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3x07 ¿QUÉ ES ESTE LUGAR, DANTE?


PLENILUINO.
La televisión estaba puesta, Karen se encontraba en su despacho. Sirvió dos vasos de bourbon. Uno para ella y otro para Nahia.
La televisión hablaba de El día del atentado, que era así como se conocía a la madrugada vivida del 30 al 31. Ella gracias a sus contactos había hecho que difundieran el rumor y aprovechando eso, su empresa famaceútica había dado la cara. Estaba ofreciendo cierto medicamentos para los afectos y Red Swan estaba en boca de todos.
KAREN: Lo conseguimos (sonriendo y ofreciéndole el vaso a Nahia)
Ambas juntaron sus copas y bebieron. Karen se sentó al lado de la fuente de todo mal.
NAHIA: Es increíble lo de tus contactos.
KAREN: Lo sé (sonriendo sibilina). ¿Qué puedo decir? Me gusta manipular.
NAHIA: Creo que por eso nos llevamos tan bien.
Ambas rieron. Sin maldad.
KAREN: Creo que nos llevamos tan bien por el gusto a manipular y por el odio a cierta familia.
NAHIA: Mi tema favorito...
KAREN: Nunca hemos dicho cuál de todos ellos nos caer peor.
NAHIA: Tú primero.
KAREN: Creo que no es nada nuevo si digo que Melinda Haliwell... (dando otro sorbo). Esa pequeña hija de su madre.
NAHIA: Creo que yo odio más a Alice. ¿Cómo se puede ser tan hija de puta? En serio. Quiero llegar a matarla con mis propias manos. Quiero tener su cuello delante de mí y retorcerlo hasta que sus estúpidos ojos se salgan de sus órbitas.
KAREN: ¡Vaya con la fuente de todo mal!
NAHIA: ¿Qué puedo decir? Soy muy pasional.
Karen dejó el vaso sobre una mesita baja que acompañaba la estancia. Y miró a Nahia.
La fuente de todo mal le devolvió la mirada.
NAHIA: No creo que sea tan pasional...
KAREN: Perdón, no era mi intención.
NAHIA: No deberías haber hecho eso, Karen. Ya sabes que nuestra relación es estrictamente profesional.
KAREN: Lo sé, lo siento. (Se levantó del sillón) Creo que debería bajar al laboratorio, para controlarlo todo.
Nahia, envuelta en llamas, dejó la habitación haciendo su vaso estallar contra el suelo.

Alice se encontraba en la clínica del Doctor Shapiro, de nombre Rupert. Es increíble cómo lo había concebido en su mente como un lugar seguro, como un refugio, en el que podía hablar de todas las cosas, de todas sus angustias, y era escuchada.
DR. SHAPIRO: ¿Cómo fue la vuelta a casa? (Preguntó mientras rellenaba unas líneas de su cuaderno rojo).
Estaba sentado en el sillón burdeos de su consulta. En la pared de la izquierda, Alice podía ver el reloj blanco y negro que marcaba la hora religiosamente, a lo lejos estaba el escritorio de madera de roble lleno de papales, y detrás del escritorio, se encontraba una gran librería repleta hasta los topes de libros. Por último, había un pequeño sofá de color beige donde los pacientes debían sentarse pero que Alice había reclinado la oferta. Poco más decoraba la consulta. Su diploma de la escuela de Psicología, unas pequeñas ventanas y muchos cuadros de barcos. Tras ordenador sus pensamientos, Alice contestó:
ALICE: Mal. Muy mal. Elegimos mal el día, la hora. Creo que ha sido el mes incorrecto. (Balbuceó nerviosa).
DR. SHAPIRO: Alice, cálmate. Ya sabes lo que tienes que hacer: respira hondo.
Alice hizo lo que el Doctor le sugería.
ALICE: Pensé que todo sería diferente. Pero sigue estando igual de jodido.
DR. SHAPIRO: ¿A qué te refieres?
ALICE: Mi familia. ¿A qué sino?
DR. SHAPIRO: ¿Pero qué ha pasado?¿No te recibieron cómo esperabas?
ALICE: Esperaba... No sé lo que esperaba, la verdad. Una parte de mí quería que me recibieran con ganas. Con abrazos, risas y besos. (Sonrió amargamente) Es una tontería, Dios. (Paró para tragar saliva) Esperaba, en el fondo, que todos hubieran seguido con sus vidas y que casi ni me prestarían atención.
DR. SHAPIRO: ¿Y pasó eso?
ALICE: En parte sí pero es que todo ocurrió muy deprisa.
DR. SHAPIRO: ¿Qué ocurrió?
Alice cerró los ojos por un instante y revivió todo el horror vivido hace tan solo unos días.
ALICE: El atentado... (mintió). Mi familia los vivió muy de cerca.
DR. SHAPIRO: ¿Os pasó algo?
ALICE: Nada destacable, nos separamos y cada uno vivió el atentado de manera diferente.
Se pasó los dedos por su nuevo tono de pelo. Aún no se había acostumbrado a él.
ALICE: Mi hermana Phoebe... (sonrió amargamente) lo está pasando fatal. De hecho, no la he visto creo que en un día. Fue testigo de los niños muertos.
DR. SHAPIRO: ¡Vaya! Tantos niños muertos...
ALICE: Es algo horrible y a ella le ha pasado factura. Muchísima factura.
DR. SHAPIRO: Pero es extraño, ¿no crees? ¿De dónde han salido tantos niños? Tantísimos. ¿Qué hacían allí concentrados?
Alice calló. Sabía la respuesta pero no era algo que el Doctor Shapiro debería saber. Aunque, pensándolo mejor, no la creería si se lo contara... ¿O quizás sí?
Se levantó del sofá nerviosa y él la siguió con la mirada. Solían hacerlo, el dejarla tiempo libre para pensar y que se abriera. Él apuntaba un par de notas en su libreta mientras la chica Halliwell contaba cosas que de otra manera no contaría.
ALICE: Sigo teniendo ese recuerdo recurrente. O puede que sea un sueño.
DR. SHAPIRO: ¿Abriendo los regalos con tus hermanas?
ALICE: Sí. No dejo de imaginar, de pensar y recordar ese momento. Debería tener unos 15 años, al igual que Patricia. Le pregunté a mi madre y me dijo que era el día de Navidad. No recuerdo nada de la decoración navideña pero sí recuerdo una sensación.
DR. SHAPIRO: ¿Qué sensación, Alice?
ALICE: La sensación de que todo era diferente. Algo dentro de mí había cambiado. Nos regalaron unos vestidos, el de Patricia y el mío iguales, el de Phoebe algo más clásico. Y recuerdo mirarlas y verlas tan felices y riendo, y yo pensé que era el vestido más horrible que había visto en toda mi vida. Quería quemarlo, quería prenderle fuego y tirárselo a la cara a mis padres.
DR. SHAPIRO: ¿Por qué?
ALICE: Porque no me ayudaron. No estuvieron allí.
DR. SHAPIRO: ¿Qué ocurrió?
Alice miró al techo de la habitación y cerró los ojos. Desde había empezado la terapia se habían centrado en su infancia, había recordado muchas cosas que creía olvidadas y ahora estaba segura, ahora sabía a ciencia cierta que lo que le ocurrió fue verdad. Y aunque ella había intentado olvidarlo aún permanecía en un rincón de su mente.
ALICE: Cuando tenía quince años me violaron.
Dos lágrimas frías como el hielo bajaron por su cara hasta encontrarse en los labios.
El Doctor Shapiro dejó de escribir. La miró a lo ojos y le pasó la caja de pañuelos.
ALICE: No lo había contando nunca (sonándose los mocos). Pensé que si no lo contaba quizás podría hacer como si no hubiera ocurrido. Pero, creo que...
DR. SHAPIRO: ¿Qué? Venga, puedes llegar a la conclusión. Necesito que llegues a la conclusión.
ALICE: Creo que mi patrón de comportamiento puede deberse en parte a eso. ¿Tengo razón?
El Doctor Shapiro asintió y volvió a anotar en su libreta.
Alice podía recordar lo ocurrido con total claridad, no había sido nada agradable. Fue algo horrible y despreciable, y no se trató de alguien normal. Fue un demonio. Su comportamiento, su atracción por el lado oscuro... en el fondo sabía que era por algo que no andaba bien. Fue una mañana un par de días antes de Navidad. Sus padres habían salido a comprar los regales, Phoebe estaba en casa de su amiga Tiffany y Patricia se había empañado en ir con su amigo Norman al centro comercial. Alice se quedó sola en casa. Escuchó un ruido y bajo al piso de abajo, pensó que podría ser Patricia, por eso bajó corriendo. Pero en lugar de a su gemela se encontró a un misterioso ser. Era un hombre bastante alto, con una capa de color negro y grandes marcas en los brazos. Alice no dijo nada, lo miró fijamente e intentó huir, el hombre, el demonio, salió detrás de ella. Tenía una fuerza extremadamente poderosa que hizo que diera de bruces contra el suelo. Alice bajó rodando los escalones, el demonio estaba frente suya. Por más que lo intentó no pudo zafarse de él, sus uñas no le hacían nada. Comenzó a golpearle con su puño y el efecto era parecido al golpear una piedra. El demonio alzó al mano y abofeteó a Alice. Nunca había sentido tanto dolor en una misma zona. Pudo notar como la sangre salía de su nariz y rozaba sus labios. Pensaba que no podía ser peor que eso...hasta que llegó el momento de la penetración.
Ahora recordó que lo que pasó después fue magia real y, como quedaba claro, él demonio no se había esfumado porque sí. No era un sueño.
Mientras gritaba e intentaba quitárselo de encima, sus poderes durmientes aparecieron, su ser estaba a flor de piel y sus manos congelaron al demonio. Lo congelaron entero, y lo pateó. Lo pateó todo lo fuerte que pudo. El demonio cayó contra el suelo y se hizo pedazos, después de eso, sus retos se convirtieron en una especie de gelatina que se diluyeron por entre las rendijas de la madera.
Alice se tumbó en el sofá de la consulta del Doctor Shapiro, él no le dijo nada. Ella estaba llorando, tenía el vello de punta y los labios muy apretados.
ALICE: ¿Puedo quedarme aquí? No quiero ir a casa...

Chris estaba en el piso de Emy y Zach. Pero no como otras veces había estado allí. Estaba sentado en el sofá, algo incómodo, se movía inquieto. Oía los pasos de Emy de allí para acá, nerviosa, las llaves sonaron en la entrada principal. La puerta se cerró y el característico sonido de llaves sobre la mesa le siguió.
Zach llegaba a su casa después de trabajar. Dejó el maletín sobre la mesa de la cocina y divisó a Chris sentado en el sofá. Sonrió. Era una sonrisa amplia, se le podía ver todos los dientes y la barba rubia hacía que esa sonrisa fuera encantadora. Se alegró de verlo allí, quería pasar tiempo con él y parecía que Chris le había leído el pensamiento.
El Halliwell frunció el ceño, se sintió extraño y fuera de lugar, y levantó la mano a modo de saludo. Pero Zach no se conformó con eso, fue andando hasta él y se agachó en actitud cariñosa, Chris, todavía en el sillón, apartó el rostro dejando a Zach de lado.
ZACH: ¿Qué pasa? (Preocupado).
EMY: Zach..., tenemos que hablar. (Mirando seria desde la puerta).
Chris se levantó del sofá y se limpió las manos en el pantalón.
ZACH: ¿Qué ocurre? ¿Emy? ¿Chris?...
CHRIS: (Cogiendo aire) he decidido no seguir con esto.
Zach buscó rápido la mirada de Emy y esta se encogió de hombros sin saber qué decir. Luego hizo lo propio con Chris y este no se la aguanto.
ZACH: ¿Con esto? Chris, no puedes. Ahora no.
CHRIS: No, ahora sí. Es el mejor momento, Zach.
Emy se acercó y Zach se incorporó. Estaban los 3 de pie en la habitación. El amplio salón con el sofá de color azul marino a juego con las cortinas. Habían pasado muy buenos momento allí.
EMY: Necesito una explicación. No me puedes dejar así.
Zach miró a su mujer muy serio.
CHRIS: Justamente por eso, Emy. Por el hecho de tener que darte una explicación.
ZACH: ¿Y qué pasa conmigo?
Zach no dirigió a nadie la pregunta, pero tanto Chris como Emy tenían motivos para contestar.
CHRIS: Al principio esto comenzó como un experimento (explicó), pero ya no tiene nada de experimento. Me gusta saber cómo funcionan las cosas, pero esto no puedo llegar a comprenderlo.
EMY: Pero no hay nada que comprender (miró a Zach buscando ayuda).
ZACH: Somos nosotros contigo. Es simple, es fácil y nos gusta.
CHRIS: No, no es nada fácil. Porque yo no quiero estar con dos personas a la vez. Me gusta Emy (mirándola. Ésta sonrió pero intentó ocultarlo, sin éxito), pero está casada contigo (señalando a Zach).
Zach miró extraño a su amante y luego a su esposa.
CHRIS: Y no quiero ser el causante de ninguna ruptura. Quiero que seáis felices y os merecéis todo lo bueno que os pueda pasar. Yo no necesito hacer esto, creo que puedo encontrar algo mejor. Algo cercano, algo físico y mío.
Las palabras de Chris salían de su boca como dagas afiladas. Le dolían todas y cada una de ellas aunque no estaba del todo seguro de la veracidad de las mismas. No quería irse, quería seguir viendo a Emy y hablando con Zach. Pero habían caído en un triángulo vicioso del que no iban a ser capaz de salir. Cada vez que él los visitaba acababan teniendo sexo. Algo que no le desagradaba, si era sincero, pero se sentía bastante incómodo en ciertas situaciones. Algunas veces le gustaba la compañía de Zach, pero otras se encontraba incómodo en su presencia. Al principio le había costado que él le dejase intimar con su mujer, pero ya se había acostumbrado y sus sentimientos hacía Emy habían salido a la superficie. Estaba seguro que la quería, quería estar con ella y quería que Zach los dejara. Pero no quería que Zach se enfadara con él, y, quería seguir siendo su amigo.
Era lo peor a lo que se había enfrentado nunca. Peor que la Fuente. Pero que El día del atentado.
EMY: Yo puedo serlo (dijo adelantándose). Puedo ser lo físico y real que buscas.
Zach tragó saliva y miró dolido la escena
ZACH: ¿Emy?
Esta se volvió y retrocedió un par de pasos.
EMY: Zach, creo que Chris me gusta más que tú.
El corazón de Chris dio un vuelco. Se sentía como un chiquillo, como aquella vez que se dio el lote en la parte de atrás del instituto con Letticia Hatter.
ZACH: ¿Qué pasa conmigo, Emy?
En la voz de Zach no había dolor ni reproche, sólo incertidumbre.
EMY: Ahora no me dirás que no te gusta Chris como hacía mucho que no te gustaba nadie.
ZACH: No te lo voy a negar.
Chris miró con los ojos muy abiertos.
CHRIS: Chicos, yo...
EMY: ¿Entonces?
ZACH: Hay algo que anda mal.
EMY: Sin duda, hay algo que anda muy mal. Desde que no hemos podido hacer nada sin que Chris estuviera con nosotros.
ZACH: Nos ha superado, Emy. Nos ha superado totalmente.
Chris tenía ganas de gritar, tenía ganas de llorar. Quería llegar a casa y tirarse sobre su cama para pensar. Se le pasó por la cabeza orbitar y hacerlo, pero con calma desechó la idea.
No era esto lo que pretendía, quería dejarlos a ellos, que siguieran con sus vidas, él intentaría vivir la suya tan bien como pudiera. Porque no se quería engañar, era un Halliwell y su vida amorosa nunca iba a acabar bien.
CHRIS: Creo que será mejor que me vaya... No pretendía esto.
EMY: ¡Chris, espera! (Corriendo detrás de él y sujetándole las manos). Quédate, por favor.
La miró. Emy estaba siendo egoísta, pero le gustaba y él a ella. Pero estaba Zach, también. Su tacto era cálido y no había sentido nada parecido desde hace tiempo.
Zach le miraba serio, pero no estaba enfadado, después de todo seguía teniendo sentimientos hacía él. Podía sentir cierto reproche en su mirada. Reproche de por qué Chris no le prestaba la suficiente atención a él, pero estaba lo bastante entero como para no caer en la súplica.
CHRIS: No quiero quedarme. (Mintió), Emy lo mejor para los tres es que dejemos pasar esto. Algo que podamos contar dentro de muchos años, o no, y que tú y Zach sigáis viviendo como antes, como antes de conocerme.
EMY: Es que si tú no estás no hay un nosotros.
ZACH: Chris, sin tú no estás nosotros no estaremos.
EMY: Nos has cambiado completamente.
CHRIS: No pretendía hacer eso. Lo siento.
ZACH: Emy, deberíamos hablar.
Chris tragó saliva y se dirigió hacía la puerta del apartamento.
EMY: ¿Hablaremos? (a Chris)
Chris cerró la puerta sin mirar atrás.
Había salido todo mal. Tenía pensando hablar, contar la situación y dejarlo. Dejar a ese matrimonio tranquilo, salir de sus vidas sin causar dolor ni ruido y que ellos siguieran viviendo felices. Pero había pasado todo lo contrario. No pensaba que ocurriría eso, no pensaba que dos personas podrían quererlo a él, por igual, después de haberse querido entre ellos. No pensaba que podría importarle a alguien tanto, él, el mediano de Piper Halliwell. Una vez, cuando tenía 16 años, su madre le dijo que antes de nacer, una versión de él mismo viajó desde el futuro para salvar a su hermano Wyatt. Desde entonces había intentado dar lo mejor de sí mismo para ayudar a los demás. Pero esta vez no había funcionado, había ido a aquel apartamento a destrozar su propio corazón para que dos personas pudiesen seguir con sus vidas y tener prosperidad. Lo más seguro es que habría destrozado un matrimonio. Zach y Emy se separarían, quizás Zach probaría cosas nuevas y Emy intentaría localizarlo, llamarlo al móvil. No debería cogérselo.
Justo en ese momento su móvil sonó. Mientras paseaba cabizbajo y pensativo de vuelta a casa.
CHRIS: ¿Melinda, qué pasa?

CHRIS: ¿Qué? ¿¡En el hospital!?
Colgó el teléfono y orbitó. Afortunadamente la calle estaba vacía.
Dag y Bianca había salido al parque. Desde que fue capaz de cuidar del bebé hace un par de días con todo lo ocurrido, Melinda había sido más condescendiente con él y dejaba que saliera a pasear.
Dag estaba en el banco comiéndose un helado, le parecía fascinante que algo así pudiera estar tan bueno, aunque Patricia decía que engordaba muchísimo. A él no le importaba, no creía que debiese importar su apariencia física. Pero estaba contento, estaba ayudando a su amiga Melinda. Pasar tiempo con Bianca y dejarle tiempo a ella para aclarar las ideas. No entendía como una persona podía cambiar tanto de opinión. Estar bien y estar mal a la vez, que él recordase, sólo se había sentido mal en una ocasión. No le gustaba la sensación que experimentó, aquella vez cuando besó a Melinda. Le gustó, le encantó. Le gustó más que comer café, pero luego la reacción de ella le hizo sentirse muy mal. Habían pasado cosas a los demás, de hecho, era una familia muy dada a la catástrofe, pero por quién de verdad se preocupaba era por Melinda. Era su única amiga en el mundo. Esa sensación que sentía cuando ella sonreía era fantástica. Aunque ahora estaba aprendiendo a confiar en otra persona, Bianca. De hecho, pasaba más tiempo con ella que con otra persona. Le encantaba como le fascinaban tantas cosas y deseaba aprender ese lenguaje primitivo con el que se comunicaba.
Alzó la vista de su helado y miró a los columpios.
La bola de helado cayó al suelo y el cucurucho se agrietó entre sus manos. ¡No estaba! Bianca no estaba dónde se supone que debería estar. No recordaba estar tan nervioso antes, el corazón le iba más deprisa que en aquel beso con Melinda. ¿Estaba sintiendo miedo? ¿Estaba sintiendo miedo por perder a aquella pequeña? Salió corriendo hacia los columpios gritando su nombre.
¡Bianca!
Una y otra vez. Cerraba los ojos y podía ver su cara sonriente.
Una señora le paró, asustada al ver a Dag, le preguntó que si estaba buscando a su hija. Él, rápidamente, aclaró que no era su hija que era la hija de una amiga. La mujer describió a la pequeña Bianca a la perfección y le señaló con el dedo a la dirección opuesta de donde se encontraban.
Dag miró rápidamente y allí estaba, siguiendo una pequeña mariposa. Curioso insecto.
Dag llamó a la niña y esta volvió su cabeza enseguida. Esa sonrisa característica, con un sólo diente en la boca.
Sonrió, y por una milésima de segundo pensó en el momento en el que la señora había confundido a Bianca con su hija y, pensándolo detenidamente, estaba sintiendo algo parecido al beso con Melinda.
Un coche pasó cerca de la verja del parque, Bianca siguió la mariposa. El grito de Dag quedó amortiguado por el frenazo. El cuerpo de la pequeña salió despedido dos metros.
Melinda entró en la sala de esperas de urgencias como un torbellino. Dag estaba acurrucado en una silla, ella lo miró y siguió caminando. El mundo contra Melinda Halliwell. ¿Qué le había hecho ella al mundo? ¿Era algo personal? Empezaba empezando a parecerlo. Recordaba con total claridad la gran discusión que había tenido con su madre, justo antes de empezar toda esta locura. Quizás, si la hubiese escuchado, si le hubiese hecho caso todo sería diferente. ¿Tendría una hija si no hubiera sido tan sumamente cabezona? Sacudió la cabeza.
MELINDA: Soy Melinda Halliwell, la madre de Bianca Bradford.
ENFERMERA: Lo siento señorita, ahora mismo no puedo atenderla.
MELINDA: No, no lo entiendes. Mi hija, mi pequeña ha tenido un accidente.
ENFERMERA: Señorita, ya le he dicho que no puedo atenderla. Tiene que esperar en la sala de espera.
MELINDA: A ver, enfermera. ¡Mi hija pequeña ha tenido un accidente! ¡¡No puedo esperar!! ¿¡Me entiende!? ¡No puedo!
Las emociones de Melinda estaban a flor de piel, sorprendentemente no estaba llorando. Pero estaba llegando a tal punto que se sentía estallar. Melinda alzó las manos con la cara muy serie, dispuesta a hacer una locura. La enfermera la miró extraña.
Dag desde la sala de espera se dio cuenta y salió corriendo.
DAG: ¡Melinda!
Melinda paralizó a la enfermera y se volvió hacia Dag.
MELINDA: Estoy cansada de todo esto. De verdad, estoy agotada. ¿Creías que iba a explotarla?
Dag no dijo nada. Melinda fue andando y se sentó en una de las butacas de color azul. Se la notaba muy cansada, con grandes bolsas debajo de los ojos y el pelo mal peinado.
DAG: Melinda... yo. No sé qué decir.
MELINDA: No hace falta que digas nada.
DAG: No... es que no sé qué decir. No sé, no lo sé. Tengo algo aquí (señalándose el pecho) que me duele mucho.
Melinda lo miró y desvió la mirada. No quería sentir compasión por él, aunque él no era el causante directo de lo ocurrido. La culpa era suya. Y de Jared.
MELINDA: ¿Qué pasó?
DAG: La llevé al parque como sabes... y no sé lo que ocurrió.
MELINDA: Algo debes de saber, estabas allí (cortante).
DAG: Estaba comiéndome un helado y de repente... ella no estaba.
MELINDA: ¿¡La dejaste sola en los columpios!?
DAG: Estaba sentado en un banco justo frente de las cosas.
MELINDA: ¿Y qué más?
DAG: Estaba pensando y... cuando me di cuenta no estaba. Salí corriendo, gritando su nombre y no la encontré. Estaba al borde de la carretera y un coche...
MELINDA: YA. Basta.
DAG: No pretendía que ocurriera nada de esto.
MELINDA: ¿Cómo ibas a quererlo? La culpa es mía por dejarte a cargo de mi hija.
Dag se puso serio y no supo qué decir.
Melinda no tenía ganas de seguir hablando más con él, se encogió en el sillón y se puso a pensar.
Ser la hija de Piper Halliwell no era fácil. Una vez le dijeron que en un futuro que no era el suyo ella había nacido la primera, ocupando el lugar de Wyatt. Y pensó si sería igual que como es ahora. Si sería tan cabezota, obstinada e incluso pesada. Pero sus pensamientos se interrumpieron cuando una enfermera se acercó.
ENFERMERA: ¿Es usted la madre de Bianca Bradford?
Melinda asintió y se levantó de un salto del sillón.
MELINDA: Sí, soy yo. ¿Cómo está?
ENFERMERA: Ahora mismo está en cirugía. El golpe le ha causado una hemorragia interna y traumatismo craneal leve.
Melinda se llevó las manos a la boca
MELINDA: ¿Va a ponerse bien?
ENFERMERA: No puedo contestarle a eso, señora.
MELINDA: Tiene que ponerse bien, ¿me entiende? No puedo perder a mi niña. No puedo.
ENFERMERO: El doctor Toe se está encargando de ella. Le mantendré informada cuando sepa algo.
La enfermera se marcho y ella se tiró en el sillón agotada. Se tapó la cara con las manos y apoyó los codos en las rodillas. Dag se sentó a su lado, quiso consolarla pero no sabía cómo. Apoyó su mano derecha sobre el hombro de Melinda, pero ésta se soltó rápidamente de su tacto.
DAG: Deberías llamar a Jared.
MELINDA: No quiero.
DAG: Debería estar él aquí contigo. Es tu marido.
Melinda sacó el móvil y busco en la lista de nombres. Wyatt. Uno, dos, tres, cuatro... no respondía.
Bajo en la lista; Chris. Uno, dos, tres...
MELINDA: Chris.
….
MELINDA: Bianca está en el hospital. Ven.
Al minuto, Chris entraba en la sala de espera nervioso.
CHRIS: ¿¡Qué ha pasado!?
Su hermana salió corriendo hacia sus brazos y comenzó a llorar. Era la primera vez que lloraba desde que Dag la llamó asustado desde el hospital.
MELINDA: Es Bianca, ha tenido un accidente.
CHRIS: ¿¡Qué!? (Llevándose las manos a la cabeza) Joder, joder, joder.
Chris miró a Dag en el sillón con la cabeza gacha y luego a su hermana con los ojos rojos. Intentó aguantar las lágrimas y finalmente lo consiguió.
CHRIS: ¿¡Pero cómo ha pasado!? ¿Dónde está? ¿Dónde está Jared? (Mirando hacia todos lados).
MELINDA: Estaba con Dag en el parque y... (Melinda fue incapaz de seguir)
DAG: Me descuidé, me despisté y salió a la carretera.
CHRIS: ¿Qué le ha pasado?
MELINDA: No lo sé, la enfermera me ha dicho muchas cosas pero estaba demasiado nerviosa para entender lo que decía.
CHRIS: Melinda, ¿dónde está Jared?
Melinda se encogió de hombros.
CHRIS: ¿No lo has llamado? Ella negó con la cabeza.
CHRIS: Deberías llamarlo, es su hija, por el amor de Dios. Lo llamaré yo.
MELINDA: No, por favor. No quiero verlo. No tengo fuerzas para estar en la misma habitación que él.
Hermano y hermana tenían los nervios a flor de piel, no se habían enfrentado a nada igual. Lo único parecido fue cuando Wyatt se tragó el palo de un polo helado entero y dejó de respirar por 10 minutos. Chris y Melinda, que estaban solos en casa, tendrían unos 12 y 10 años respectivamente, intentaron salvarle. Y lo consiguieron, de hecho. Chris condujo el antiguo coche de Leo hasta el hospital, con Wyatt y Melinda en el asiento trasero. Pero esto era totalmente diferente.
CHRIS: ¿Has llamado a Wyatt?
MELINDA: No me contesta al teléfono. Chris, no quiero que Bianca muera.
CHRIS: No puede morir (dijo intentando animarla). La he visto, viajó del futuro o se intercambió con la nuestra. Es mayor y ha crecido muy bien. No va a morir (sonriendo).
MELINDA: ¿De qué estás hablando?
CHRIS: ¿No te lo conté? Hace unos meses, estaba cuidando de Bianca en el ático y la dejé con El libro de las Sombras. Y zas, por arte de magia ahí estaba. Con 17 años. Y desnuda (sonrió tímidamente).
Melinda miró a su hermano con los ojos muy abiertos intentado buscar una explicación a sus palabras pero lo único que pudo hacer es reírse.Chris la acompañó con una suave risa. Se sentían algo incómodos dada la situación, pero la atmósfera se crispó rápidamente.
MELINDA: Cúrala. Por favor.
CHRIS: Melinda... no creo que pueda. Y si pudiese, ¿cómo voy a entrar en quirófano?
MELINDA: Congelo a todo el mundo. Y tú la curas.
CHRIS: ¿Y cómo explicarías su repentina mejoría?
MELINDA: Me la llevaría rápido. Nadie la vería salir y nos iríamos felices...
Chris la tomó de la mano y la apretó. Sonrió pero Melinda estaba inconsolable.
Jared apareció en la sala. Melinda lo miró sorprendida.
MELINDA: ¿Qué haces aquí?
JARED: Dag me llamó.
Melinda miró hacia la butaca y no estaba. ¿Cuánto tiempo hacía que se había marchado?
JARED: ¿Se puede saber por qué no me has avisado?
MELINDA: No lo vi oportuno.
JARED: Melinda, también es mi hija. Joder, ¡también es mi hija!
Todos se quedaron en silencio. La enfermera se acercó.
ENFERMERA: Por favor, les pido que abandonen la estancia. No está permitidos gritos y peleas.
MELINDA: Mi hija...
ENFERMERA: ¡Fuera!
CHRIS: Yo me quedo. Me quedo yo, ¿vale? (A la enfermera). Melinda y Jared, tenéis que buscar un sitio para poder hablar.
Melinda miró a su hermano. ¿Estaría haciendo lo correcto? ¿Debería fiarse y hablar con Jared? Decidió aceptar la propuesta que le ofrecía Chris, estaba cansada de luchar contra el mundo.
Melinda y su marido salieron de la sala de esperas de urgencia. Melinda caminaba con la vista al frente, con los brazos cruzados y la mirada gacha. Jared la seguía como una autómata, era increíble el poder que causaba sobre él. ¿Acaso no estaba hecho para otra persona? ¿Era el amor y la aceptación de Melinda Halliwell su único objetivo en la vida?
Llegaron hasta fuera del hospital, ambos temían que no tenían la autorización necesaria para estar allí ya que estaban en una parte que, según parecía, era sólo para personal autorizado, pero no había nadie para que le dijera lo contrario.
JARED: Melinda...
Ella lo miró, con esos ojos color verdes que tanto le gustaban.
JARED: ¿Qué te pasa?
MELINDA: Jared, estoy cansada para explicaciones...
JARED: No te estoy pidiendo una explicación. No te la pido, te la exijo. Soy tu marido y si he hecho algo mal... por favor, dímelo.
MELINDA: No has hecho nada.
JARED: ¿Entonces?
MELINDA: Jared, nuestra hija está en quirófano ahora mismo y esto es la última cosa que quiero hacer.
JARED: Pero me la debes. ¡Me debes una explicación, joder!
MELINDA: ¿¡Qué quieres que te diga!?
JARED: ¿Soy yo? ¿Estás cansada de mí? Porque no tenemos ningún problema y luego llegas tú y te sacas el problema de donde no lo hay. Y yo intento solucionarlo, pero tú no me lo dices. Y lo enterramos y estoy cansado de esto. ¡Estoy harto! ¡Estoy jodidamente harto! ¿Sabes? Antes pensaba que te tenía que querer con locura, porque eramos Jared y Melinda. Somos Jared y Melinda. Y que estábamos destinados a amarnos por el resto de la vida. Pero creo que voy a tener que empezar a quererte un poco menos. Puedo seguir queriéndote, puedo quererte y querer a alguien más. Alguien que me comprenda, que me quiera y que me respete. Puedo quererte sin verte. No nos veremos más si es lo que quieres.
Melinda miró a su marido, directamente a los ojos, esperando encontrar algo, cualquier sentimiento, incluso odio, pero estaba cansada de luchar con todo. Estaba exhausta.
MELINDA: Podemos querernos un poco menos...

INTERLUDIO.
Nunca se había puesto un vestido como aquel. Se miraba en un pequeño espejo de los baños del antro al que había ido. Nahia, la fuente de todo mal había salido a una discoteca. Podría haber ido a la discoteca de la pequeña fulana de los Halliwell, pero sería regodearse. Tampoco le importaba la discoteca, sólo quería hacer lo que había venido a hacer.
Pero ya se había fijado en alguien. Un hombre de estatura normal, con brazos fuertes y mirada bonita. Con la frente un poco ancha y con una nariz algo grande, pero que hacía un conjunto muy bonito. Salió del baño y volvió con él. Le sonrió y pensé que podría ahorrarse mucho tiempo si simplemente le hechizaba, pero las cosas no eran así...

No podía creérselo. Estaba frente a ella, Phillys Paige, su hija perdida, estaba frente a ella. En mitad del tráfico. ¿Qué estaba haciendo? ¿Se había vuelto loca? Un coche pasó peligrosamente cerca de ella y Prue, ayudándose de sus poderes, los desvió unos pocos centímetros. Aparcó el coche sobre la acera y se bajó a toda prisa. Cuando su hija la vio, echó a correr. Corría desbocadamente. ¿Pero qué estaba haciendo? ¿Debía seguirla? Prue dudó un par de segundos y echó a correr detrás ella. ¿Y si estaba perdida? ¿Y si había conseguido escapar de las rosas? Corrió todo lo que pudo y más, cuando creía que la había perdido de vista, la vio asomar por un callejón. La estaba llamando. ¿La estaba llamando? ¿Pero qué pasaba? Colocó la mano derecha hacia delante, como arma contra cualquier cosa que pudiera pasar. Giró la esquina, pero Phillys ya no estaba. ¿Dónde había ido?
De repente, la vio, estaba... estaba al otro lado de un cristal. Estaba en una cafetería. Sentada alrededor de una pequeña mesa, ocupando una silla y dejando otra libre. ¿Quería que Prue se sentase con ella? Decidida, entró en la cafetería sin bajar la guardia. Se acercó sigilosamente a la hija que era mayor que su madre, ésta, la miró expectante y le señaló la silla con la mirada.
Prue se sentó despacio, sin apartar la vista de Phillys. No estaba muy seguro de lo que estaba haciendo, pero como acostumbraba a hacer, se dejó llevar por sus impulsos. Finalmente, madre e hija, quedaron frente a frente.
Phillys parecía cansada, no por haber corrido, parecía cansada psicológicamente.
PRUE: Hola, Phillys (rompiendo el hielo).
Ésta sonrió débilmente y jugueteó con una servilleta.
Una camarera se acercó a madre e hija desconociendo lo que aquel momento significaba para las dos.
CAMARERA: ¿Qué van a tomar?
Prue miró desconcertada a Phillys y ésta decidió apartar la mirada.
PHILLYS: Agua, (masculló).
PRUE: Un café, gracias.
La camarera se marchó dejando a las dos mujeres a solas.
Ninguna de las dos se atrevía a hablar a la que tenía en frente, pero de nuevo, Prue, decidió llevar la iniciativa.
PRUE: ¿Quién eres?
Y Phillys se lo contó. Le contó la historia de su vida. Como en el orfanato decidieron llamarla PP, Phyllis Paige y al final terminó acostumbrándose. Le contó que a los 20 años se enamoró locamente del padre de una de sus amigas. Le contó que hasta los 23 no supo que era estar con un hombre, y los 24 con una mujer. Le contó que a los 30 se prometió con el hombre de su vida, pero que él la dejó plantada en el altar. Y, para alivio de Prue, no tenía hijos.
PRUE: ¡Vaya! (mientras dejaba la taza de café en la mesa). Has tenido una vida plena.
PHILLYS: Bueno... (mientras sonreía)
PRUE: Como ya sabrás, yo he estado muerta.
Phillys la miró muy seria.
PRUE: Un fatídico día de Mayo de 2003 fui asesinada por el asesino de la fuente. Y muchos años después fui devuelta a la vida. Aún no sé muy bien por qué.
PHILLYS: ¿Por qué no me buscaste?
PRUE: (Tragando saliva) no fue hasta hace unos días que no supe de tu existencia.
PHILLYS: ¡Metira!
PRUE: Phil...
PHILLYS: Me llamo PP.
PRUE: PP. Créeme, mi abuela me ocultó todo esto. Lo hizo para tu bien, para el bien de todo nuestro linaje mágico.
PHILLYS: ¡Tonterías!
PRUE: Es difícil de creer pero...
PHILLYS: Eres Prue Halliwell. Una Embrujada, una de las originales... podrías haber hecho algo. Dios, podrías haber notado que estabas bajo un hechizo todos estos años.
PRUE: Pero mi abuela era una bruja muy poderosa...
PHILLYS: Tonterías. Si te hubieras dado cuenta, si hubieras roto el hechizo y te hubieras acordado de mí. Si hubieras venido a buscarme. Yo sería mejor persona, mejor mujer y estaríamos unidas. Tendría una madre y un padre.
Prue pensó por un momento en su antiguo novio, que de hecho es, el padre de su hija. Una hija mayor que ella.
PRUE: PP, créeme, si pudiera haber hecho algo... Si pudiera hacer algo para evitarlo. Si pudiera viajar en el tiempo y rescatarte...
Phillys la miró directamente a los ojos, era la primera vez que la miraba. Tenía los ojos del mismo color que Prue, sintió como si mirara dentro de un espejo pero al otro lado no estaba ella.
PHILLYS: Podrías hacerlo...
PRUE: PP...
PHILLYS: Podrías hacerlo, podrías viajar en el tiempo y rescatarme. Podrías crear una paradoja. Yo dejaría de ser yo y sería la que hubiera tenido que ser.
PRUE: ¿No quieres ser quién eres?
PHILLYS: No me siento yo.
PRUE: Pero eso sería un mal uso de la magia.
PHILLYS: ¿Sería un mal uso de la magia viajar al pasado y rescatar a tu hija de una vida miserable? No tendrías ni que volver con tu familia. Podría vivir al margen de la otra Prue. Podrías irte de aquí, vivir aparta de la magia. Nadie lo sabría. Podría tener una vida tranquila como siempre has querido y las dos estaríamos juntas y felices.
¿Podría hacerlo? ¿Podría vivir al margen de sus hermanas? ¿Podría crear una paradoja temporal? Sin duda, si lo hiciera, el presente actual cambiara. ¿O permanecería igual?

Hacía ya tiempo que había dejado a Phillys. Casi ni se despidieron, su hija doblo una esquina de la calle y se perdió en la multitud. Quedaron en volver a verse, Phillys dijo que la buscaría. Pero aún tenía la conversación en su cabeza y podía casi ver en imágenes la vida que no había vivido junto a Phillys.
Se encontraba en el ático, las velas formaban el círculo todas con fuego en la punta. Prue terminó de pronunciar el conjuro, y su abuela se materializó.
PENNY: ¿Prudence? ¿Pasa algo?
PRUE: ¿Cómo pudiste? ¿Cómo pudiste arrebatarme a mi hija y ocultarla de mí? ¿¡Cómo pudiste!?
PENY: ¡Prudence!... Fue lo mejor para todos, créeme.
PRUE: ¿Lo mejor entregar a la hija de tu nieta para que la profecía se cumpliera? Abuela, que tienes una edad.
PENNY: La profecía decía que... (la cortó Prue)
PRUE: ¡Sé lo que decía la profecía! ¡¡Lo sé!! Y no hablaba de hijos porque a lo mejor no afectaba a la profecía. ¿No pensaste en eso?
PENNY: Prudence, no me culpes por intentar mantener a mi familia unida.
PRUE: A la mierda la familia. Tú me quitaste la oportunidad de formar mi propia familia. Reniego de ti y reniego de esta familia.
PENNY: ¿Prue?
PRUE: Voy a viajar en el tiempo. Voy a rescatar a mi hija y juntas viviremos apartadas de este mundo.
PENNY: ¡No te atreverás!
PRUE: Mira cómo lo hago...
Henry y Rachel, Rachel y Henry. Nunca habían estado tan unidos. Es cierto que siempre han tenido una buena relación, pero la muerte de Helen les había unido más que nunca. Y ahora con la necesidad de permanecer juntos como luces blancas, casi podían adivinar lo que estaba pensando el otro.
RACHEL: Pues, cuando Bobbie lo vio gritó tanto que tuve que taparme los oídos.
Ambos rieron.
HENRY: Vaya, es todo un caso.
RACHEL: Deberías conocerla mejor.
HENRY: Sin duda.
Los hermanos caminaban por una abarrotada plaza, llena de gente, buscaban a alguien, alguien especial. Un psíquico. Los ancianos los habían enviado para protegerlo, lo necesitaban de su lado.
HENRY: ¿Quién puede ser?
RACHEL: Ni idea.
HENRY: ¿Puedes sentirlo?
Rachel cerró los ojos y se concentró, pero no sentía nada. Lo pasaba mal cuando sentía a sus protegidos. Desde que Phillys, la hija perdida de Prue, se marchó con las Rosas negras no ha vuelto a sentirla de la misma manera. Era raro que ya les hubieran otorgado poderes por separado, pero pensándolo mejor, le gustaba. Los hacía sentir especiales y diferentes.
RACHEL: Nada, no puedo sentirlo.
Henry desvió la mirada.
HENRY: Creo que no hace falta (dijo señalando a un círculo de personas que se agrupaban alrededor de alguien).
Los hermanos corrieron hasta situarse dentro del círculo. La gente se congregaba alrededor de un joven, de unos 20 años, con aspecto desaliñado y ojos de loco. Los ojos de locos no era una suposición, los movía tan rápido que era difícil saber el color de los mismos.
RACHEL: ¿Estás seguro de que es él?
JOVEN: Que no os engañen, lo ocurrido no fue un atentado. Una bestia de otro mundo nos atacó. Destrozó nuestra ciudad y dejó morir a nuestros niños. ¡Yo sé la verdad!
HENRY: Es él...
Los dos se acercaron al zarrapastroso chaval y Rachel le cogió de la manga del abrigo con algo de asco.
HENRY: Está bien, dispersaos (a la gente). No hay nada que ver.
Varias personas lo miraron recelosas pero finalmente dispersaron el corrillo que se había formado alrededor del psíquico.
JOVEN: ¿Quienes sois? ¡Dejadme!
RACHEL: Escucha (dijo mirándole a los ojos). Nos han enviado para salvarte y protegerte.
JOVEN: ¿Salvarme? ¿Estoy en peligro?
HENRY: No... o sí. No lo sabemos todavía.
RACHEL: Con nosotros estarás a salvo. Dime, ¿cómo te llamas?
El joven dudó unos segundos en contestar. ¿Debía confiar en ellos?
JOVEN: Me llame C.
HENRY: ¿Sí?
RACHEL: ¿Te llamas Cee?
C: C. La letra C, en inglés. No es tan difícil.
RACHEL: Bueno, C, ¿confías en nosotros? No puedes estar aquí en mitad haciendo galas de tus poderes y diciendo esas cosas.
C: ¿Qué poderes?
HENRY: no te hagas el tonto. Tus poderes de psíquico.
C: Es un don natural, chaval.
RACHEL: ¿Chaval? (Mirando divertida a Henry).
HENRY: Mira, C, tenemos que alejarnos de las miradas indeseadas. Vámonos a la parte de los bancos.
Y así lo hicieron, los dos hermanos iniciados en el mundo de los luces blancas y su segundo protegido, C. Era un nombre curioso por lo menos, tenía el pelo color zanahoria y los ojos verdísimos. La cara llena de pecas y unos brazos delgadísimos.
Les contó que vivía en la calle, desde muy joven empezó a tener esas clases de visiones cuando tenía 13 años y que sus padres al principio pensaron que era un juego para llamar su atención. Visitaron numerosos psicólogos y psiquiatras y ninguno sabía, que lo que experimentaba, era real.
Así que a los 17 años se escapó de casa.
RACHEL: ¿Llevas 3 años viviendo en la calle?
C: Así es.
HENRY: Pero... ¿cómo?
C: Uno que es listo (sonriendo), además, tengo muy buen ojo para elegir los sitios.
RACHEL: ¿Utilizas tus poderes?
C: No son poderes... Es mi don. Lo utilizo para sobrevivir. Si tengo algo beneficioso, puedo adaptarme a ello y ser mejor. ¿No hacéis eso los luces claras?
HENRY: Blancas, luces blancas.
RACHEL: ¿Qué quieres decir?
HENRY: Pues luces blancas, que él había dicho luces claras...
RACHEL: No, eso no. Es lo que ha dicho C. ¿Te adaptas?
C: Me adapto. No es que pueda elegir cuando tengo mis momentos de clarividencia, pero normalmente me dicen dónde quedarme. Qué zonas evitar, cómo coger cosas sin que la gente se entere.
RACHEL: ¿¡Robas!?
C: Lo tomo prestado. Algún día lo devolveré, tengo una deuda con la sociedad.
RACHEL: Pero eso está mal, C. No deberías robar.
C: Cuando vives en la calle..
HENRY: Tonterías. Creo que los ancianos nos han mandado para devolverte al buen camino.
RACHEL: Creo que mi hermano tiene razón. Debemos encauzarte, hacerte ver que puedes convivir con tu poder y quizás, volver con tus padres. Eres demasiado joven para estar así.
C: Nos han jodido. No sois nadie para decirme eso. Os he hablado claramente de mi situación. No quiero que me juzguéis.
RACHEL: No te enfades...
C: ¡A la mierda! Sois como todos los demás. Sois un fraude.
HENRY: Cuidado con lo que dices, niñato.
RACHEL: Tranquilo, Henry.
HENRY: No, no sé por qué nos han mandado aquí para tratar con éste tío despreciable. ¿Qué es lo que buscan de él?
C: ¡Esto es lo que buscan de mí! (Señalando sus partes).
Rachel y Henry lo miraron entre divertidos e indignados. No pensaban que su protegido pudiera ser así. Pero, de repente, la actitud de C cambió. Entró en un pequeño trance. Y los miró horrorizados.
RACHEL: ¿Has tenido una visión?
C no contestó.
HENRY: ¿Qué has visto? ¿Qué va a pasar?
C: Algo viene. Algo malo.
HENRY: ¿¡Más!?
C: Vosotros lo vivisteis, ¿verdad? Estuvisteis presente el día del atentando... De el falso atentado.
RACHEL: Así es. ¿Qué has visto C?
C: Lo siento tengo que irme.
Y salió corriendo. Cualquiera diría que el poder de C era la clarividencia ya que corrió como alma que llevaba el diablo.
RACHEL: ¡Se va!
HENRY: Lo veo, lo veo. Lo he visto.
RACHEL: Debemos alcanzarlo antes de que se disperse por la multitud.
HENRY: Es un poco tarde...
C había desaparecido entre la multitud. Decidieron, los hermanos, que Henry lo buscaría orbitando y Rachel probaría el poder de luz blanca sintiendo a su protegido.
Ella caminó por todo el parque, había bastante gente y algunas personas se la quedaban mirando. Pero no encontró rastro de C. Por su parte, Henry, estaba teniendo problemas con su forma de buscar, no podía orbitar muy cerca para no levantar sospechas, pero tampoco podía orbitar muy alto porque no veía nada.
Pero Rachel no tardó en encontrarlo. Se escucharon gritos de horror. Rachel sintió como si 100 agujas se le clavaran en el corazón, buscó a su hermano con la mirada, pero ya lo tenía justo al lado, ofreciéndole sus brazos para abrazarla. C estaba sumergido en una fuente, con medio cuerpo fuera y otro medio dentro. Estaba tieso, no respiraba. Con la cabeza sumergida y los pantalones por debajo del ombligo. Rachel corrió para sacarlo del agua.
HENRY: ¡Cúrale! (Dijo con los ojos muy abiertos)
RACHEL: (Agachándose junto a el) no puedo curar a los muertos.
El la miró sin entender, ¿acaso no sabían hacer bien su trabajo? ¿Qué es lo que vio C para decidir hacer eso?
Respiró hondo. Estaba nerviosa, se movía muy rápido, de allá para acá. Sus cómodas botas resonaban contra el suelo de mármol blanco. Phoebe esperaba a alguien. La luz sobrenatural de la estancia hacia que su cara pareciera más pálida. Es lo correcto, se decía. Había pasado por el momento más difícil de su vida, o eso creía, quizás lo que estaba apunto de hacer era más difícil aún.
Alguien se acercó con sigilo, estaba oculto tras una capa. Se acercó con cuidado y le susurró algo al oído.
PHOEBE: Owen hunt. (Respondiendo)
Había pedido que la vieran en el cielo, donde los ancianos y luces blancas trabajan. Lo había meditado mucho, había sopesado los pros y los contras. Pero hizo algo que no podía seguir asimilando.
Unas pisadas aceleradas, diferentes a las de antes, llegaron.
OWEN: ¿Phoebe?
Ella no le dijo nada. Se cruzó de brazos.
OWEN: Se te ve cansada, ¿has estada llorando? (Acercándose para tocarle la cara)
Phoebe dio un respingo y se separó de él.
OWEN: ¿Phoebe?
PHOEBE: Quiero hacer una declaración.
Varios ancianos aparecieron en la estancia. Todos vestidos con sus túnicas, sin quitarse la capucha.
PHOEBE: Yo fui quien mató a todos esos niños El día del atentado. A 666 pequeños inocentes.
OWEN: ¿Phoebe, qué estás haciendo?
PHOEBE: Y él (señalando a Owen), el que debería protegerme y evitar que lo hiciera. No hizo nada. Mi marido. Sí, mi marido. Nos casamos en Las Vegas y no nos importó vuestra aprobación. Él es casi tan malo como yo.
OWEN: No sabes lo que estás diciendo...
PHOEBE: O créeme, sí sé de lo que hablo.
OWEN: Teníamos que cerrar la puerta, era lo que había que hacerse.
PHOEBE: Soy peor que mucho de los demonios a los que nos hemos enfrentado. Soy una asesina, no merezco seguir viviendo la vida que tengo. Y te odio por haberme quitado esa vida. Te odio por no haber evitado eso, por no haber buscado una solución.
OWEN: Phoebe, por favor. Cállate, no empeores las cosas.
PHOEBE: Me entrego a vosotros (hablándole a los ancianos). Y espero que hagáis lo propio con Owen.
OWEN: Phoebe... PHOEBE.

POSTLUNIO
Pues era bastante guapo, pensó. La barba casi rubia casi pelirroja y casi morena le parecía muy bonita. Le gustaban sus ojos y la sonrisa. Ahora estaba dormido y Nahia supo que había elegido al hombre perfecto. Una parte de ella sintió algo de pena por aquel hombre, que no sabía ni sabría por qué ella se había fijado en él. Una nausea le recorrió el cuerpo entero. Ya había empezado. No tuvo tiempo de ponerse el sujetador ni la ropa interior. Salió corriendo hacia el baño, tardó en buscar el váter, ya que no era su casa. Y tuvo que vomitar en el lavabo. Lo hizo varias veces y abrió el grifo de golpe, un chorro de agua limpió el lavabo. Ella aprovechó para lavarse la cara. Se miró al espejo.
Sonrió. Le encantaba que los planes saliesen bien.
Escrito por Diccionary

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