo... No está, no lo noto.
PRUE: ¿Ha desaparecido?
RACHEL: Ha desaparecido.


Nadie quiso alarmarse, no iban a emprender la búsqueda de un desaparecido porque Rachel no contactaba con Henry desde hacía más de un día. Aunque ya se podía imaginar las batidas por Chicago buscándole, los carteles de Joven desparecido. Su prima Melinda de los nervios. Pero sólo los primeros meses. Luego repentinamente la búsqueda terminaría, el eco se la noticia se apagaría y nadie más volvería a hablar de la desaparición del joven Haliwell. Incluso ella dejaría de buscarle. ¿Debería decírselo a su madre?
Su prima Patricia interrumpió esos retorcidos pensamientos.
PATRICIA: ¿Y hace mucho que no le ves?
RACHEL: Ya he dicho que no se nada de él desde hace un día.
MELINDA: Yo he avisado a Chris y Wyatt, por si ellos saben algo.
PRUE: ¿Deberíamos avisar a mis hermanas?
RACHEL: Creo que de momento no.
PHOEBE: ¿Pero y si ellas saben algo? Llevan en esto más que nosotras.
MELINDA: ¿Por qué damos por hecho de que es una desaparición mística?
RACHEL: No puedo sentirle.
MELINDA: Pero eso puede deberse a muchas y diferentes causas.
RACHEL: Melinda, yo le sentiría si fuera otra.
MELINDA: Sí, pero, no me entiendes... Puede que no lo sientas porque a lo mejor está herido o inconsciente, o a lo mejor ha perdido mucha sangre. Quizás ya esté...
PRUE: Melinda, no ayudes...
ALICE: O a lo mejor está frente a la casa...
Alice había sido la última del clan Halliwell en enterarse de la desaparición de Henry. “Oh” había sido su exacta respuesta. “Oh, ha desaparecido uno de mis primos, ya sólo me quedan siete” es lo que en realidad había pensando. Pero supo que debía guardar silencio, que debía callarse e intentar ayudar a los demás. Aunque no pudo evitar pensar que al menos a éste, no lo había matado ella.
Mientras sus primas, su tía y sus hermanas discutían e intentaban buscar a Henry, ella se había puesto a contemplar la ventana. Una apacible mañana de primavera. Recordaba que cuando era adolescente odiaba la primavera. También odiaba el verano porque sus pantorrillas siempre acababan sudorosas e irritadas, algo que siempre le causaba un sarpullido.
Mientras miraba por la ventana se dio cuenta de que había alguien, ahí fuera, mirando tranquilamente hacia la casa donde abitan.
 
Era Henry, al principio le costó reconocerle, vestía unas ropas diferentes a la que él acostumbraba a llevar. Unos pantalones bombachos, de color canela, una camisa blanca al estilo ibicenco y un chalequito color marrón. Parecía un auténtico hippy.
Se quedó mirándolo durante un par de minutos. La verdad es que cuando se enteró de la noticia no le había importado mucho, al principio le turbó esa ausencia de sentimientos pero luego pensó que era algo normal. A veces usaba a Henry como catalizador para alcanzar algún objetivo. Quizás si el no estuviera lo echaría de menos, quizás...
Su prima Melinda comenzaba a meter la pata como solo ella sabe hacerlo, era la hora de anunciar que estaba fuera.
ALICE: O a lo mejor está frente a la casa.
RACHEL: Melinda, ¿por qué tienes que ser así?
MELINDA: Lo siento, a veces me sale la vena dramática de mi madre...
PATRICIA: Creo que deberíamos usar el hechizo de sangre a la sangre.
PHOEBE: ¿Has probado usando el péndulo?
RACHEL: Chicas, llevamos 3 años haciendo esto... Creo que conozco los gajes del oficio.
 
PRUE: Quizás deberíamos contactar con las altas esferas. Comunicar de lo ocurrido arriba, y bueno... También abajo.
RACHEL: Quiero bajar al infierno y preguntar por él.
PATRICIA: Creo que deberíamos avisar a los chicos. Ir con ellos al inframundo, creo que sería más seguro.
PHOEBE: Venga, no perdamos más el tiempo...
ALICE: Está ahí fuera...
PHOEBE: ¿Alice, vienes o qué?
ALICE: ¡Que está ahí fuera, joder!

Las mujeres Haliwell se agolparon frente a la ventana de la mansión de Chicago. Estaba ahí, como lo recordaban, como siempre había sido. Henry.
Rachel fue la primera en dejar la ventana y salir corriendo hacia su encuentro. Bajó los escalones de la entrada de dos en dos, corría como nunca antes había corrido. Estiró los brazos y abrazó a su hermano con tanta fuerza que parecía que lo iba a partir en dos. Estaba ansiosa, no quería volver a separarse de él.
RACHEL: ¿Dónde has estado?
HENRY: Rachel, tranquila. Estoy aquí.
RACHEL: ¿Dónde has estado? ¿Por qué vas disfrazado así?
HENRY: No es un disfraz...

Por fin Rachel se separó de él y lo miró desde la distancia. Sus primas y tía se reunieron con ella.
PATRICIA: ¡Henry!
PHOEBE: ¿Dónde has estado?
MELINDA: ¡Has tenido a Rachel preocupada de muerte, descerebrado!
PRUE: Oye, no le atosiguéis, dejad que se explique. Pobre chico.
HENRY: No tengo nada que explicar.
PATRICIA: ¿Qué quieres decir?
HENRY: He venido a despedirme.
Lo dijo con tal tranquilidad que heló la sangre a las Haliwell. Rachel le miró frunciendo el ceño y mordiéndose los labios.
PRUE: ¿Qué te pasa?
PHOEBE: Está bajo un hechizo. Está muy raro.
MELINDA: ¡Apartad! ¡Es un demonio, seguro!
RACHEL: Parad, chicas. Dejad que se explique. Es Henry, es él. Ni posesiones, ni hechizos, ni impostores. 
HENRY: He descubierto un sitio donde el mundo es totalmente diferente a como lo conocemos. No hay dolor ni sufrimiento. No hay terror, no hay muerte, no demonios. Sólo magia. 
PATRICIA: Idioteces
RACHEL: No puedes estar hablando en serio. ¿Has venido a decirnos que nos dejas?
MELINDA: Sujetadlo, a ver si tiene cojones a irse.
ALICE: Nadie te ha obligado a quedarte aquí.
Todos miraron a Alice, incluido Henry. Llevaba un buen rato sin hablar, contemplando la situación y a su primo. Cavilando, pensando y trazando una idea en su cabeza.
ALICA: Si eres feliz en el otro sitio puedes irte.
HERNY: Me alegro que alguien lo entienda.
RACHEL: ¿Pero dónde está ese sitio?
HENRY: No sé decírtelo, solo lo puedes encontrar si de verdad quieres ir. Está oculto.
PRUE: ¿Cómo podremos localizarte?
HENRY: No podréis.
Sonrió y orbitó.
Sus primas, tía y hermana se quedaron atónitas. Aún debían interiorizar lo que habían presenciado. Henry se había ido, estaba en un lugar que por la explicación que había dado era una especie de comuna mágica.
Dónde la magia era la única base de su existencia.
Rachel seguía sin sentirle.

Phoebe subía los escalones de la entrada en una fría y oscura tarde de Marzo. La mansión Haliwell estaba en silencio, como venía siendo de costumbre.
PHOEBE: ¿Hola? Ya estoy en casa.
Melinda bajó corriendo la escaleras con su pequeña en brazos.
MELINDA: ¿Y bien?
PHOEBE: No están.
MELINDA: ¿Ninguna de las dos?
PHOEBE: No están. Me ha abierto Dag, dice que no ve ni a Rachel ni a Bobbie desde hace un par de días, y claro, no sabía lo que hay que hacer en estos casos. En parte tenemos suerte de que no haya llamado a la policía.
MELINDA: Quizás sea una buena idea.
La tía Prue salió de la cocina con un par de pociones en las manos, un cuchillo en el cinturón y lista para patear tantos traseros como le fura posible.
PRUE: Le he dicho a Chris que me acompañe. He decidido que podemos formar dos grupos, dos grupos Halliwell.
PHOEBE: Buena idea...
PRUE: Chris, Wyatt y yo misma podemos encargarnos del control demoníaco. Ahora mismo Chris está rastreando el nido de Víboras. Y vosotras, tú, Melinda, y tus hermanas os podéis encargar de la desaparición de los Mitchell y Bobbie.
MELINDA: ¿Por qué me tengo que encargar yo de buscar a unos desaparecidos que han querido desaparecer porque sí?
PRUE: Porque tienes que hacerte cargo de tu hija. Hasta luego.
Prue subió corriendo las escaleras para coger un par de utensilios en el ático, mientras que Alice bajaba para reunirse con su hermana y su prima.
ALICE: ¿Prue ya ha puesto en orden todo?
PHOEBE: Prue ya ha puesto en orden todo. Rachel y Bobbie no están.
ALICE: Perfecto, ¿no? (Dijo irónica), es lo mejor que nos podía pasar ahora mismo.
PHOEBE: Creo que puedo ofrecerme de infiltrada, ¿sabéis? Intentar localizar ese sitio, esa especie de comuna. Hacerme pasar por una de ellos y luego regresar con la información. 
ALICE: ¿Y desde cuando tienes dotes de Veronica Mars?
MELINDA: Yo lo veo buena idea.
PHOEBE: ¿Verdad?
ALICE: Sonará a locura que lo diga yo, pero... ¿No debemos debatirlo en grupo? Ya sabéis la reunión de hace unos días: “Estamos ante una democracia soberana absoluta” y elegimos a Prue como nuestra monarca. Melinda hizo unas galletitas en forma de estrella y todo eso. ¿No deberías decirle que hoy te apetece a jugar a los espías?
PHOEBE: Creo que no me dejaría ir y estaríamos perdiendo una importante baza.
ALICE: ¿Y cómo cojones piensas encontrar el sitio? Porque según dijo Henry: no se encuentra así como así. Tienes que desear encontrarlo.

<<Lo deseo, lo deseo, lo deseo>> Phoebe no paraba de repetirlo. “Tienes que desear encontrarlo” Vagaba sin rumbo, deambulando por las calles de Chicago, pero como buena arquitecta, sabía orientarse, siempre reconocía los edificios. Podría perderse pero sabría encontrar un camino para que le llevase al sitio que buscaba. Pero esta vez no. Deseaba encontrar un camino de baldosas amarillas que le llevase a Kansas.
¿Pero cómo iba a encontrar algo de lo que no estaba segura de lo que era? Se dijo a sí misma que debería pensar como una bruja racional, debería pensar como una Halliwell. Quizás debería pensar como su tía Prue, la más sensata de todos. Aunque, según les habían contado, a ella y sus primos; Prue se dejaba llevar demasiado por sus emociones, demasiado emocional. Quizás debería fijarse en alguien más serio: Wyatt. 
Quizás era el primo con el que menos contacto había tenido, quizás ninguno de ellos. Quizás, quizás Henry. Quizás. Seguro que él sabría cómo encontrar un sitio que sólo lo puedes encontrar si lo deseas. Era curioso, ya que, ella era la pequeña y Wyatt era el mayor, la diferencia de edad eran unos años pero a veces parecían un abismo. El hijo mayor de Piper se parecía a Prue, eso no podía negarlo, y también Chris. Sin duda no podían negar que eran familia. Al igual que ella se parecía a su hermana Patricia. A veces le gustaría tener la iniciativa y la fuerza de voluntad que tenía su hermana Patricia, y la verdad y honestidad que tiene su hermana Alice. Honestidad o locura.
Lo único que le gustaba de su prima Melinda era, a veces, su testarudez. A veces, incluso le caía mal, pero otras esa incapacidad de querer rendirse ante las adversidades le parecía una muy buena virtud.
Y qué decir sobre los Mitchell, Phoebe pensaba que eran los hermanos que mejor relación tenían, y eso que una de ellos murió. 
Debió de ser duro, ella a penas se acordaba de Helen. Suponía que los Mitchell sí la recordaban, todos los días, porque eso es lo que haces cuando pierdes a un ser querido.
De repente sintió un pinchazo en el corazón, había algo. Echar de menos a un ser querido, se acordaba. Se acordó, se acordaba y lo sabía. Sintió como su nombre surgía de dentro hacia afuera, como un animal que busca la salida desde lo más profundo del bosque. OWEN.
Y sin darse cuenta se encontraba en mitad de un amplio y verde claro, a lo lejos vio una pequeña casa cochambrosa. Blanco mate y madera de pino.
Divisó a personas, tranquilas, apacibles, que se acercaban poco a poco desde aquella casa. Con paso lento y sosegado. Por fin pudo divisar sus caras.
Los había encontrado.


PRUE: ¿Qué quieres decir con que se ha ido?
MELINDA: A ver, la enviamos a una misión especial. Bueno, en realidad ella misma se autoproclamó expedicionaria de la misión. Debía encontrar el lugar en el que Henry, Rachel y Bobbie estaban, volver y contárnoslo. Pero se ha debido quedar atascada en el camino o vete tú a saber qué.
PRUE: ¡¿Y por qué no me habías avisado?!
MELINDA: No pensé que fuera importante...
PRUE: ¿¡No pensaste que fuera importante!?
MELINDA: Eso es, Prue. Me alegra que no tenga problemas de oído porque me entiendes perfectamente.
PRUE: Déjate de bromitas...
CHRIS: ¿Qué ha pasado?
PRUE: Hemos perdido a otra Halliwell.
CHRIS: ¿Alice?
ALICE: Ey, que estoy aquí, capullo.
PRUE: Phoebe.
CHRIS: ¿Phoebe?
PRUE: Phoebe.
MELINDA: Oye, quizás no está con ellos. Quizás descubrió el sitio y está de camino a casa.
PRUE: ¿Cuánto hace que se fue?
MELINDA: ¿Unas 24 horas?
PRUE: ¿Se te ocurre alguna otra explicación?
MELINDA: Quizás le ha atropellado un coche o le ha atacado un demonio y por eso no ha regresado a casa. Incluso puede que haya pasado la noche en casa de una amiga.
CHRIS: Creo que es suficiente humor negro por hoy, Mel.


Jared miraba como la pequeña Bianca bajaba por el tobogán a toda velocidad mientras él extendía los brazos para recogerla al final. La niña reía. Era el mejor sonido que podía escuchar en estos momentos. Melinda los miraba triste desde el banco, al contacto visual de sus ojos con los de ella, su todavía mujer, intentó sonreír, pero era una sonrisa triste. No era sincera.
Melinda no estaba pasando por su mejor momento, menuda novedad.
Poco a poco, como una hoja mecida por el viento, Jared se acercó hasta el banco. Dejó a Bianca en el carrito y le dio un juguete parecido a un manejo de llaves de plástico de colores chillones, a Bianca le encantaba.
Se sentó al lado de Melinda, apoyó su hombro sobre el de ella y Melinda bajó la cabeza hasta posarla sobre el hombro de su marido.
Un par de lágrimas tímidas se juntaron en sus labios.
JARED: ¿Qué es lo que pasa? Tienes que contarlo.
MELINDA: Se han ido.
JARED: ¿Quién?
MELINDA: Se han ido.
JARED: ¿Quién se ha ido?
MELINDA: Se han ido mis hermanos, Jared. Los dos. Se han ido sin decirme nada.
JARED: ¿Pero dónde se han ido?
MELINDA: No lo sé. No sé dónde están, no puedo llegar al sitio de mierda donde se encuentran. Es una especie de secta, o un campo de abducidos. No sé lo que pasa, no sé por qué se van. Pero lo que sí sé es que debe ser un sitio malvado, puede que un demonio esté detrás de todo esto. Puede que incluso Nahia o Karen, las dos juntas y todo.
JARED: ¿Has intentado localizarlos?
MELINDA: Lo hemos intentado todo. Conjuros, hechizos localizadores, encantamientos. Llamada a sangre, todo. Y nada da resultado. Siento un desasosiego enorme, Jared, y no sé qué hacer para que se vaya.
JARED: ¿Pero cómo empezó esto?
MELINDA: Un día Henry desapareció, así empezó todo. Un día se marchó sin decir nada, pero lo volvimos a ver. Luego se fueron Rachel y Bobbie; después Phoebe y al poco tiempo Wyatt y Chris. Es una locura. Una locura a la que no sabemos poner fin.
JARED: ¿Habéis pedido ayuda arriba?
MELINDA: Sí, y no hay respuesta.
JARED: ¿Habéis pedido ayuda abajo?
Melinda miró a Jared sorprendida, como solía hacerlo al principio de conocerlo. Como si lo hubiera visto por primera vez.


NAHIA: Si lo supiera no os lo diría, evidentemente, pero es que no lo sé. No sé de qué me estáis hablando.
PATRICIA: Venimos en son de paz.
NAHIA: Claro, y por eso aquí mi amiga (señalando a Alice) es una caja fuerte de pociones andante.
ALICE: Venimos en son de paz pero no somos estúpidas.
NAHIA: Pues permíteme llevarte la contraria porque yo creo que lo sois. Venís aquí, al inframundo, a mi territorio, para preguntarme nosequé sobre una secta mágica. Las dos solas, con un montón de pociones que podría evaporar con solo chasquear los dedos.
Y así lo hizo, Nahia chasqueó sus dedos y las hermanas comenzaron a elevarse sobre la superficie del suelo, sus cuerpos se movían descontroladamente. La reina del inframundo reía, reía sin parar mientras jugaban con las dos Halliwell como si fueran marionetas. Las pociones cayeron al suelo haciéndose añicos y unos vapores corrosivos salieron del líquido previamente derramado.
De repente, los cuerpos de Alice y Patricia se quedaron inmóviles en el aire, desgraciadamente conocían esa sensación, estaban familiarizadas con la asfixia. 
NAHIA: Parece ser que no sois consciente de quién soy y del poder que llevo en mis entrañas. Podría mataros ahora mismo, niñatas indefensas, con el poder de mis manos; pero estoy demasiada ocupada teniendo mi propia guerra civil aquí abajo. Así que, por favor, largaos de mis dominios y jugad a lo que quiera que estés jugando en vuestra puta casa.

Patricia y su hermana gemela desaparecieron del inframundo, materialzándose automáticamente sobre el salón de la mansión. Prue y Melinda, sobresaltadas, corrieron a socorrelas mientras éstas tosían a causa de la asfixia. 
MELINDA: ¿Qué ha pasado?
PATRICIA: (Tosiendo). Ha intentado matarnos.
PRUE: ¿Pero no habéis dicho que ibais en son de paz?
ALICE: Lo hemos dicho. Pero es la reina del inframundo y lleva a la mayor maldad en su vientre. Podría acabar de un plumazo con nosotros y no podríamos hacer nada. 
PATRICIA: No tiene ni idea de lo que estábamos diciendo. Y ha sido bastante convincente.
ALICE: Quizás esto no sea algo malo.
MELINDA: Tiene que serlo.
ALICE: No sabemos lo que hay al otro lado de lo que sea, y si los nuestros están allí y no han vuelto es porque a lo mejor no se está tan mal. 
PRUE: ¿Y por qué nos iban a dejar si es algo tan bueno? ¿Por qué desaparecer sin dejar rastro? No puedo serlo, no puede ser algo bueno.
ALICE: Pero si se han ido a voluntad propia, si no han sido obligados... Es porque no es malo.
PRUE: Alice, no le des más vueltas...
ALICE: ¿Pues sabéis qué? Me rindo.
PRUE: No, nada de rendirse. Si algo he aprendido a lo largo de estos años, es que un Halliwell nunca se...
ALICE: Prue, sinceramente, me importa una mierda lo que has aprendido.
Y así fue cómo se marchó Alice, a su manera. Esa manera que roza lo grosero y lo único.
A veces me gustaría ser más como ella, pensó Patricia mientras cambiaba las sábanas de una de las camas color rosa palo de la residencia. El color rosa palo significaba que la señora de la residencia podía valerse por sí misma. El color cían significaba que la persona mayor dependía totalmente de la ayuda de la residencia, y así era como el código de colores ayudaba a mantener un orden.
Hoy, la señora Pondemode tenía visita. Venía su nieta más joven, desde la costa Oeste, donde estaba estudiando. 
Patricia se encargaría de que la Emily Pondemode luciera más sana y cómoda que nunca. La vistió con su blusa púrpura que tanto le gustaba, le peino el poco pelo que le quedaba y lo puso un ligero toque de color a sus mejillas. Perfecta le dijo mientras le sonreía ampliamente.
La nieta de la señora Pondemode era alta, algo más alta que Patricia. Rubia, al igual que ella, delgada y con unas piernas muy bonitas. Vestía una falda corta y una blusa de flores. La sorpresa para la anciana fue comprobar que su nieta no venía sola, iba acompañada de su novio. Un joven apuesto y guapo de ojos azules.
Patricia dejó a la anciana en el salón de visitas, mientras se reencontraba a su nieta y conocía a la pareja de ésta. Les dejó privacidad, tan ansiada en aquella residencia. Se quedó apartada, en el otro rincón de la sala esperando a que la visita terminara y poder llevar a la señora a su habitación.
Veía como la nieta de Emily se movía y se comportaba con su novio. Tan jóvenes y ya con una infinita complicidad. Sentía envidia, por qué no decirlo, envidiaba que alguien tan joven ya tuviera un hombre tan apuesto a su lado. Envidiaba a la nieta de la señora Pondemode, e incluso la odiaba. 
Odiaba el hecho de que ella no podría encontrar nunca un hombre así. Había aceptado a vivir con ello, en cierta manera, se había dicho a si misma que estaría un tiempo sin dedicarse a encontrar el amor. Un tiempo sin hombres, podría hacerlo. Sabía que era capaz de hacerlo. Pero ahora las cosas se habían complicado, con el 75% de su familia desaparecida estaba más sola y necesitada de afecto que nunca.
Se le pasó una idea loca por la cabeza.

Salió de la residencia pronto, ni fue a casa a cambiarse de ropa. Se metió en el primer bar que encontró en la zona media de la ciudad. Seguro que su hermana Alice podría hacer esto sin sentirse tan intruso y fraude como ella. Se lo había prometido a sí misma en muchas ocasiones. Nada de sexo casual, ella estaba por encima de eso. Ella, Patricia Haliwell, podría conseguir al hombre que se propusiera con tan solo pestañear. Pero es que el desarrollo de su poder de Cupido era otro impedimento añadido.
Iba a hacerlo, iba a hacerlo y a buscar cariño en los brazos de un desconocido. Fingiría que llevaban años saliendo, y sería una noche perfecta. Quizás incluso se quedase a dormir en casa de él. Total, no había mucha actividad demoníaca últimamente, Nahia parecía estar ocupada y ellas no había oído noticias de Karen.
Prue y Melinda pensarían que ella se podría haber ido, pero le daba igual lo que pensasen. No podía aguantar más el carácter de su prima y su tía. Eran inaguantables. 
Se sentó frente a la barra del bar, pediría una copa y esperaría que todo saliese bien...
Fue rápido y fácil. Sin saber cómo iba de camino a la casa de un hombre de graciosa barba y ojos saltones. Le gustaba, no era ni muy guapo ni muy feo, pasable. Le invitó a un par de copas, la verdad es que estuvieron charlando largo y tendido. De todo y de nada. Cuando él le propuso seguir la noche en su casa ella contestó ávidamente que sí.
Ya estaba tumbada en su cama. Sentía como el peso de él iba desnudándola poco a poco. Con caricias y lametones. Se sentía húmeda. Acalorada y atolondrada. Sin venir a cuento un pensamiento como un rayo en mitad de una tormenta, cruzó su mente. ¿Qué estaba haciendo? Estaba faltado a la mayor promesa que jamás se había hecho. Ella buscaba el amor, no lo podía negar. Aunque el sexo también estaba bien, tampoco lo podía negar. Decidió parar de golpe, sin pensar. Le dijo que no. Él insistió, como era de esperar. Pero Patricia dejó clara su postura. No significa no. No, no significa quizás o convénceme.
Se levantó rápidamente de la cama, cogió sus ropas, se vistió tan rápido como pudo y salió a la calle.
Estaba decepcionada. Estaba tan decepcionada que no podía ni quedarse a solas con sus pensamientos.
El ideal de futuro novio ( y si todo marchaba bien, marido) era casi imposible de encontrar. Patricia sentía sus necesidad, las sentía aflorar por su cuerpo y por sus extremidades; y, aún así, debía seguir con esa idea en la cabeza: debía encontrar el amor, poco a poco, sin prisas. Debía encontrar el amor en su familia y ya luego buscarlo fuera. Y creía que lo estaba consiguiendo.
De momento, su relación con Alice estaba mejor que nunca. Recordaba que desde pequeña, siempre había envidiado la relación de Rachel con su gemela.
Ella y Alice nunca se llevaban bien. Hubo una época en la que Alice cambió de manera radical. Su madre lo achacó a la fase rebelde de la adolescencia, pero con el tiempo siguió existiendo aquella enorme brecha entre las dos. Incluso, siendo adulta, Alice tenía como cierto punto de acidez que a ella le faltaba; a veces, Alice, se comportaba como si supiera exactamente cuando va a acabar el mundo. Y eso siendo una Halliwell, no sería una locura.
En cambio, con su hermana pequeña, Phoebe, todo era facilidades; se entendían a la perfección: reían juntas, comían juntas, paseaban y compraban juntas. Cada una sabía lo que la otra pensaba casi sin decirlo, Phoebe y Patricia parecían las auténticas gemelas.
Aunque, desde que Alice aceptó su problema y se tiñó de morena, la relación entre las tres cada día iba a mejor. A veces su hermana gemela se quejaba de lo insoportable que podían llegar a ser las otras dos cuando no paraban de cotillear sobre una persona, o de lo aburridas que podían llegar a ser las charlitas sobre los cosméticos que estaban a la moda. 
Quizás, si se concentraba en el amor que sentía por sus hermanas las encontraría. Quizás acaba de dar con la respuesta al enorme problema que las estaba persiguiendo. No podían encontrar el lugar donde se encontraban los Haliwell desaparecidos, porque, era un lugar en el que la magia corriente no podía llegar, tenías que desear encontrarlo para poder hallarte allí; y quizás el amor hacia sus hermanas era deseo suficiente para poder llegar.

Y así lo fue. Patricia apareció en mitad de un enorme prado de color verde. Pero no estaba sola, sus hermanas la estaban esperando.

MELINDA: Siento que tenga que irme, Jared, así de repente, pero es que no me queda otra opción.
JARED: ¿Cómo que te vas?
MELINDA: Me voy Jared. Para siempre.
Jared tenía a su hija en brazos, mientras que Melinda se sentaba junto a él en la cama. Estaban en la habitación de él, en aquel pequeño piso que compartía con su padre. 
JARED: ¿Pero a dónde? No lo entiendo Melinda.
MELINDA: Tampoco sé exactamente dónde es y tampoco lo entiendo, créeme, pero es lo mejor que puedo hacer. Me iré y estaré con todos. Con mis hermanos y mis primas. Con todos.
JARED: ¿Y qué pasa conmigo?
MELINDA: Yo sé que no te importa que me vaya. Hemos estado separados mucho tiempo, ya casi no notarás la diferencia.
JARED: ¿Y Bianca? ¿Qué pasa con tu hija?
MELINDA: También sé que te encargarás de ella. Te quiere con locura y te tiene en un pedestal, crecerá contigo perfectamente.
JARED: Estoy flipando.
MELINDA: No deberías flipar, deberías alegrarte por mí. Alegrarte de que me voy a un sitio mejor, que estaré contenta y feliz. Que nada ni nadie, ni incluso demonios, podrá perturbar mi descanso.
Melinda se despidió de su marido y su hija, dándole un beso en la frente a cada uno.
JARED: Tienes razón, ¿sabes? No me importa que te vayas. ¿Cuánto crees que puede soportar una persona normal?
Melinda abrió la puerta de la habitación y salió, cerró la puerta tras de sí dejando a Jared con su hija en brazos, desamparado.

Al principio sintió que miraba a través de la niebla, o que veía sin ver. Poco a poco las brumas de sus globos oculares se fueron despejando.
La estaban esperando. 
Toda su familia estaba allí recibiéndola con una sonrisa.
HENRY: ¡Cuánto has tardado!
MELINDA: ¿Dónde estoy?
PATRICIA: No te preocupes.
MELINDA: ¿He llegado?
CHRIS: Estamos todos aquí, ¿no nos ves?
Melinda abrazó a sus hermanos y primos.
Poco a poco la estuvieron instruyendo en su nueva vida en aquella aldea, si podía llamarse aldea.
La Magia Verde. Una nueva magia que hasta ahora le era desconocida. Le dieron ropas nuevas: amplias faldas y finas blusas. Colores suaves, color amanecer.
Se dedicaban a meditar. A parte de sus primos también habían otras personas. Todos vivían en una casa de madera, y pese a pensar lo contrario, no había ningún cabecilla.
Las meditaciones se hacían fuera. Se sentaban en círculo. Melinda, al ser la recién llegada, se tumbó en el centro de un inmerso círculo. Todos lo formaban, la gente que vivía allí antes que ellos, y sus primos y hermanos. 
La Magia Verde consistía en obtener lo que uno deseaba de la madre naturaleza. O de la Tierra, si prefiere llamarlo así. Era una magia natural, una magia que entraba en el cuerpo de la bruja o el brujo, o fluía hacia afuera. Devolvemos a la Tierra lo que cogemos prestado. Una especie de lema.
La meditación le otorgó la paz. Toda la energía iba purificando su alma, llena de costuras. Un alma sufridora, como el alma de todos ellos. 
Melinda lloró. Lloraba pero sin derramar ni una lágrima. Lloraba por dentro. Iba quitándose la costuras de su torturada alma. Se lamentaba por la pérdida, se lamentaba por el pobre bebé fruto del amor que Jared sentía por ella; lamentaba lo mucho que Jared la quería y lo estúpida que era; lamentaba la época que le había tocado vivir. Se lamentó hasta que ya no hubo costuras que romper.
La meditación duró días, o al menos eso es lo que sintió ella. Al terminar, todos la esperaban ya levantados del suelo para abrazarla y demostrarle el afecto que sentían por ella.

Prue se movía nerviosa por toda la casa. Incluso podía notar el vacío que había en ella. Sus sobrinos llevaban días desaparecidos, y ella, aún seguía allí. No podía encontrar el camino al sitio donde se hallaban, y mira que lo había deseado. 
La situación la estaba sobrepasando, a ella, Prudence Halliwell, debía llamar a sus hermanas.
PIPER: ¡¿Qué pasa qué?!
PRUE: Por favor, no grites.
PIPER: ¡¿CÓMO QUE NO GRITE?! ¿Cómo que no grite?
PAIGE: ¿Desde cuándo pasa esto?
PRUE: Pues no sabría decirte. Ha sido un caos.
PHOEBE: ¿Pero todos? ¿Todos?
PRUE: Todos menos yo.
PIPER: ¿Pero desde cuándo pasa esto?
PRUE: Te he dicho que no lo sé. Siento como si hubiera pasado meses. Ha sido de manera intermitente. A veces se iban de seguido, otras veces ha pasado días, semanas sin que ninguno abandonase.
PHOEBE: ¿Pero qué quieres decir con ido y con abandonase? ¿No los han secuestrado?
PRUE: Se han ido a voluntad propia.
PAIGE: ¡Qué locura!
PIPER: ¿Por qué no nos has avisado antes? ¿Por qué no los has buscado? ¿Qué haces aquí sentada, por el amor de dios?
PRUE: ¿Y por qué no has llamados a tus hijos en todo este tiempo? Si hubieras llamado, hubieras sabido que no estaban aquí para cogerte el teléfono.
PIPER: Prue, no.
PHOEBE: Chicas, por favor. No me hagáis mediar entre vosotras dos, que no estoy acostumbrada.
PAIGE: ¿Y cuál es el plan? ¿Has preguntado arriba?
PRUE: Hemos preguntado arriba, hemos preguntado abajo y nadie sabe nada.
PAIGE: Qué raro. Debería subir y...
PHOEBE: ¿Y si preguntamos en el más allá?
PRUE: Pero no han muerto...
PHOEBE: Lo sé. Pero, ¿recordáis como la abuela nos ayudaba al principio de empezar en esto? Movía las páginas del libro y nos ayudaba con nuestros problemas demoníacos. Quizás ella sepa dónde están.
PIPER: Invoquémosla. Invoquemos a todos los muertos. Tenemos que encontrar una solución lo más pronto posible.
PRUE: ¿Y cómo se supone que van a encontrar el lugar? Según dijo Henry, no se podía alcanzar ese lugar así como así. Debías desearlo... Y, si por ejemplo, invocamos a la abuela, ¿su espíritu podrá desear algo tan humano?
PAIGE: ¿Henry? ¿Fue él quién empezó todo esto?
PRUE: Así es. Primero Henry, luego Bobbie y Rachel. Los siguientes fueron Chris, Wyatt y Phoebe Jr. Alice desertó sin pensárselo dos veces. Finalmente, solo Melinda, Patricia y yo quedamos en pie... Y ahora...
PIPER: ¡Basta! No me quedaré más tiempo esperando. Yo misma encontraré el sitio y lo volaré en mil pedazos se hace falta.
PRUE: Pero Piper ¿te crees que no lo he intentado ya?
PIPER: Al parecer no lo suficiente.
PRUE: Lo he probado todo, créeme.
PIPER: Me cuesta creerte. Y también me cuesta creer que no hayas sentido la necesidad de irte.
PRUE: ¿Qué quieres decir?
PIPER: Está claro que nuestros hijos se han ido debido algún problema. Lo han dejado todo, ¿no lo ves?
PRUE: ¿Pensáis todas eso?
Sus hermanas la miraron. Con ojos viejos, cansados por la edad. La estaban acusando de algo que no podía llegar a entender. ¿Por qué ella permanecía allí mientras los demás se habían marchado, dejando todas sus obligaciones y preocupaciones atrás? ¿Es que acaso ella no tenía problemas?
¡Claro que los tenía! Además de una hija. Una hija que se había aliado con el bando enemigo. En ciertos aspecto le recodaba a Phoebe cuando era más joven. La alocado hermana pequeña Phoebe. 
A veces se sentía tan diferente del resto del mundo. No solo por bruja, o por ser hermana y tía (y a veces las dos cosas), o porque su hija de la que no albergaba ningún recuerdo, fuese mayor que ella. Se sentía diferente porque no encajaba. Como una pieza de un puzzle en el lugar equivocado. A veces se movía por inercia. Y, el problema, el auténtico problema de Prudence Halliwell, era que eso que la diferenciaba de los demás, en lugar de marginarla, le hacía sentir superior. Superior a todos.



Volver a casa fue tan repentino como el marcharse, pero esta vez llegaron de golpe. 
Las Embrujas conjuraron a sus ancestros, y ninguno de ellos supo dónde se encontraban sus hijos. Ninguno de ellos fue capaz de dar con el lugar donde habían decidido retirarse. Prue fue la única que no sintió la necesidad de marcharse, no incluso después de haber tenido una seria discusión con sus hermanas. Quizás la más seria hasta la fecha.
Henry, Bobbie, Rachel, Phoebe, Chris, Wyatt, Patricia, Alice y Melinda llegaron. Sanos y salvos. Llegaron como se llega de un largo viaje, cansados y con la cabeza aún recordando los momentos vividos durante la travesía, momentos que solo las personas que han estado en ese viaje saben, y que, durante los años venideros recordarán con nostalgia. 
La relación de Henry y Rachel seguía igual, tan unidos como en los últimos meses; pero, su vínculo era diferente. Era más místico y menos físico, ya no tenían los recuerdos del otro dentro de su cabeza, eran entidades independientes que compartían un mismo poder mágico.
En cuanto a su relación con Bobbie, Rachel, había aprendido a integrarla más. A que fuera algo más que “mi novia”.
Wyatt había delegado, las cargar y las responsabilidades de ser el mayor de la familia ahora las compartía con su hermano Chris. Aquella rivalidad sin sentido había acabado, el hermano mediano ahora se sentía igual de importante que el hermano mayor.
Melinda había llorado, es lo que se hace para aceptar las pérdidas. Asumió lo que su nueva condición significaba y se dijo a sí misma que iba a recuperar la riendas de su vida, que le demostraría a Jared que le quería, que le diría más veces le importaba tanto como ella a él. 
Las hijas de Phoebe Halliwell habían alcanzado el equilibrio que tanto ansiaban. Alice aprendió a vivir y a tratar su enfermedad como a un igual. Patricia encontró el verdadero amor en el cariño que sus hermanas le daban. Y Phoebe... Recordó. Pudo recordar y subió al ático y preparó velas y un ritual y recitó palabras.
Su marido apareció sobre unas runas escritas en el suelo: pálido, sudoroso y descamisado. Con la mirada perdida y el pelo pegado a la frente.
PHOEBE: Owen...
Él consiguió enfocar la mirada y la vio a ella. Echó la cabeza hacia atrás, aguantó las lagrimas y sonrió con amargura. 
OWEN: He estado esperando... He esperado tantísimo tiempo.
PHOEBE: Lo sé y lo siento. Bloquearon mis recuerdo por todo lo que había sufrido. Pero un mal se acerca, Owen, un mal como ningún otro que hayamos presenciado. Es fuerte y se está gestando. Tengo miedo, Owen, y necesito alguien a mi lado. Siento mucho lo que te hice, de verdad, fui una estúpida y estaba cegada por un sentimiento horrible. Necesito que me perdones. Lo necesito.
El antiguo luz blanca miró a su todavía mujer y sonrió.
OWEN: No.
PHOEBE: ¿Qué?
OWEN: (Arrastrando las palabras)... No. Me traicionaste, me delataste. Lo he sacrificado todo por ti, he perdido las alas por ti. ¡Lo he dado todo! Aquella noche en la pista de hielo, nuestra boda en Las Vegas, tus dudas y miedos... ¡¡He perdido mis alas por ti!! ¿Sabes el dolor que te produce que te vayan arrancando las plumas una a una? No creo que lo sepas. Tú, no creo que lo sepas. 
Dos lágrimas tímidas surcaban la mejilla de Phoebe, buscando el recorrido más rápido hacia la barbilla, pero fueron interrumpidas por las manos de la Halliwell.
PHOEBE: Fuera. ¡Vete! ¡Fuera!
CLARISA: Señora, ya viene. Nuestras defensas no han podido aguantar mucho tiempo más. ¡Estamos indefensas!
NAHIA: Que pase. Yo misma me enfrentaré a él.
La Guerra Civil en el Inframundo estaba en su máximo apogeo. Los antiguos súbditos de una antigua Fuente del Mal, Proxel, habían completado el mayor ritual de resucitación que la historia demoníaca había presenciado. La Guerra había transcurrido con problemas hacia Nahia, una vez resucitado Proxel, muchos de los demonios de alto nivel habían cambiado de bando. No creían que una mujer, por muy embarazada que estuviera de el mayor mal del mundo, podría gobernar en condiciones. 
Proxel irrumpió en el salón del trono. Las puertas cedieron de sus bisagras y cayeron ruidosamente al suelo. Las subditas mano derecha de Nahia se pusieron en guardia, esperando lo peor, pero el único que entró fue La Antigua Fuente. Nahia pidió a sus lacayas que la dejasen sola, y tras mucho negarlo, accedieron no sin antes desearle toda la suerte y profesarle todo su amor a su soberana. 
NAHIA: ¿Y bien? 
Nahia se levantó y se acercó cuidadosamente hasta su adversario.
PROXEL: Así que tú eres La Fuente de todo Mal, te espera más... ¿Fuente?
NAHIA: Vaya, pues to te esperaba más... hombre, con los dolores de cabeza que me has estado dando.
PROXEL: ¿Dolores de cabeza? Vaya, esperaba que mi sometimiento y derrame de sangre te hubiera causado terror.
NAHIA: ¿Terror dices? Yo no tengo miedo a nada.
PROXEL: Tampoco deberías tenerlo.
NAHIA: Simplifiquemos esto. Verás, no sé qué pintas aquí pero tu momento ya pasó. Te propongo un trato: te vas cagando leches de aquí y yo no intentaré acabar contigo.
PROXEL: ¿De veras piensas que tienes alguna posibilidad de destruirme? No me hagas reír.
NAHIA: No, mi intención no es hacerte reír. Puedo acabar contigo y como sigas poniéndote chulo, lo haré.
PROXEL: No te puedes hacer una idea la de veces que he escuchado cosas similares.
NAHIA: Y aún así lo hicieron. Porque estabas muerto, no lo olvides.
PROXEL: Y de repente estoy aquí. ¡Qué cosas!
NAHIA: Qué me dices de mi trato, de mi oferta, como la quieras llamar. 
PROXEL: Te digo que no.
NAHIA: ¿Que no?
PROXEL: Eso es. No. He vuelto con un motivo muy claro. No es que no me gustes, solo que no creo que estés cualificada para gobernar a los demonios.
NAHIA: ¿Y eso?
PROXEL: Una mujer... Las demonios mujeres os deberíais dedicar a otra cosa.
Nahia comenzó a reírse descontroladamente.
PROXEL: ¿Te ríes?
NAHIA: Si no fuera por nosotras la raza demoníaca se hubiera extinguido hace eones. 
PROXEL: De algún lugar tendremos que proceder, ¿no? Es decir, reconozco a la mujer como la dadora de vida. Para lo que fue creada. ¿Pero una mujer liderando? ¡Una locura!
NAHIA: Esta dadora de vida lleva en sus entrañas el mayor mal que la historia de los demonios haya conocido, y adivina qué: ningún hombre se ha visto involucrado. Todo hecho por y para las mujeres.
PROXEL: ¿Y qué pasaría si de repente yo hiciera... (Proxel se acercó y colocó una mano sobre la enorme barriga embarazada de Nahia) esto?
Nahia comenzó a gritar, notaba como la energía demoníaca del bebé iba saliendo en cantidades impensables de su vientre. 
NAHIA: ¡Para esto!
PROXEL: Oh, pequeña y dulce mujer, conozco trucos y magias que tú no serías capaz ni de imaginar.
La fuente de todo mal se creía desfallecer, sus rodillas temblaban y tuvo que postrarse en el suelo. La antigua fuente seguía con su mano en la tripa de la mujer, absorbiendo energía y debilitándola por momentos.
NAHIA: ¿Sabes? (Entre jadeos) yo también conozco un truco que tú tampoco puedes imaginar.
Con las pocas fuerzas remitentes, Nahia se irguió sobre sus talones, la mano de la antigua Fuente aún seguía en la tripa de la Fuente actual. Acumuló energía y... ¡Le propinó a Proxel una patada en la entrepierna! Esté cayó de bruces al suelo, agarrándose la zona golpeada con dolor.
NAHIA: Ahora repite conmigo (entre jadeos): Nunca.
PROXEL: ...Nunca...
NAHIA: Volveré.
PROXEL: (intentando ponerse en pie) … Volveré...
NAHIA: A tratar a una mujer de manera inferior.
La Antigua Fuente se negó a repetir las palabras que Nahia le obligaba y se retorció en el suelo. Clavó la punta de su cómoda bota en la espalda de su enemigo.
NAHIA: Repite.
PROXEL: A tratar... a una... A una mujer de manera inferior.
NAHIA: Perfecto. 
Con una inmensa bola de energía calorífica, Nahia acabó con la antigua Fuente. Se dejó caer sobre su trono y llamó a sus súbditas.
NAHIA: Acabad con todo aquel simpatizante de este mierdecilla. Que no quede ni uno. Queda implantado el periodo de terror de Nahia.
Escrito por Diccionary

1 comentario:

  1. Hola, para cunado sube el próximo episodio, ah a mi parecer ya que he leído todos los capítulos varias veces creo que ya no tienen secuencia es como si cada escritor escribiera por su lado sin tener en cuenta los demás capítulos como hacia al principio de temporadas no lo se es mi opinión a mi ah creado una larga confusión espero que tengáis en cuenta mi comentario. Saludos!

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